
Obra del artista cubano, García Peña.
”No creo en las palabras (...) las he visto
afirmar/ negar/ mentir/
al pie de los altares y patíbulos”.
Armando de Armas, “Sobre la brevedad de la ceniza”.
Las palabras se incrustan mutiladas contra mis cristales
se parapetan en mi placard y gimotean tras mis pasos,
heridas/ dolidas/ dañadas/ prostituidas/ cansadas
se desangran bajo la escalera,
se tropiezan unas contra otras al borde del abismo,
se tocan impúdicamente sin pensar en sus géneros y concordancias/
en sus tildes y acentuaciones, en si son diptongos o triptongos/ llanas o agudas,
sin recato hacen el amor/ desfachatadas/ procaces/ sin pensar en el qué dirán/
sólo en el goce momentáneo/ en la cabalgata cansina
de la vigilia, en la agonía del naufragio,
en los estertores de un faro sin olor a mar.
Poco a poco se travisten, se camuflan como voces cómplices aquí en esta noche
sobre mi mesa de luz,
tras los ojos y los rictus de las máscaras que cuelgan en mi sala.
Se escabullen dentro de la almohada y no me dejan respirar, me cortan el aliento,
pues temen descomponerse, infectarse, destriparse, engullirse, perecer en el intento/
su egoísta espíritu de trascendencia las malogra (¡y las salva!), las entierra bajo el lodo
de un monótono cementerio en La Tablada,
las enferma de miedo y lo que es peor... les nubla el entendimiento, la razón.
Mis palabras confunden fronteras, geografías, nortes y sures
galopan histriónicas por el mundo, con caras de mosquitas muertas
o malsanos rubores egocéntricos,
arder en la pira son (es) su sino, cenizas sus afanes/
mojarse hasta los huesos su tarea/
son como las ausencias de una Habana extramuros.
que ya me resulta extranjeramente ocre.
Mis palabras se mueren de tedio, gritan, insultan sin sentido/
se matan de risa con afilada boca
diseñan su orgía, su festín de vida o muerte....Cortadas a la medida
se lanzan tras su presa/
desvarían por un elogio que les levante el ánimo/ por un secreto que decir/
juntas trazan estrategias de ataques y lisonjas: antípodas de un plan mayor
para el momento oportuno/ para la hora de la puñalada por la espalda.
Mis palabras buscan una camisa de fuerza, algún psicofármacos para sedar,
ciertas botellas de vino para seducir, se quitan su polvo y su carcoma
y lo hacen con profesionalidad, con sutilezas universitarias,
con estudiada altanería de diccionario enciclopédico español.
En definitiva, son ellas – todas- un amasijo de hierros mohosos,
un brebaje hecho ex profeso para colegialas y malevos,
charcas putrefactas donde se hospedan larvas de mosquitos,
perfumes de free shop de algún viejo aeropuerto sin controlador aéreo.
Peregrinas, sin concilio, traman su partida y su llegada
diseñan su reducto/ buscan su buhardilla, su letargo, su vigilia.
Por eso, cuando cierro la boca me atraganto, vomito, me mareo
sube mi presión arterial/ una rara sensación de acidez
se hospeda bajo mi lengua y sale fétidamente hacia fuera.
Por eso es que soy también de los que nunca ha creído en ellas,
las colecciono en frascos asépticos para los días de exámenes de sangre
y análisis de orina
e intento, de vez en cuando - y por desquite - empujarlas
por el tragante del baño,
a donde van a parar todos los miasmas pútridos del día.
Buenos Aires, ya sin palabras, 9-03-2007
3 comentarios:
Qué excelente poema, Juan Carlos, he visto aquí la divinidad de la palabra en su impureza, el cuerpo escrito que arremete contra la oscuridad en lo más hondo, y quizas también contra la luz. Porque la palabra es un juego de paradojas, y lo mismo se prostituye si la dejas que te salva, que te devuelve al centro exacto de la noche.
Un abrazo muy grande y Feliz Año!!!
excelente...
un grato placer pasear por tus callejuelas.
un abrazo.
Estimada Sonia, gracias por tus palabras siempre hermosas y gratificantes; un saludo a JuanR por llegarse a husmear en mi pedazo de isla, saludos juan carlos rivera
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