lunes, 25 de julio de 2011

Ámsterdam: con la paleta de Rembrandt y Van Gogh




Texto y foto: Juan Carlos Rivera Quintana.







Si algo caracteriza a la mágica ciudad europea de Ámsterdam, ubicada entre la bahía de Ij (al norte) y las orillas del Río Amstel, al sureste, en Holanda, y asentada sobre un lecho arcilloso y pilares de madera que en la actualidad son reemplazados por pilares de hierro y hormigón, es esa pátina colorida y alegre que caracterizaron la paleta de dos de sus más emblemáticos pintores: Rembrandt y Van Gogh.

Y es que Ámsterdam, con ese pincelada de tulipanes de vivos colores, muy propia del Renacimiento holandés – a modo de telón de fondo - y esos edificios de barnices coloridos y disímiles, con detalles de cornisas y frentes de pintorescos hastiales, propios de una original arquitectura de los siglos XVI y XVII; canales y puentecillos, parece más bien una estampa romántica de otro siglo. Fundada en el siglo XII como un pequeño pueblo pesquero, ubicado de forma insegura sobre un pantano en la boca del Río Amstel, actualmente, es la urbe más grande de Holanda y un gran centro financiero y cultural de traza internacional, donde se respira jovialidad, tolerancia, apertura, liberalismo y capacidad de disfrute.

En esa ciudad sobre el agua, asentada en decenas de islas unidas por centenares de puentes - como decía un amigo - todo está al alcance de la mano… hasta la belleza. Baste tan sólo con aventurarse a viajar en bicicleta (que superan el doble de sus habitantes), tomar un barquito-bus por sus cautivadores canales o montarse en un tranvía para comenzar a disfrutar de sus encantos y empezar a descubrir los secretos de esta urbe que hizo del agua un recurso valioso y navegable y que gracias a su canalización controla el cauce del río en numerosas vías navegables, que son una acertada vía de transporte y comunicación.

De no ser por la tierra recuperada al mar (pólders) y el inteligente sistema de diques levantado, la ciudad sufriría continuas inundaciones. Pero, Ámsterdam es hoy día varios palmos de tierra, en forma de media luna, en pleno corazón del Randstad, que engloba las ciudades de Utrecht, Rótterdam; La Haya, Leiden y Haarlem, convertido en el epicentro del comercio de Europa del norte y una pujante y modernísima ciudad

Sus 7 mil monumentos y construcciones declaradas de valor histórico, sus más de 50 museos públicos y privados – entre los que se destacan la Casa de Ana Frank (la niña judía alemana mundialmente conocida por su Diario íntimo, donde desnuda la crueldad del nazismo, en los Países Bajos, durante la Segunda Guerra Mundial); el museo de Vincent Van Gogh; el Het Koninklijk Paleis, o Palacio Real y el Rijkmuseum, o Museo Nacional (que exhibe una colección única de pintura holandesa con obras tan importantes como “La Ronda nocturna”, de Rembrandt; “La Lechera”, de Vermeer o “La mujer en su baño”, de Steen)-, sus céntricas plazas y parques, hacen de esta urbe de amplía cartelera cultural y espectáculos al aire libre un sitio de diversión durante todo el año, con un promedio de visitantes de alrededor de 1,5 millones de turistas anualmente.

Entre historia, molinos y cultura hippie.

Y aunque Holanda y los Países Bajos, durante la Segunda Guerra Mundial, mantuvieron posiciones neutrales, ello no les salvó de la invasión alemana y muchos de sus habitantes murieron de hambre y frío y se deportó a la mayoría de la población judía a campos de concentración, donde murieron inhumanamente. Debido a esta triste historia, Ámsterdam se propuso ser tolerante y ello la convirtió en refugio de la cultura hippie, en la década del 60, de la que aún se pueden observar vestigios en el modo de vida de sus habitantes, como el visitado Museo de la Marihuana y el Hachís y los Coffee Shops o cafés donde se puede comprar y fumar marihuana libremente, elegida por su precio, efecto o nombre y donde se puede hallar desde la clásica “jamaiquina” hasta la poderosa “amnesia”, de cultivo local). Estos cafès están autorizados a vender, a mayores de 18 años, hasta cinco gramos diarios de marihuana por persona, de extraordinaria pureza, el máximo tolerado por las autoridades del país para posesión y consumo.

Pero si de descansar se trata es preferible irse a uno de sus 1.500 hermosos y coloridos cafés y bares a degustar una buena copa de vino o una cerveza artesanal con alguna picada de fiambres y ver pasar, frente a los ojos, los yates y barquitos por los canales con sus tripulaciones alegres y de festejos siempre o visitar las reconocidas galerías de arte, ubicadas en su mayoría en el pintoresco barrio del Jordaan, (con calles que exhiben nombres de flores y plantas) donde pueden verse y adquirir el quehacer de los artistas más vanguardistas de la ciudad, en galerías tan renombradas como la de Diana Stigter, Annet Gelink o Gabriel Rolt, donde se exponen pinturas, fotografías, esculturas y hasta obras performáticas.

Tampoco se olvidar - porque sería casi sacrílego - una visita al Museo de Van Gogh, ubicado en la calle Paulus Potterstraat 7, e inaugurado en 1973, cuyo diseño del afamado arquitecto japonés Kisho Kurokawa, recuerda varias formas geométricas, como conos, óvalos y cubos, en una agradable mixtura constructiva y filosófica de las culturas Oriental y Occidental . Esta pinacoteca de lujo tiene una excelente curaduría y en esa atinada selección se puede contemplar la colección más extensa y valiosa de retratos, autorretratos y paisajes bucólicos del artista holandés, con la técnica de pinturas en óleo y acuarelas (840 pinturas y más de 1.000 dibujos, además de acuarelas y litografías), y seguir con detalle la traza de su reconocida obra, signada por su desdichada vida sentimental, su falta de reconocimiento, su epilepsia y su suicidio, o comparar sus cuadros con los de otros pintores contemporáneos del siglo XIX que fueron sus seguidores y amigos, como Paul Gauguin, Camille Pissarro y Adolphe Monticelli, algunas de cuyas piezas forman parte de la colección permanente de la institución. También se exhiben objetos personales del artista, junto a la correspondencia que mantuvo con su hermano Theo y hasta videos relacionados con el trabajo de restauración de muchos de sus cuadros, entre los que se destacan: “Almendros en flor”, “La casa amarilla” y algún que otro autorretrato con sombrero alón.

Y si su estadía rebasa los dos días, entonces, le recomiendo visitar el casco histórico, el barrio más antiguo de la ciudad, conocido también como “la muralla” pues la mayoría de sus canales corren paralelo a ese valladar, que incluyen el barrio rojo (donde las prostitutas se exhiben en escaparates) y el barrio chino, límites que dan al puerto y a los alrededores de la plaza principal, la del Dam, (que lleva precisamente este nombre porque fue en ese lugar donde, allá por el siglo XIII, se construyó el primer dique de la ciudad) y, por supuesto, la zona de los canales Leidseplein y Rembrandtplein con sus parques y casas de diversos estilos , tiendas, teatros, hoteles e incluso alguna escapada, también, al mercadillo de Waterlooplein, en el barrio judío, donde podrá adquirir ropa vintage, muy barata, de creativo diseño y conservación.

Nada, que al parecer ese aire de viñeta de otro siglo - romántica y bohemia - y el espíritu desprejuiciado de sus moradores son los que le han sabido dar a Ámsterdam un sitial de preferencias entre los turistas del mundo entero.