sábado, 14 de noviembre de 2015

París era una fiesta



Por Juan Carlos Rivera Quintana

Ilustración: Cortesía de la página Inkulte

 

Alguna vez escribí, en una crónica de viaje con mi primera visita a la Ciudad Luz, en el año 2010, que si el mundo tenía un ombligo ese, sin dudas, se ubicaba en París. Y, hoy, ya no me cabe la menor incertidumbre, después de los acontecimientos trágicos que vivió dicha urbe multicultural, desde las primeras horas de la tarde de ayer, viernes 13 de noviembre.

 

Anoche, estaba exhausto después de una semana de corridas laborales y académicas y cuando me disponía a descansar profundamente, mientras la ciudad de Buenos Aires, comenzaba a ebullir de fiestas, reuniones amistosas, de partidos de fútbol, alegrías, desesperanzas, asados y de discusiones políticas – siempre la jodida política separando y nunca llamando a la unidad - para ver quién será el futuro depositario de la confianza de los 40 millones de argentinos, una noticia irrumpió sorpresivamente en mi Twitter: París estaba siendo acechada por ataques terroristas simultáneos, al parecer muy planificados, y ya se preveían cientos de muertos.

 

Quedé impactado desde el primer momento, casi en estado de shock. Hacía pocos días habíamos alquilado, por una semana– con mucho entusiasmo por la aventura vacacional - un departamento en el cosmopolita barrio de Le Marais, en pleno centro parisino, para hacer vida no de turistas, sino de observador casi sociológico en dicha capital, durante el mes de febrero.

 

Mi estupor no desapareció, desde entonces, cuando comencé a seguir, minuto a minuto por CNN y otros canales noticiosos y empecé a hacer pequeñas notitas en Facebook sobre lo que estaba sucediendo en París, en la misma medida en que iba adentrándome en la nueva realidad informativa: entonces se hablaba de estado de guerra; de ataques múltiples, de cerca de 153 muertos, de conmoción y estupor, de factor sorpresa en la noche parisina; de varios atentados de hombres que irrumpían, vestidos de negro, con rifles AK-47 en restaurantes y bares provocando una verdadera carnicería humana; de varios suicidas-bombas que se hacían explotar en las afueras del Stade de France, en medio de un partido de fútbol entre Francia y Alemania, al que asistía el presidente Francois Hollande a medianoche y de operativos comandos para rescatar cerca de mil rehenes que habían sido tomados por terroristas, en el conocido centro nocturno “Bataclán”, donde se desarrollaba un espectáculo de rock de una banda estadounidense, llamada Eagles of Death Metal.

 

Todos estos incidentes trágicos tenían como escenario los distritos l0 y 11 de París, muy cerca de donde en enero pasado sucedieron los atentados contra la revista “Charlie Hebdo” y un supermercado judío, que conmovieron a la opinión pública mundial y donde murieron 20 personas; todos estos incidentes e imágenes no hacían más que mostrar escenas de desconcierto, muerte y pánico, en una ciudad que se precia de su fraternidad, su carácter festivo y de su respeto por las libertades individuales.

 

Momentos después hablaba casi en estado de estupor y cara de susto el presidente de Francia, Francois Hollande, que fue sacado del partido de fútbol - casi en andas por su seguridad personal, a los coches blindados y a una reunión de emergencia nacional. Entonces se advertía de cierres de todas las fronteras del país, del estado de emergencia y de operativos comandos; de 38 hospitales parisinos en alerta blanca para recibir heridos y víctimas del atentado; se orientaba permanecer en los domicilios; de restricciones al tráfico en la capital y de un fuerte operativo de despliegue de las tropas de elite y de todas las fuerzas del orden, en todo París. Ya, entonces, se podía ver y hasta palpar el impacto psicológico producido entre los franceses y los turistas por dichos ataques. Realmente una verdadera pesadilla y conmoción por la ola de terror.

 

Si como decía Ernest Hemingway, en el título de su famoso libro de memorias: “París era una fiesta”, la yihad islámica y los fundamentalismos religiosos y políticos (que ya se han atribuido el atentado, recientemente) nos quisieron robar la alegría. ¡Y valga de qué manera lo consiguieron¡¡¡