viernes, 21 de agosto de 2009

Intento a medio camino




De la serie Los ritos del silencio, de Agustín Bejarano.






“(…) voraz imagen de ir asumiendo la falta con impía libertad”

“Los símbolos que la nostalgia avizora”, de Ihosvany Hernández.


Desdibujada la mano se deja
posar sobre la ingle,
ese espacio de la rutina que
alguien deja entrever con lascivia
hurga, escarba, se adentra, remueve, excava
terminando humedecida y pestilente,
pero henchida de gozo, como la primera vez.
Quiere negociar esa leve fricción interna/casi dolorida
el goce pecaminoso, la oquedad perpetua
la intromisión vulgar hasta donde pueda llegar,
y el desolado poeta ausculta-curiosea-degusta-olfatea
para después sentarse a llenar- tantas veces lo ha hecho-
de vaguedades y caligramas
el pequeño papel-pantalla-cono de luz,
que luego permanecerá amortajado
sin ilusión en algún melancólico archivo
cripta anónima, pasadizo ignoto... el primer descenso a los infiernos
hasta llegar a la morada final: la papelera de reciclaje de la PC.
pero como los otros también tendrá su cuarto de hora.
¿Qué lo inquieta tanto y le saca los gestos más tímidos
las desazones adolescentes que sus 49 años habían olvidado?
Parodia y explora mientras busca las palabras que se travisten
en rito oscuro, en cierta mudez que aprendió a temer y
maldijo tantas veces cuando las voces quedaban atragantadas/ desnaturalizadas/ sin consuelo ni talento
en el socavón de la lengua, en la campanilla pétrea o el cielo de la boca
entre el pus de las amígdalas con deseos de exorcizar figuras
allí donde sólo asomaban la simulación, el retozo y la acechanza.
Pero, una vez más, el intento de poema avanza,
se detiene en el vértice
entre una almohadón con funda de lino blanco
y cuadros desnudos en la pared que ya nadie percibe.
Entonces la rima se quiebra, consigue acercarse a la
originalidad mundana, sin plagiar a nadie, sin lecturas clásicas
y vuelve a resucitar, calza nuevos ritmos,
se sacude, excita y aúlla como colegiala virgen antes de
desfallecer irremediablemente, convertida en parodia vernácula,
(como la vida-existencia misma),
justo en el segundo en que casi conseguía llegar a la frontera
a esa perfección lacerante que sólo alcanza una mano sin diálogo,
que se adentra furiosa más allá de donde debiera.

Buenos Aires, 21 de agosto 09, semana sin refugio alguno.