Juan Carlos Rivera Quintana nació en una isla - en Cuba - y un buen día decidió salir de ella a mirar el mundo y buscar otros aires. Él quería alcanzar otros horizontes más personales e intelectuales y decidió construir su propia casa - su islaenpeso - y desde ahí presentar sus inquietudes periodísticas y literarias, sus crónicas de viajes, obsesiones y nostalgias. Acá, en esta geografía, sin mar cercano que lo aleje, se siente totalmente libre.
miércoles, 30 de abril de 2008
Isla adversa
Obra del pintor cubano, Silvio Gaytòn.
"Dentro están las cosas en su sitio
las crestas
el azul
las heces apacibles (...)"
Apremios (1989), Ada Elba Pérez.
el mar se me suicidó a pedazos,
fue cayendo poco a poco, a mansalva
dentro de mi corazón
y terminó inundándolo.
con él se fugó toda la extensión de la playa
y el sabor de algún rocío extraño
cuando soñaba con la inmensidad
que no se alcanza.
soy testigo de cierta obcecación insular
que no conoce límites
cuando las olas baten contra los farallones
y hacen peligrar el mustio silencio de inoportunas ceguedades.
He subido hasta mi último peldaño para reencontrar
su inmensidad, para escuchar su rumor oscuro
rodeándolo todo
y apenas alcanzo a divisar su traicionera calma
su espesura de signos su encantadora embriaguez
su bofetada traidora justo al borde de un camino
que alguien denominó encrucijada.
Siempre soñé con el mar y su ademán de sombras
infinita frontera entre tanto viento y territorio
blasfemia desaforada que reniega de códigos y dobleces
y lo engulle todo.
Mi mar es otra mentira entre ceja y ceja
una fiesta antigua otra alegoría que me salva/
procacidad convertida en largo sufrimiento
apodada trampa, cárcel, cerco, concilio, simulación, desconcierto.
Mi mar es una isla adversa/
otra frontera innecesaria.
Buenos Aires, Sin mar.
Exilio
Obra del artista cubana Silvio Gaytòn.
"(...)de vez en cuando alguno -como yo- se salió de la fila
hizo silencio/ se fue desvaneciendo atrás (...)"
Poema XIX, de Juan Antonio Molina
Somos la dadivosa señal de la verdad que mutila
el febril encanto de los suplicantes a la hora de la cena,
la irrefutable muerte de los e-mails dentro de las computadoras del mundo,
la jubilosa pústula revoloteando en medio de los otros huesos.
Ni una sola pregunta ante la urdimbre de los himnos que cantamos
el hartazgo nos llenó la lengua de injurias y cánticos condenatorios
y terminamos ejecutados con nuestro insincero atiborramiento
con el estómago atravesado por tanta hipocresía de la inoperancia.
También yo tengo muchos amigos que están en el exilio
se fueron marchando con la cabeza baja y los bolsillos cuajados de
incertidumbres/ y terminaron fregando copas en bares de medio pelo
o deshollinando mingitorios en elegantes cafés del mundo.
Aún me quita el sueño tanta diáspora y renunciación
eran casi siempre los mejores en todo,
pero siempre fueron pésimos simuladores.
Yo terminé pintando un avión sobre una hoja blanca
pues le tengo fobia a los botes sobre la corriente
y conseguí aligerar mi equipaje de atavismos y ciertas ideas
suicidas que rondan justo antes de entrar en las fauces del lobo.
Ahora todo quedó detrás. Pero aún las oficinas inmigratorias me siguen
demorando por cautela
y mis antecedentes penales se solicitan sin respuesta alguna.
Cada vez que pienso en cuños y documentos
siento nauseas ante tantas indefiniciones y esperanzas retrasadas
y me persigue un deseo de lanzar mis excrecencias contra
toda la xenofobia que pulula.
Empiezo por admitir que en la querella contra los inmigrantes tipo A
mi nombre quedará inscripto entre los abofeteados y peligrosos
que ya jamás comulgarán con los discursos y festines oficiales.
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