viernes, 31 de agosto de 2012

Amarga cosecha




Obra del artista plástico cubano Roberto Fabelo.


“(…) combada el alma,
...........su mortal sosiego,
..........embarga del recuerdo el arco efímero (…)”
            Heriberto Hernández, en “Quaestio disputata”.



He navegado entre los agujeros de la noche

Como una gota de lluvia que resbala turbia

Y salpica los pies de la cama, el despeñadero de otras pupilas,

He transitado los días más oscuros con los ojos vendados

Y sin bastón donde recostar el alma asustadiza,

Y en ese andar sólo he recibido retazos… pequeñas ausencias

Cuadernos emborronados… cartas que nunca traen remitentes.

Quizás por ello venero todo…. hasta el asco

Dentro del vacío sideral que me ronda,

Donde imagen y hombre glorifican su caos y se hacen trizas

Regurgitando espasmos y contiendas anuladas,

Mientras arcángeles y demonios ya no edifican territorio alguno,

Sólo ciertos temblores y un aire de cava húmeda

Con hedor a fastidio y maderas añejas

Termina por inundar hasta el cuerpo esponjoso de mis huesos.



Convertido en personaje y sombras temerosas

Ya no miro las tinieblas de mis ojos y dejo pasar estos días

Entre sopas de cabello de ángel y vino en Tetra Brick,

(Distribuidos a mayoristas para tiendas ignotas)

Con tufo a insomnio y depredación trasnochada.

Desde el cuarto contiguo escucho: “Strange Fruit”,

Un jazz evanescente que Billie Holliday gorjea narcotizada

- como un rezo -

Y retorna la sensación de estar a los pies del árbol sureño

Con la soga puesta al cuello y el repentino olor a carne negra.



La amarga cosecha se ha devorado a destiempo

En los secos campos de vides norteños

Donde el granizo azota inclemente y lo descuartiza todo,

Y este año con seguridad no se llenarán hasta el corcho

Las botellas granates que apuraremos en las mesas.

Y es que todo resulta tan insustancial, tan sinsentido

Que he empezado a escrutar dentro de mi propio músculo cardiaco

Y mi espalda arqueada por el peso de los años,

Esa giba cansina que terminará ahogándome.

Estoy longevo, hipocondríaco y me duelen los pies,

Pero no hay rencores ni aflicciones

Sólo una pizca de amargura resbala tonta hasta caer sobre mis mejillas

Que arden de tanta travesía vana y tanta ausencia

De tanto atravesar los agujeros de esta modorra interminable.


                                  Buenos Aires, calor, 31 agosto, 2012
                                      Por llegar el codiciado fin de semana.