viernes, 26 de diciembre de 2008

Cómplices palabras



Obra del artista cubano, García Peña.










”No creo en las palabras (...) las he visto

afirmar/ negar/ mentir/

al pie de los altares y patíbulos”.

Armando de Armas, “Sobre la brevedad de la ceniza”.



Las palabras se incrustan mutiladas contra mis cristales

se parapetan en mi placard y gimotean tras mis pasos,

heridas/ dolidas/ dañadas/ prostituidas/ cansadas

se desangran bajo la escalera,

se tropiezan unas contra otras al borde del abismo,

se tocan impúdicamente sin pensar en sus géneros y concordancias/

en sus tildes y acentuaciones, en si son diptongos o triptongos/ llanas o agudas,

sin recato hacen el amor/ desfachatadas/ procaces/ sin pensar en el qué dirán/

sólo en el goce momentáneo/ en la cabalgata cansina

de la vigilia, en la agonía del naufragio,

en los estertores de un faro sin olor a mar.

Poco a poco se travisten, se camuflan como voces cómplices aquí en esta noche

sobre mi mesa de luz,

tras los ojos y los rictus de las máscaras que cuelgan en mi sala.

Se escabullen dentro de la almohada y no me dejan respirar, me cortan el aliento,

pues temen descomponerse, infectarse, destriparse, engullirse, perecer en el intento/

su egoísta espíritu de trascendencia las malogra (¡y las salva!), las entierra bajo el lodo

de un monótono cementerio en La Tablada,

las enferma de miedo y lo que es peor... les nubla el entendimiento, la razón.

Mis palabras confunden fronteras, geografías, nortes y sures

galopan histriónicas por el mundo, con caras de mosquitas muertas

o malsanos rubores egocéntricos,

arder en la pira son (es) su sino, cenizas sus afanes/

mojarse hasta los huesos su tarea/

son como las ausencias de una Habana extramuros.

que ya me resulta extranjeramente ocre.

Mis palabras se mueren de tedio, gritan, insultan sin sentido/


se matan de risa con afilada boca

diseñan su orgía, su festín de vida o muerte....Cortadas a la medida

se lanzan tras su presa/

desvarían por un elogio que les levante el ánimo/ por un secreto que decir/

juntas trazan estrategias de ataques y lisonjas: antípodas de un plan mayor

para el momento oportuno/ para la hora de la puñalada por la espalda.

Mis palabras buscan una camisa de fuerza, algún psicofármacos para sedar,

ciertas botellas de vino para seducir, se quitan su polvo y su carcoma

y lo hacen con profesionalidad, con sutilezas universitarias,

con estudiada altanería de diccionario enciclopédico español.

En definitiva, son ellas – todas- un amasijo de hierros mohosos,

un brebaje hecho ex profeso para colegialas y malevos,

charcas putrefactas donde se hospedan larvas de mosquitos,

perfumes de free shop de algún viejo aeropuerto sin controlador aéreo.

Peregrinas, sin concilio, traman su partida y su llegada

diseñan su reducto/ buscan su buhardilla, su letargo, su vigilia.

Por eso, cuando cierro la boca me atraganto, vomito, me mareo

sube mi presión arterial/ una rara sensación de acidez

se hospeda bajo mi lengua y sale fétidamente hacia fuera.

Por eso es que soy también de los que nunca ha creído en ellas,

las colecciono en frascos asépticos para los días de exámenes de sangre

y análisis de orina

e intento, de vez en cuando - y por desquite - empujarlas

por el tragante del baño,

a donde van a parar todos los miasmas pútridos del día.




Buenos Aires, ya sin palabras, 9-03-2007