martes, 12 de junio de 2012

Una gélida gota de café


Obra plástica del pintor cubano Roberto Fabelo.


“Ahora que no hay nadie,

pienso que las cucharas quizás se hicieron remos para llegar muy lejos.

Se llevaron a todos, tal vez, uno por uno,

hasta el último invierno, hasta la otra orilla”.

Olga Orozco, en “Señora tomando sopa”.




La piedra-centinela desgarra el vaho blanco de la mañana posible

Se mimetiza con el frío y acaso acabará escondida, como tantas otras,

En todo lo que huela a miedo, a extravío, a invitación dentro de mi taza…

la brizna pone su dedo sobre la porteña calle Perú y copula

tras el cristal-mampara en el Starbucks Coffee,

donde varios atlantes sostienen perseverantes el centenario edificio,

Y apenas alcanzo a divisar el agua nieve que cae

entre la ranura del tiempo y las alas de una paloma

como intentando repetir aquella noche, en otro café, pero en Venecia,

cuando el goteo imperceptible del agua helada contra la vieja luminaria de luz opalina,

casi una candileja de nieve, nos hizo gritar en éxtasis…

Entonces vuelvo a pensar que sólo los amantes tardíos

pueden darse el lujo de agua nieve en la ciudad de los 354 puentes y las 118 islas.

Algún que otro recuerdo distante se asoma,

surge entre las nieblas del músculo cardiaco………enfila sus cauces

y derrama un líquido escarlata que se adhiere a la lengua.

Y es que mis ojos se siguen resistiendo a los encuentros de cafés en las grandes ciudades.

Estiro la mano para intentar coger eso que se desvanece,

como lamento helado con sabor a pócima árabe

y apenas acaricio una gota gélida que se diluye – como la vida misma –

entre el parpadeo que me despereza y el olor de la harina horneada

que viene de la cocina, donde acaban de prender todas las lumbres del mundo.

Fuera remordimientos… fuera quebrantos acumulados...fuera intemperie,

Mientras hago remolinos con mi cuchara dentro del líquido ambarino,

Lo saboreo como quien bebe un caldo de semillas amargas

que me dejan sobre la pequeña mesa para enterrar el tiempo muerto

que se ahoga en el fondo de mi infusión.

Borrón y cuenta nueva, será hoy el secreto para que todo cicatrice

y duela menos…. para que todo se pierda en el frío de afuera

que manosea el azogue y decolora el entorno que sólo yo desempaño

con dificultad como quitando una sombra que todo lo eclipsa…..hasta mi respiración seca.

Si tan sólo pudiera remendar la torcedura que dejó la expatriación,

como quien zurce un pañuelo de seda tejido por mi madre,

dulcificar su efecto, olvidar su ponzoña… perder la memoria dentro mi pocillo de café.

Aprieto los dientes como buscando calor interno y me sumerjo en la escena

que transpira cierto vaho a toda la canela azucarada del universo,

entonces no soy más que un ignoto hombre inmóvil….absorto y desterrado

que escucha curiosamente la procesión que está por pasar frente a la ventana.



                  Buenos Aires, tres grados, aguanieve. 6 de junio 2012.