miércoles, 28 de octubre de 2009

Caligramas escritos sobre la piel




Colografía de la artista cubana Belkis Ayón (1967-1999).


“Me has grabado tu nombre en los hombros, me has distinguido con tu marca. Las yemas de tus dedos se han convertido en bloques de imprenta, estás componiendo un mensaje sobre mi piel que le da sentido a mi cuerpo. [...] Escrito en él hay un código secreto”.

Jeannette Winterson

En el trazo profundo que llevas en el hombro
un colibrí revolotea asustado y mira de soslayo tu huesudo cuello,
husmea los olores y escucha tu cáustica manera de involucrarte,
es testigo mudo del laberinto de decires de tus escaramuzas,
mientras en otro dibujo cercano una víbora vomita su lengua
y amenaza con cazar la presa.
Sobre la tinta roja y azul de la bandera que te acaban de
tatuar abrazando el pecho, junto a una orquídea morada que te
regalaste para el último cumpleaños,
(siempre ese adicta compulsión al autorregalo de códices)
la filosa puntada de la aguja tejió varias ficciones, quizás un aforismo:
no volverás a vivir donde naciste, tus cenizas serán esparcidas lejos de
los tuyos, nadie te recordará cuando mueras… sólo tu perro.

En el tatuaje abstracto, (el primero que te hiciste en la espalda),
aquel donde dos sexos confusos se enredan en un apretón asfixiante,
promiscuas gotas de sudor se posan ahora desatando
insólitas interpretaciones, algún litoral sinuoso
adonde no llega tu marejada, cierto oculto simulacro,
un reproche convertido en expiación,
aquella escapatoria que siempre supo a estigma, a destierro.
Desde la puerta abierta del baño mientras te duchas
puedo avistar el afinado caligrama que se oculta
en lo más velado de tus entrepiernas /
La Habana te sigue quedando lejos pero pretendes
volver cada noche cuando te miras esos puntos oscuros,
la grafía que exhibes impúdicamente como documento de identidad
e incisión envenenada, cierto enigma ininteligible cual rompecabezas,
mueca de barricada en pleno cónclave político caribeño,
que sazona la propaganda fort export remachada en la piel.
En todos los riscos de tu dermis la escritura retumba
con vibra huracanada, truena y esculpe con sangre
su memoria para no cicatrizar,
(único lujo que no se pueden dar los peregrinos).
Con mucha paciencia consigo abandonar la interpretación de mensajes
de tu difusa geografía, los esquemas receptivos de lectura,
los pliegues de la historia, la sumatoria de todas
esas identidades signicas y desgarraduras
almacenadas sobre la carne.
Estoy frente al itinerario de un sujeto en dispersión que tú no reconoces.


Buenos Aires, 28 de octubre-2009, sin tatuajes visibles.

jueves, 22 de octubre de 2009




"La falsa moneda", interpretada por la cantante mallorquín Concha Buika.

miércoles, 21 de octubre de 2009




La Niebla", interpretado por Concha Buika (Niña de Fuego, 2008).Esta magnífica cantante proveniente de Guinea Ecuatorial, creció entre gitanos. Su música mezcla el flamenco con el soul, el jazz, el funk y la copla. Es una de las interpretes más singulares del panorama de la música española actual.

sábado, 17 de octubre de 2009

Foto de mi reciente libro, llegado a Buenos Aires





Blogación mundial por la Libertad en mi país, que será realizada el 20 de octubre, el "Día de la Cultura Cubana".

viernes, 16 de octubre de 2009

Errante borrasca en sitio ajeno




Obra del artista cubano Cundo Bermúdez.


“(…) el cuerpo volverá a ser un jubileo, una acción de gracias (…)”

Abilio Estévez, “Manual de las tentaciones”.

Elegir entre un espejo y una puerta
entre un pequeño cristal con azogue y una astilla ligeramente vana,
sortear ese ínfimo resquicio de libertad que sorprende,
sobre todo viniendo de confines geográficos desdibujados,
de archipiélagos en estampida, de tierras que el viento esparce
huracanadamente como aquel eufemismo dicho de consuelo
(ante la primera arruga en el rostro);
preferir cristal o añicos, leña de árbol caído o vanidad narcisista.
Y si por alguna malsana casualidad (que también causalidad)
detestara las alternativas, los concilios ante el vidrio inerte,
empañado del vaho cálido de la ducha o el susto ante lo desconocido
que llega, que se asoma con rostro de duende
o las interrogantes excesivas conducentes a la nada
a la espiral de un destiempo nuevo que se calcina bajo mis zapatos.
Me desvisto frente al cristal y no quiero mirar
los signos que la intemperie almacenó bajo mi abdomen
no deseo advertir mi piel reseca, cuarteada por la falta de líquido y colágeno
mis párpados caídos y cierta carnosidad bajo mis ojerosos fulgores,
las noches de vigilia dejaron sus huellas visibles
ciertas señales de un imposible reverso.
Y pensar que nos pretendíamos Todopoderosos,
en permanente equilibrio, inalcanzables machos cabríos
que desandaban las calles (en irreductible aventura)
y todo aquello era otro acto de magia, otra premonición a destiempo.
un relámpago en sitio equivocado, una borrasca en el horizonte.
Cierro nuevamente la puerta para dar cabida al secreto y escucho
por única vez tu voz acorralada, la falta de aire en tus pulmones
y aquel gesto de: “ya nada me turba, sólo quiero un fragmento de letargo”.
Observo el ventanal del cuarto y veo pasar tu sombra, tu alma en destierro
como una fulgor de quietud, tal vez una nimia reliquia oscura
que vaga errante por aquella casona desmantelada
(sin hipótesis de regreso cierto).

Buenos Aires, 14 octubre/2009, entre el tedio y la sombra.

domingo, 4 de octubre de 2009

Se nos fue Mercedes Sosa: la voz de la Tierra.





Mercedes "La Negra" Sosa (Tucumán, 1935-2009) interpreta como nadie una canción que hizo suya y paseó por el mundo, "Alfonsina y el Mar", obra de la chilena Violeta Parra.

sábado, 3 de octubre de 2009

Oraciones en el pabilo de la vela



Obra del artista cubano Michel Blázquez, de su muestra La Revestidura del tiempo.






“Cuántas veces has tenido que beberte las lágrimas de hiel
de no ser puro como un ángel”. (*)

*Cintio Vitier (1921-2009), en Examen del maniqueo


Lo queríamos todo… hasta la “carne de los dioses”(*)
y nos contentábamos con vivir entre relámpagos y peces
frente a aquella bahía turbia que parecía regurgitar sus tumores
y sus procacidades abruptamente, sin darnos tiempo al respiro
hondo, a la salvación redentora, a la salida a la superficie.
Jugábamos a inhalar todo el aire salino del maderamen/
mascarón de proa-isla a la deriva sin cuadrante ni destino fijo.
En constante crepúsculo intentábamos llenar las alicaídas alforjas
para la hora de la cena, sólo que la familia habitaba varios archipiélagos
y el cónclave no era permitido por razones de distancias,
de fuerza mayor, de salvoconductos que nunca aparecían
ni en las horas luctuosas.
Tampoco teníamos mucho que llevar al exánime paladar, que
extrañaba los dulces caseros y los asados de la abuela,
pero eran otros plazos y nada se podía hacer más
que engatusar la panza, tener paciencia y rezar.
En la cocina se escondían los menguados víveres
para la hora de las tempestades e ingeríamos a cuentagotas
pequeñas raciones de guerra que alcanzábamos a comprar
en el disciplinado mercado, con dinero proveniente de la vituperada
y salvadora diáspora familiar.
Las comunicaciones resultaban tan caras que apenas podíamos
con esa sensación de orfandad de la que intentábamos
sobreponernos(estérilmente),entonces éramos sacudidos
del letargo por los dioses con sus carcajadas heréticas/
sus palabras de amargo dulzor y algún que otro cadáver exquisito
(ahogado en una mazmorra de clausura).
Las letanías de palabras desde algún periódico intentaban
sentar dogmas cuando la salvación no estaba en exhibirse
por el mundo con la desvergüenza de quien tiene poder testamentario
y pondera su suerte en ese ejercicio del afuera, de simular ser Dios.
De noche las fuerzas del mal jugaban a desatar adversidades/
a alejar los números de la suerte entre alcohólicos de zaguán
y muchachas que exhibían sus labios rojos como un carnal instrumento
de fajina y ponían anuncios calientes en páginas web
con el deseo de encontrar algún aristócrata sin escudo familiar,
pero con pasaporte europeo que las rescatara del tedio y la inanición.
Un mal augurio lo histerectomizaba todo
y nuestros hijos tatuaban en sus piernas
aquella bandera de tres colores que ya enrumbaba esquiva
al fondo del mar…pero había que respirar,
aunque más no fuera un bocanada/escapar de aquella rutina-amorfa
y sólo quedaba la ficción, seguir diciendo torpemente:
“Seremos como el Che” o “Patria o Muerte”, con el desconsolado y engañoso:“Venceremos”, sabiendo que el territorio
de la luz estaba en eclipse creciente y condenado
– ya nadie lo dudaba - a la colectomía por tozudez senil.
En la noche arder como signo perpetuo de cualquier hoguera
nos llenaba de pájaros las cabeza y rescatábamos la fe en el silencio/
entonces creíamos que aún era posible la esperanza en el pabilo de la vela pero nuevamente el vendaval mudaba sus halos
batía con furia sobre la llama y la luz vaticinaba otra nueva ausencia.
En ese riada cielo abajo se nos iban los enojos, tantas treguas,
tantas oraciones, se extraviaban las respuestas y los límites buscaban
sus resguardos en otra habitación con placidez de sombras.

Buenos Aires, 3 de octubre, sin estampita alguna.