viernes, 11 de abril de 2008

Surfear en lo turbio



Obra del artista cubano, Roberto Fabelo.





"Eres y serás lo que recuerdas, / lo que una vez llegaste a imaginar”,
de Reinaldo García Ramos, en La quietud).


Pisar el rellano, el descansillo de la vida
imaginando un pedazo de ventana que no muestra
perspectiva alguna,
sólo una pequeña sombra descolorida, un alarido
que viene desde adentro, desde las lacias tripas,
intolerantes al crecimiento atípico e impávido de sus células,
a la patología que carcome y necrosa/ al tumor
que lo engulle todo o a la presión que paralizará la máquina.
Descender abruptamente el escalón, caer, levantarse
con las manos enrojecidas (adoloridas por el batacazo)
con la boca pastosa y las amígdalas inflamadas,
pero sin pus,
acompañando esa luz menstrual, casi uterina
que el semen no alcanza a conmover y fundir/ a procrear.
Degustar una cena recalentada e insabora
detrás de una voz radial (en off, que sube y baja a fondo de),
como debe decir en los malos guiones,
que rompe la rutina intentando acariciar
por dentro el cuenco del tímpano
y sólo consigue un lamento oscuro, un pozo ciego
sin olor a mar, una caja negra intelectualmente vacía
donde la rutina vaga disonante hasta el escondrijo
comatoso de la axila indiferente al desodorante matinal
y de ahí descarga sus incertidumbres en el intestino húmedo.
Surfear hasta donde llegue el impulso y caer como un amasijo
caliente que entumezca la lengua, que te atragante y paralice
como un eructo repentino
en medio de una conversación formal, que perece semejante
a cierta desazón muda, que te saca las ganas vespertinas
de orinar y te eclipsa hasta los ojos.
Sólo entonces es que te traigo de vueltas, al comienzo/
sin rellanos ni descansillos
sin ventanales ni cenas disonantes, evadiendo formalidades
que pulvericen esa ligadura/ sin altares con festejos afros
sin afeites que te adornen/ como llegaste al mudo mundo.
Y te retengo en el silencio, te exprimo completamente/
hasta lo inadmisible intentando resucitar viejos tiempos,
recordando antiguas riñas, grandes rencores,
pero son sólo eso: vanos intentos de resucitación forzosa,
traqueotomías
de puertas abiertas que buscan aires portuarios y salitre
en una ciudad temerosa/ contraria al mar y al discurso libre.
¿No sé qué hacer cuando todo se detiene y confundo los olores
y sonidos? Entonces las ganas intentan evaporarse tibiamente/
me paralizo/ dejo de surfear en lo revuelto
y siento músicas "naúsicas",
que me quitan las fuerzas de seguir encima de la tabla por temor a
caer en las fauces de los tiburones y me dejo caer para siempre.
¿No sé si darte de comer como a las avecillas raras, inventarte
un mar sin corrientes traicioneras o echarte lejos de mi almohada hosca
hasta que recuerdes?


Buenos Aires, Enero-2008