miércoles, 15 de octubre de 2008

Aliño para los malos ojos







Obra
"Cuatro músicos negros",
del artista cubano,
Cundo Bermudez.






“Lo difícil es crear cuando el contexto real desaparece
y se imponen las íntimas fronteras”.

Rasa Todosijevic.


Vuelvo a mi maderamen, a mi mascarón de proa sureño/
y escucho un cuarteto de músicos negros,
pero antes tiro los frascos vacíos de los after shave, del pasado verano/
que se amontonan en el botiquín de mi baño,
donde el espejo yace cubierto por una tela blanca para evitar forcejeos
con el adolescente que fui de pelo enrulado y bigote rojo/
excreto – acuclillado - mis propias vahos en el sanitario
e intento un culto vudú que me devuelva sin rompimientos
ni límites a mi primigenia tribu/ .
pero ahora sólo encuentro pájaros de mal agüero
y vaticinios foráneos/macumbas que regurgitan en las márgenes
e intentan meterse dentro/
mezclo mis hojas de papel con agua, las macero y las pongo al sol
con canela de Ceilán comprada en ciertas ruinas peruanas
pues preciso de cuartillas re-blancas, re-puras, re-indoloras
morir vivo ante cada idea, ante cada golpe de teclado, re-crear
viejos párrafos enlutados del almanaque, volverlos a sentir lacerantes,
en fuga hacia el interior de alguna vieja maleta que ya no uso
en la que se carcomen y gangrenan los álbumes fotográficos
(que ya no veo).
No son estaciones de entibiados parlamentos,
de palabras fútiles y pútridas, de oquedades políticas
de bajo perfil enfundadas
en discursos obsoletos y sesentistas
prefiero escuchar a Edith Piaf macerar “La vie en Rose”
amargado karaoke para las tardes de burdel de su infancia,
lejos del circo donde creció.
En una esquina del aposento, tras mi espalda
una decena de arañas tejen baquianamente su red para
evitar aludes pretéritos y lastimaduras de antaño/
yo no quiero re-vivir añejas utopías sólo difuminarlas
en mi cristalizada masa neurodegenerativa de Alzheimer/
padezco, siento todavía la luz sin artificio que se cuela
por un hueco casi cinematográfico del cristal de la ventana
donde alguien miró sin sobresaltos algunas
celebraciones profanas.
Acullá, los monjes suben el campanario
lanzan su quejido matinal que rebota contra la vereda
y la impasible bóveda del techo/
hilvanan sus cánticos y rezos, antes de tener otra orgía
pendular en las celdas de enclaustramiento,
donde dicen rezar a Dios, sólo que lo hacen largas veces
al día y las ojeras los delatan/ hipan, se tocan,
beben y gozan sin impudor/
desde mi almohada puedo sentirlos aparearse de placer,
ensalivarse los ojos y no pronunciar ni una sola sílaba
pues tienen prohibido hablarse
quizás para no sentir los inmemoriales rencores mundanos.
Luego, van al río color león y lavan sus partes pudendas
y allí paz y en el cielo gloria.
Por dónde andaría yo cuando el comete Halley surcó la tierra y
dejó su traza imprecisa de suicidios en caída libre
qué frontera cruzaba, qué Paso de los Libres recorría
cuando colapsaban las bolsas del mundo y se licuaban
los pasivos de los ahorristas del Banco Lehman Brothers,
hacia qué lugar volaba cuando alguien que quiero cerró sus ojos.
Al parecer, ya ni los vestidos rojos pueden contra los malos augurios.


30-10 2008.
Homenaje al artista cubano, que acaba de
fallecer,en Miami,Cundo Bermudez.

Suicidios: ¿Alguien habló de los naufragios?




Obra de la artista cubana, Belkis Ayòn.





Cada día alrededor de 3.000 personas ponen fin a su existencia, en el mundo. Se dice que, al menos 20 intentan suicidarse por cada 1 que lo consigue. Este flagelo se ubica entre las tres primeras causas de muertes mundiales, entre personas de 15 a 44 años. En Argentina, provoca 8,5 decesos cada 100.000 habitantes al año.

Por: Lic. Juan Carlos Rivera Quintana
Especial para Biblioteca mèdica.com.ar


Puso los pies sobre la fría baldosa del cuarto para sentir la sensación de humedad que tanto apetecía. Sentada en la cama intentó ponerse de pie, pero sus movimientos eran más lentos que de costumbre. Una amalgama de melancolía, remordimientos, angustia, apatía e incapacidad le invadía. Hacía días que había dejado de mostrar interés por el aseo y cierto desaliño le dibujaba el semblante.

Se miró ante el espejo y notó su rostro contraído, una expresión apesadumbrada y dolorosa marcaba pronunciadamente las arrugas de su cara; había envejecido unos diez años. La fatiga y la soledad no le abandonaban.

Alfonsina Storni, calificada ya por la intelectualidad de su tiempo como una de las más grandes y prometedoras poetas argentinas, estaba enferma de vida, o quizás de muerte. Ocupó la pequeña banqueta de su escritorio y tomó un blanquísimo pliego de papel. Dispúsose a escribir un poema titulado: “Voy a morir”. Sobre la hoja emborronó: “y ni mi boca tiembla ni se me anima el llanto: Ya no odio ni sufro, solamente muero”.

Pocos días después se quitaba la vida arrojándose al mar en busca de la dulce serenidad que nunca encontró. Los psiquiatras diagnosticaron una depresión psíquica aguda, debido al padecimiento de un mal incurable. Su apatía cerebral la conducía a la autodestrucción; los ansiolíticos, sedantes y antidepresivos nada pudieron lograr. Dicen que a pocos llamó la atención una triste mujer en un viejo espigón de Mar del Plata, durante una oscura madrugada de fuerte oleaje.

¿Entre Eros y Tanatos?

Pero, ¿qué es el suicidio y cuáles son sus causas? Se llama suicidio a toda muerte, mediata o inmediatamente, de un acto realizado por la víctima misma, sabiendo que debía producir ese resultado, según Émile Durkheim, (1897), uno de los fundadores de la sociología moderna. También se enuncia que es un episodio de autoperjuicio, llevado adelante con conscientes intenciones destructivas en la búsqueda (equivocada) de solución para un problema existencial. En tanto, por conducta suicida se entiende todo comportamiento humano “impregnado de fantasías, deseos e ideas de muerte”.

Cada día alrededor de 3.000 personas ponen fin a su existencia, en el mundo. Se dice que, al menos 20 intentan suicidarse por cada 1 que lo consigue. Este flagelo se ubica entre las tres primeras causas de muertes mundiales, entre personas de 15 a 44 años, según informa la OMS.

En tanto, en Argentina, el suicidio provoca 8,5 decesos cada 100.000 habitantes al año, según datos del Ministerio de Salud de la Nación. Ello notifica que aunque la mortalidad por suicidio es relativamente baja, si se lo compara con las estadísticas mundiales, si inquieta que dichos eventos constituyen un problema en progresivo ascenso, en las últimas dos décadas, (cuantitativo de consumaciones) y que la proporción de defunciones de jóvenes por esta causa se ha incrementado de un 19 a un 30 %, entre 1980 y 2002 (la tasa de mortalidad en varones es superior 4 veces a la de mujeres). Y estas muertes son todas evitables, sobre todo si los expertos en salud mental detectan los grupos de riesgo y los posibles suicidas y puede planificar una política de prevención, en ese sentido.
El Dr. Carlos Di Nanno, Coordinador Nacional de Salud Mental, ha explicado recientemente a varios medios nacionales y agencias informativas que “los motivos de suicidio en Argentina no son diferentes a los de otras partes del mundo: problemas psiquiátricos, trastornos depresivos, psicosis, enfermedad bipolar, o causas no biológicas como la soledad, la distancia, el desarraigo e incluso la escasa luz del día del sur, en la época invernal”.

Al referirse a las franjas poblacionales en las que mayor cantidad de suicidios ocurren, el experto ha expresado que “la base es bastante amplia, pero básicamente se produce en personas de edades económicamente activas, entre los 18 y los 60 años, en el 90 por ciento de los casos. En la Argentina, además, se han producido zonas de brotes suicidas en algunos pueblos de La Rioja, Catamarca, Neuquén y Santa Fe, en los últimos años.

Sobre el asunto, el Dr. José Lumerman, médico psiquiatra y director del Instituto Austral de Salud Mental de Neuquén, ha llamado la atención, actualmente, acerca de que las cifras de suicidio en su provincia son más que preocupantes. En Neuquén “constituye la primera causa de muerte (entre los 15 y los 25 años), seguidas de las muertes por accidentes de tránsito y los homicidios. Pero hay que considerar que en ese lugar ese último síntoma de un trastorno mental grave ocupaba, hace 20 años, el tercer lugar. Y lo más siniestro del asunto es que se están matando seres humanos por enfermedades que son curables”, acota el experto.

Los expertos en salud mental coinciden en apuntar que las personas que no viven solas o están casadas tienen índices de suicidios menores que los que viven solos/as, se divorciaron o son viudos/as. Además, la incidencia de un buen estado de salud física es igualmente proporcional al riesgo más bajo de suicidio. En tanto que un 5 % de todos los episodios suicidas los cometen personas sin enfermedad mental, que padecen patologías orgánicas graves, como cáncer o HIV, y el dolor discapacitante.

La existencia de depresión y enfermedad mental potencia los riesgos de suicidio. Estudios realizados por la OMS revelan que los enfermos depresivos están más expuestos a accidentes y suicidios que las personas sanas. De los 3.000 suicidios que ocurren diariamente en el mundo, 1.400 son cometidos por personas en estado de depresión y hay que saber que el 20 % de las personas en el planeta la padecen alguna vez en su vida. Ello no significa que sean sinónimos.

Los síntomas psiquiátricos con mayor repercusión, a corto plazo, que mayor inciden en el riesgo suicida - al decir de los expertos en salud mental – son la presencia de anahedonia o incapacidad para sentir placer de las cosas cotidianas y simples de la vida; la ansiedad; los ataques de pánico; el abuso de alcohol y drogas; los maltratos en la infancia; el aislamiento social; la esquizofrenia (10% de los esquizofrénicos terminan con su propia vida) y los antecedentes de suicidio en familiares de primer orden. Se sabe, además, que el abuso de alcohol y sustancias psicoactivas quintuplican el riesgo de suicidios.

También constituyen factores desencadenantes la pobreza, el desempleo, la pérdida de la autoestima, el fallecimiento de seres queridos, una discusión, la ruptura de relaciones; los problemas jurídicos y hasta los traumas propios que generan las contiendas bélicas. De esta manera, en los últimos tiempos, se ha hablado de los suicidios de ex combatientes argentinos de la Guerra de Malvinas (que ya es superior al número de soldados caídos en combate). En la campaña murieron 649 soldados, según la Asociación de Veteranos de la Guerra de Malvinas, pero actualmente se dice de 454 ex combatientes se quitaron la vida por las secuelas físicas y psíquicas que les dejó la conflagración.

Prevención: una política urgente

Los expertos en salud mental apuntan que no se pueden prevenir todos los suicidios, pero si la mayoría, sobre todo si existen profesionales altamente calificados en la atención primaria de salud, a nivel comunitario que conoce sus grupos vulnerables y poblaciones de riesgo (dentro de las que se incluyen los sujetos en crisis, los niños y adolescentes, los enfermos con patologías graves y dolorosas, estudiantes, prisioneros, jóvenes del servicio militar, inmigrantes y personas desempleadas). De ahí que muchos programas nacionales de prevención, en la región, hagan hincapié en la urgencia de reducir, dentro de las viviendas, los medios para suicidarse (como pesticidas, medicamentos, armas de fuego, combustibles, etc.). También se plantea la necesidad de tratar a las personas con trastornos mentales y particularmente a quienes padecen depresión, alcoholismo o esquizofrenia y, sobre todo, darle seguimiento a los pacientes con intentos suicidas (porque siempre hay un aviso previo).

Por su parte, los medios de comunicación están obligados (por razones humanitarias) a darle un seguimiento responsable a la temática, reforzando el conocimiento ciudadano sobre la conducta suicida e intentando disminuir sus reportes de noticias sensacionalistas sobre el asunto, que en nada contribuyen a mejorar el panorama. Además, las autoridades sanitarias provinciales y municipales deben mejorar sus servicios de salud mental y su disponibilidad de acceso en ámbitos escolares y comunitarios, pues sólo de esta manera se proveerá de soporte social y médico a personas en crisis situacionales. Sin dudas, todos debemos contribuir, desde nuestros espacios, para erradicar este flagelo, que ya se ha convertido en un problema de salud mundial, en un verdadero naufragio en muchas existencias familiares.

Recuadro 1

Cifras, epidemiología y demografía suicida


Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2004), cerca de un millón de personas en el mundo se suicidan cada año. Se calcula que por cada muerte atribuible a esa causa se producen entre 10 y 20 intentos fallidos, que se convierten en lesiones, hospitalizaciones y traumas emocionales.

Cada 40 segundos una persona comete suicidio en alguna parte del mundo. Cada 3 segundos una persona intenta quitarse la vida. Las tasas más altas de suicidios se registran en Hungría, Alemania, países escandinavos, Japón y China (en este último país, 300.000 suicidios anuales). Los países anglófonos, como Estados Unidos, Canadá e Inglaterra presentan cifras intermedias y las tasas más bajas de Europa se presentan en Grecia, Italia, España e Irlanda.

En nuestro país, se registran 8,5 decesos cada 100.000 habitantes al año, alrededor de 3 mil suicidios y aproximadamente más de la mitad se llevan a cabo mediante armas de fuego y ahorcamiento.

En el mundo, cada 4 suicidios completados 3 son de hombres y 1 de mujer. Algunos autores explican esta diferencia por la presencia de mayor alcoholismo y drogadicción entre hombres, que en mujeres.

Los índices de suicidios tienen su máximo crescendo, según la edad: hay un ascenso de las tasas en la adolescencia, luego una traza de meseta y vuelve a subir progresivamente a partir de los 45 años de edad.

Mala praxis en medicina : ¿Industria del litigio?





"Flora", del artista cubano, René Portocarrero






En nuestro país, 1 de cada 5 médicos son demandados por pacientes o familiares por daños como consecuencia de un tratamiento, ya sea clínico, quirúrgico o medicamentoso. Ello trae consigo el aumento de los costos hospitalarios pues los especialistas prescriben más estudios que los necesarios para “cubrirse” ante cualquier eventualidad. De esos juicios sólo uno de cada tres juicios se inicia contra un médico; los otros dos, contra prepagas y obras sociales.



Por: Lic. Juan Carlos Rivera Quintana
Especial para Biblioteca Médica.com.ar




Hace algún tiempo, la sala “A”, de la Cámara Civil, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ratificó una condena contra un famoso cirujano plástico de la farándula, quien estará obligado - si no lo hizo ya - a indemnizar con 200 mil pesos a una paciente ($ 55 mil por incapacidad sobreviniente y otros $ 50 mil por daño moral), que se sometió a una intervención quirúrgica para embellecer su imagen, con un lifting de cara y cuello, pero luego comenzó a padecer discapacitantes problemas de salud, que la obligaron a dos operaciones más.

La Justicia porteña y los peritos del Cuerpo Médico Forense, determinaron que la paciente tenía el hombro derecho caído, que le limitaba la elevación del brazo, debido a la operación plástica, que resultó de excesiva extensión subdérmica en la búsqueda del máximo levantamiento de los tegumentos y le ocasionó serios problemas de salud y la disminución de la actividad social.

Este es sólo un ejemplo ilustrativo de los tantos litigios que tienen lugar anualmente, en nuestro país. Pero sin dudas, la sociedad argentina ha perdido - bastante - la confianza en el quehacer profesional de los médicos y mucho más en el buen hacer de prepagas y obras sociales, a las que consideran negocios jugosos y lucrativos. Ello aunque resulta una verdad dura y rotunda es una realidad casi irrebatible, respaldada por la enorme cantidad de querellas por mala praxis que tienen lugar cada año.

Por sólo citar un dato, Argentina se ubica en uno de las primeras lugares de Latinoamérica, donde se inician más demandas legales por mala praxis: 1 de cada 5 médicos argentinos son demandados por pacientes o familiares por daños como consecuencia de un tratamiento, ya sea clínico, quirúrgico o medicamentoso, según se dio a conocer, recientemente, en el XI Congreso Argentina de Salud, realizado en Salta, por la Superintendencia de Servicios de Salud.

Alrededor de 40 mil profesionales en Argentina sufre, al menos, una demanda por mala praxis, durante su desempeño profesional. De estos litigios legales 1 de cada 3 son iniciados contra los médicos (existen unos 40 mil galenos demandados), los otros dos se comienzan contra prepagas y otras sociales. Ello trae consigo el aumento, el encarecimiento de los costos hospitalarios (500 millones anuales), pues los especialistas prescriben más estudios que los necesarios para “cubrirse” ante cualquier eventualidad.

Comunicación vs. Incomunicación

Pero, ¿qué es la mala praxis? Nos referimos a ella cuando alguien sufre un daño como consecuencia de un tratamiento, ya sea clínico, quirúrgico o medicamentoso; guarda relación con la existencia de una conducta negligente, inexperta o imprudente del profesional médico o una falla de la organización empresaria dedicada a cuidar la salud de las personas, que podría causar en forma directa una lesión o la muerte. Es decir, cuando el enfermo sufre un resultado distinto al que creía que iba a alcanzar, a través de un tratamiento médico, lo cual no significa que eso sea verdaderamente así. Lo que ocurre es que muchas veces, por una parte, hay una carencia de información que el médico brinda al paciente, vinculado con los riesgos, los beneficios y las alternativas del tratamiento que propone. De manera que cuando el paciente no conoce exactamente que el proceder médico, tal vez, le pueda producir daño y considera que esa lesión está ocasionada por el galeno, por el sistema o por el equipo, es que se habla de mala praxis. Sumémosle a ello que, en múltiples ocasiones, el paciente y sus familiares se hacen asesorar por abogados y estudios, especializados en estos menesteres (convertidos en modus vivendi para dichas instituciones), que lejos de intentar mediar en el conflicto incentivan estas querellas con fines económicos ventajosos.

Para el Dr. Fernando Mariona, vicepresidente de la Asociación Latinoamericana de Gestión de Riesgos en Instituciones de Salud (ALGRIS), el problema está centrado, fundamentalmente, “en la despersonalización de la medicina, descrita en la literatura desde hace algún tiempo, donde el paciente se transforma en un número más, se pierde la comunicación médico-paciente, el experto desconoce la cultura del pedir perdón cuando comete un error médico, del explicar a los familiares del enfermo sobre los procedimientos y los pasos a dar. Por otra parte, en nuestro país hay todo un sistema dentro del cual el médico no es más que una pieza dentro del engranaje. Por ello no hay que hablar únicamente del especialista, sino del sistema todo. Es decir, el sistema son las obras sociales, las empresas de medicina pre-paga y después los sistemas públicos. En las empresas de medicina pre-paga y las obras sociales hay un financiador, un gerenciador que emplea al médico para trabajar y le dice: ‘para que esto sea rentable, usted tiene que atender a tantos pacientes por hora, tiene que hacer hasta aquí nada más y no mucho más que eso, cuidado con lo que indica porque esto tiene que estar dentro del nomenclador y nosotros debemos analizar si se precisa o no hacer’. También se le presiona en relación con la menor utilización de métodos diagnósticos caros y la remisión al especialista. El médico no puede realizar una medicina de calidad porque el financiador se lo impide y queda como entrampado, recibe honorarios bajos y hasta tiene que pagar su seguro profesional. No por gusto, el incremento de las demandas legales ha obligado al 65 por ciento de los médicos a contratar seguros en forma particular”, apunta el abogado.

En tanto, para el titular de la Asociación Civil de Actividades Médicas Integradas (ACAMI), Marcelo Mastrángelo, “si los juicios siguen en aumento, en la Argentina, podrían colapsar el sistema de salud, ya que estos litigios obligan a destinar en forma adicional alrededor de 500 millones de pesos anuales al sistema sanitario para hacerle frente a estas demandas”.

No hacer daño

De ahí que desde el ACAMI se han sugerido reformas legales a la normativa vigente que regula la mala praxis como “reducir de 10 a 2 años el plazo para iniciar las demandas, acotar el beneficio de litigar sin gastos, ordenar pericias a cargo de cuerpos técnicos oficiales, limitar los montos indemnizatorios con topes financieros y otorgar obligatoriedad al informe técnico científico”, entre otras propuestas.

Por otra parte, la Asociación de Médicos Municipales, así como el Colegio de Médicos, no se cansan de denunciar, que existe una “industria de mala praxis, del litigio, de los pleitos” y concuerdan en que, más allá de casos puntuales, la mayoría de las demandas que se inician contra médicos y obras sociales y prepagas no están justificadas y sólo benefician a los abogados, que reciben jugosas compensaciones económicas por costes legales.

“El hecho de que los presuntos delitos por mala praxis prescriban recién a los 10 años, en nuestro país, según las normas vigentes, crea un marco de gran incertidumbre para quienes ejercen la medicina”, coinciden en indicar muchos expertos.

Novedosas técnicas están siendo introducidas para mejorar la comunicación, la relación del médico con el paciente; es decir la gestión del riesgo para evitar la producción de daños, que son evitables. La OMS ha puesto en marcha una iniciativa, consistente en una Alianza Mundial para la Seguridad del Paciente intentando reducir el número de enfermedades, traumatismos y decesos que se sufren en las instalaciones médicas al recibir atención sanitaria. Este proyecto se puede resumir en su lema central: “Ante todo no hacer daño”.

Se trata de que se sincere la relación con el enfermo, que exista el respeto, la comprensión del proceder profesional, la compasión, las disculpas y perdones ante cualquier error, si fueran necesarios (y sobre todo, en el momento oportuno). En definitiva, los médicos son seres humanos y pueden equivocarse, como los propios pacientes, pues todos somos falibles (como la propia medicina), sólo que estos profesionales trabajan con la salud y la enfermedad, con la vida y con la muerte; tienen demasiado poder. Pero la negación y la postura profesional defensiva poco aportan a la solución de un diferendo de esta naturaleza, donde en muchas ocasiones familiares o pacientes dañados eligen el camino del juicio como venganza para buscar la paz.

Lo cierto, también, es que desde que los médicos les entregaron el manejo de la Medicina a los economistas, la Medicina se transformó en un negocio, que busca rentabilidad desmedida olvidándose del buen servicio y sólo pensando en los costos y los números. Nadie pone en duda que contar con equipamiento de alta tecnología, adecuadamente mantenidos, con medicamentos de última generación para las terapias, con materiales descartables y una estructura edilicia que brinde confort y seguridad coadyuva a mejorar el servicio médico. Todo ello puede ayudar más que antes a que todo salga perfectamente, pero también puede dañar mucho más. Son muchas las opciones que tiene el especialista y todo el equipo de salud para conseguir la eficacia técnica y curar o paliar la situación del paciente, pero actuar utilizando toda la tecnología disponible también, en oportunidades, genera desconfianza y los miedos propios de quien está en una posición muy vulnerable. La solución no la tenemos, no la tiene nadie, pero al menos es sano llamar la atención sobre dicho asunto tan espinoso, fuente de tantos diferendos.


Recuadro:

Especialidades que soportan mayores demandas por mala praxis

Obstetricia 26*
Cirugía 25*
Traumatología 14*
Pediatría 10*
Clínica médica 9*
Infectología 8*
Anestesiología 4*
Cirugía plástica 4*

*(en por cientos).