sábado, 25 de abril de 2009





"Peces de Ciudad", interpretada por Ana Belén.

lunes, 20 de abril de 2009

Peaje para “difuminar” islas




Obra del artista cubano, Agustìn Bejarano.


“Más no hagas con prisas tu camino/ mejor será que
dure muchos años,/ que llegues, ya viejo, a la pequeña aldea”
“Itaca”, de Konstantínos Kavafis,


Ellos golpean la puerta, la tiran abajo inclementemente
las ráfagas huracanadas se cuelan por dentro de la casa paterna
(y lo tumban todo a su paso sin pedir permiso)
se despedazan los altares y los santos desnudos y tibios
caen sin quebrarse/ rodeados de un vaho a aguardiente/
a caña de azùcar, a hojas quemadas de tabaco, a palo de monte
observo cómo los funcionarios miran con recelo el álbum de la infancia,
los pocos juguetes que mi madre alcanzaba a comprar los dìas de reyes/
las pocas cartas que llegaban de mis tìos en el Norte,
los sellos de correos usados que yo coleccionaba para sentirme extranjero;
despedazan mi pasaporte (siempre lo hacen, es un mètodo)
terminan por lanzarlo a los tiburones,
“pequeños privilegios” de vivir rodeado de mar
de acertijos que ya nadie intenta descifrar /de canciones revolucionarias
que conminan al combate, cuando la guerra siempre està anunciada
y los enemigos siempre pueden llegar, pero nunca se personan y sòlo
mandan a sus emisarios.
¿Será que olvidè pagar mi cuota de peaje patrio y estoy en mora?
Mi encerrona insular siempre funciona
para aquellos casos en que la libertad se convierte
en un viaje-escapatoria/estampida de emergencia,
en un permiso de salida, oración dicha de rodillas
(antes de la partida)
mirando aquellos ojos de madre desde la reja de casa, esa clarividencia
que recrimina pero termina perdonando cuando ya poco se puede hacer
....más que huir o cerrar los ojos para siempre.
Afuera alguien grita el Himno Nacional y recita poemas de José Martí
pero yo sigo sin prestar atención/ los cánticos de alabanza me hartaron/
siempre recelé de las voces altisonantes y afinadas
imprudentemente monocordes.
Entonces empiezo a enterrar lo poco que me queda, lo superfluo que me rodea
la mordacidad de los mensajes que escucho en mi contestador
los dobles discursos, que cada día se me atragantan más en el gaznate.
Adentro, rebano a cuchillo mi carne, la macero con vinagre y sal
y escucho un viejo bolero-antìdoto que “me salve la vida y me cierre la herida”,
(si es que pudiera hacerlo... como si fuera tan fàcil)
adónde me refugiaré esta vez si ya no tengo tiempo para otra escapada a tiempo,
mis padres partieron y quedé exhausto,
(demasiada Padrenuestro-vano sin conseguir los tres deseos)/
Ante la casa sólo queda la polvareda de tierra roja
el hollín-estropicio que ciega, la muerte
y aquella foto familiar en el living que ya nadie recordará.
Efigie esperanza---tatuaje pegado a las retinas decoloridas
diferendo que no cesa---atavismos centenarios que perduran...
islote difuso que navega a la deriva con temor al naufragio
sabiendo que es el naufragio lo ùnico que existe màs allà de sus costas.
Aún mi perro ladra con ira e intenta huir como todos (todos se fueron ya)
pero no me quita los ojos de encima/
otra ausencia fingida me volverá a llevar al lugar del comienzo/
aquella casita-islote en La Lisa que yace dormida a la intemperie,
cerca de un yate remoto que mi padre agujereò
y dejó podrir en el mar para que no se lo quitaran
con un rotulo en su proa, que decìa: "Iraida", fantasma que
ahora volverá a hacerse a la mar con siete meses de embarazo
para seguir llegando al sitio equivocado
-sin que nada quede –.

20 abril, 2009; Buenos Aires-desde el ático.

Ceguera apodada Patria




Obra del pintor cubano, Cundo Bermúdez



”Yo no soy yo/.Soy este (…)/el que calla sereno
cuando hablo/el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera”.

“Ese”, de Juan Ramón Jiménez


Todavía se hunden mis manos en aquel revoltijo de tierra
(con sequedad de vendavales y abanicos sieterrayos)
apodado Patria/
apenas recorren gota a gota cada frontera, allí donde el
aneurisma azul
fue degenerando hasta transmutarse en río Quibú/
rancio miasma plagado del destierro de las malaventuras/
costurerito sepia con tufo de animosidades baratas,
donde apiñar los antagonismos de este mundo
país buzón, cuna telúrica, país simulación, cuna demarcación.
Todo ha comenzado a descomponerse dentro de mí
como aquella calesita pobre de la infancia
donde los caballos habían extraviado la mirada
pues entonces ya había muerto el tiempo
de las lisonjas y las vanidades/
y un caballo de yeso era tan sólo eso, una bestia inerte
que daba vueltas cansinas sobre una plataforma sin magia.
Era tan sólo una tendencia al boicot- vocación-infantil
para el instante de las pañoletas y los juegos
y yo me sentía histerectomizado, rebanado a cuchillo
expulsado del paraíso
y sin derecho a réplica. Ese sí era yo. Pero me hicieron
creer día a día/minuto a minuto que los infieles
(deberíamos arder en la pira)
con un vago olor a apetencias chamuscadas
que el ventarrón no alcanzaba a lanzar fuera de
sus límites por temor a una estampida infinita.
Venía de robármelo todo (o mejor, de pedirlo prestado):
la hamaca del kindergarten que daba rienda suelta
a mis deseos de ser ave para no retornar nunca más
a cierto punto del horizonte que llamaron utopía
(u hombre nuevo guevarista)/
e intentaba olvidar aquella caja de cinco colores de pasta
(mi bandera nacional sòlo tenìa tres, entonces alcanzaba)
que desataba mis ínfulas de pintor de concursos,
cuando realmente lo que quería era afear la realidad
difuminarla tras una niebla color relámpago
que lo arrancara todo de raíz sin posibilidad de retoño.
Después era sólo mi ceguera en el agua de esos ojos,
que fugitivos y oscuros iban camino a ningún punto
antes que comenzara a anochecer.

miércoles, 15 de abril de 2009

Los Sábalos: Cuando el río suena.... música trae




El grupo musical "Los Sàbalos", durante una producciòn fotogràfica en el Patio del Cabildo, en Buenos Aires,


Pequeños avatares de un sexteto que ha hecho de su existencia artística una razón de homenaje ferviente a la divulgación del son tradicional cubano.


Por: Juan Carlos Rivera Quintana

Dice un viejo adagio popular español: “cuando el río sueña, es porque aguas trae”. Y es que estos artistas, llegados de la provincia de Entre Ríos, en Argentina; Uruguay y La Habana, Cuba se encargan todos los días con su quehacer musical, al frente del septeto “Los Sábalos” de confirmar el viejo proverbio.

Comenzaron allá por el verano del año 2001, cuando decidieron juntarse un grupo de amigos con inquietudes musicales, de la provincia de Entre Ríos, la mayoría y comenzaron a hacer música popular folclórica latinoamericana, de Argentina, Brasil, algunas cumbias colombianas, algunos intentos de hacer sones cubanos y empezaron a compilar y escuchar mucha música tradicional, proveniente de esas regiones. De esa manera fueron armando el grupo y definiendo sus verdaderas inquietudes interpretativas, poniendo énfasis, sobre todo, en la parte instrumental.

Un sexteto de “cinco”

Cuando buscaban el nombre para el septeto, con el que querían homenajear a la provincia entrerriana, se les ocurrió llamarle “Los Sábalos”, como un pez muy consumido y pescado comercial y artesanalmente entre todas las poblaciones oriundas y aledañas de los estuarios del Río de La Plata y muy gustado por los habitantes de la provincia de Entre Ríos. Se conoce que el sábalo es uno de los elementos claves dentro de la cadena ictìcola de la cuenca del Plata; sus huevos y larvas son la base alimentaria de muchas otras especies, como surubíes y dorados, lo cual contribuye al equilibrio del sistema biológico. Su elevado valor comercial lo convierten en un preciado recurso económico alrededor del cual giran los intereses turísticos, sociales y ambientales pesqueros de muchas regiones. De ahí que es un pez que se ha convertido en el sustento productivo y laboral del valle argentino, en las zonas de islas, lagunas y riachos menores.

“Un buen día, en el año 2003, 2004 – comenta – Martín Halliburton, uno de los integrantes del grupo que toca el bongó y las tumbadoras, conocimos al prestigioso grupo de música tradicional cubana: “Septeto Matamoros”, que estaba de gira por nuestro país y a partir de ese momento decidimos que eso era lo que queríamos hacer: interpretar el son tradicional cubano. Les mostramos una grabación de uno de nuestros ensayos y resultó ser que hacíamos casi, sin saberlo, el mismo repertorio, que hacían ellos y nos ofrecieron apadrinarnos. Ellos venían de gira por dos meses a nuestro país y nos propusieron solidariamente pasarnos sus conocimientos musicales en la interpretación de los instrumentos, en el sentido del ritmo, los timbres y armonías, los coros, montunos y solos más autóctonos de la región oriental de isla caribeña, en la interpretación de ese género, que tiene un origen afro-caribeño-mestizo. Y las jornadas de ensayos, descargas conjuntas, montaje de voces y aprendizajes fueron muy provechosas”, cuenta nuestro interlocutor.

Para el alma divertir

Ignacio Piñeiro, el fundador, compositor e interprete originario del famoso grupo cubano: “Sexteto Nacional” solía decir: “El son es lo más sublime para el alma divertir, se debiera de morir quien por bueno no lo estime”. Y aunque era muy drástico en su propuesta, no le faltó razón al enaltecer un género que estaría asociado al porvenir y desarrollo de la música popular cubana. Los orígenes del son se remontan al siglo XIX, en el oriente cubano y ese ritmo, posteriormente, fue la cuna, la síntesis y el crisol de la música insular cubana. Sus raíces se remontan a las tonadas, cantos, lamentos y ritmos traídos a la isla caribeña por más de cien tribus africanas, que fueron sacadas a la fuerza por los españoles, en la etapa de la colonización despiadada con el fin de esclavizarles en las plantaciones de caña de azúcar, muchas fueron exterminadas literalmente pero sus ritmos quedaron y fueron transmitidos como cultura de la resistencia, de generación en generación.

De esa manera, cuentan que de una caja de bacalao con un brazo de madera cimarrona de los bosques cubanos y tres pares de cuerdas de curricán nació el tres, hoy primo de honor de la guitarra española e instrumento basal para interpretar el gustoso son; del fruto seco de la güira, con ranuras en su dura corteza se obtuvo la percusión hoy conocida como güiro; el bongó, clave en la instrumentación y armonía sonera se alcanzó de dos troncos ahuecados atados y tapados por uno de sus lados con la piel de un chivo, tensado al fuego... Pero el son no se quedó quieto y jiribilloso, saltó patios y conventillos de Santiago de Cuba, en la región oriental, y llegó a La Habana, la capital cubana, donde se estilizó, popularizó e internacionalizó, teniendo entre sus guías maestros a Ignacio Piñeiro, quien fundó el sexteto, en la década del 30, más exactamente en 1927, con casi cuarenta años de edad. En esos inicios dicho grupo tuvo como escenarios los tradicionales barrios obreros de Jesús María y Pueblo Nuevo y después alcanzó fama y relieve en Latinoamérica. El sexteto pronto derivó en septeto al incorporarle una trompeta, que le daría la gracia y la armonía que precisaba el género para llamar más la atención de los bailadores y terminar convirtiéndose en un suceso musical. Así el son, con sus estribillos, solos, claves y montunos terminó irrumpiendo en la música cubana y marcando un estilo propio, la diferencia necesaria para hacer escuela con obras como: “Cuatro palomas”; “Suavecito”; “Échale salsita”; “No juegues con los santos”, etc, todas de la autoría de Ignacio Piñeiro y Miguel Matamoros, otro de los integrantes de aquella agrupación-escuela.

De vuelta a “Los Sábalos”

Después de aquel enjundioso encuentro entre el “Septeto Matamoros” y “Los Sábalos” el formato tìmbrico y armónico del grupo cambió y según confesiones de los músicos entrerrianos “de lo que nosotros creíamos que era son tradicional cubano a lo que realmente comenzamos a tocar después de aquellas jornadas de aprendizaje e intercambios musicales había una diferencia bastante grande”.

Lo del deseo e interés de interpretar música cubana les llegó a los chicos de “Los Sábalos” por lados distintos, pero todo termina de cerrar después de la salida del primer disco de “Buena Vista Social Club”, este suceso musical internacional los acercó aún más a la investigación de las grandes leyendas de ese género. A raíz de ese fenómeno cultural se comenzaron a editar y a darse a conocer toda una serie de interpretaciones del son tradicional cubano, se produce una especie de revival, de resurgir de esa música olvidada y hasta los propios cubanos empiezan a conocer a sus músicos originándose un furor y un interés musical por ese género nunca visto, ni en los mismos comienzos del son.

“Los Sábalos”, a partir de ese instante, no dejan de hacer presentaciones y espectáculos de son tradicional cubano sistemáticamente en diferentes escenarios de Argentina y países limítrofes y se proponen poner énfasis en la instrumentación, respetando el género y sus raíces, lo cual refleja el compromiso asumido en la difusión del género. En ese momento, llegaron incluso a hacer presentaciones en Brasil, participando del Foro Social Mundial, realizado en Puerto Alegre, en el año 2005 y cuando volvieron hicieron una pequeña reestructuración del formato del grupo debido a la salida de varios músicos producto de un desgaste interno e intereses dispares, en lo musical, y comenzaron una nueva etapa, que dura hasta la actualidad. A partir de ese momento se incorpora un trompetista, de nacionalidad cubana, estudiante de un conservatorio en Buenos Aires y un guitarrista uruguayo, completando el esquema del sexteto por los instrumentos que suenan.

En reconocimiento a su labor artística y al trabajo de difusión musical de ese género en Sudamérica, “Los Sábalos” fueron invitados a participar del IX Festival Nacional de Septetos “Ignacio Piñeiro”, que se realiza todos los años en la ciudad de La Habana, Cuba, donde compartieron escenarios con las agrupaciones mas importantes de la música tradicional cubana y se presentaron en el Teatro “América”, de La Habana, en el cierre del festival, junto al Septeto Habanero, al Septeto Matamoros, a la Tanda de Guaracheros, Félix Baloy, Eugenio Rodríguez (“el Raspa”), Orestes Macias y Pichi Valdez, entre otros destacados valores musicales de la isla. Durante su estadía en la Habana se presentaron, además, en el centro nocturno el “Diablo Tun Tun”, junto a Mongo Rives y su tumbita criolla y el “Septeto Matamoros” y en la famosa “Taberna del Benny” acompañados del “Septeto Típico de Sones” y sus padrinos y mentores: el “Septeto Matamoros”.

Actualmente, “Los Sábalos” están compuestos musicalmente por el clásico esquema del son cubano: un “cuatro”, que es una guitarra de caja chica, derivada de la bandurria y el laúd, con cuatro pares de cuerdas, de ahí su denominación; una guitarra; el contrabajo (sucesor de la marímbula y la botijuela); el bongó, las maracas y la trompeta cubana, proveniente de las armonías de la música que aún se toca en los solares y conventillos habaneros y santiagueros; la clave y las tumbadoras. Dicho ensamble presenta un montaje vocal de dúos de voces a terceras y sextas.

En el año 2003 graban su primer disco, titulado: “Clásicos de Cuba”, que ya está agotado en las tiendas discográficas y en el 2006 realizan su segundo CD, que denominaron: “Hermanos”, con músicos invitados del “Septeto Matamoros”, de Cuba; un material que está aún en etapa de mezcla y edición, casi listo para salir a la venta. Dicho proyecto, más tradicional y apegado a la raíz del son, incluye canciones clásicas del grupo inicial de Miguel Matamoros, como: “La mujer de Antonio”; “Juramento”; el conocido “Chan Chan”, entre otros clásicos del son.

Entre los sueños actuales de sus integrantes, sobresale no sólo la salida del disco, sino también la posibilidad de hacer una gira, a finales de año, por España e Italia, llevando el son tradicional cubano a algunos festivales de música étnica y realizar presentaciones en alguna salseras y discotecas de esas naciones, donde se baila y enseña música cubana y tango.

El grupo está integrado por: Gustavo Kriger Anselmi, /voz prima y cuatro criollo); Martín Carrere, (contrabajo y coros); Martín Halliburton, (bongó, tumbadoras y coros); Javier Ortuñio, (guitarra y voz segunda) y Carlos Daniel Rivera Suárez; (trompeta, maracas y coros).

miércoles, 8 de abril de 2009

Ya no miro hacia arriba




Obra del artista cubano, Roberto Fabelo



Autor del cuento: Juan Carlos Rivera Quintana.


El olor del potaje de chícharos, con chorizo español, y de la merluza dorándose en plena sartén, salía por la ventana de la cocina de la vecina y era casi un sabotaje a mis tripas, pegadas al espinazo. Estela, era una negra color aceitunado con más arrugas que pelos en la cabeza, que se jactaba de sus conocimientos frente a la cocina Piker, y bastaba con que uno dijera con cara de hambriento: ¡que ricos olores vienen de esa casa!, para que a ella se le iluminara el rostro y empezara con esa sonrisita de mamita yo no fui el que le metí el dedo a la sopa. Después, casi siempre recibía mi recompensa: un plato de chícharos con papas y sabor a chorizo (porque de chorizo nada) o un buen majarete o un arroz con sorpresas, como yo le bauticé aquel arroz con vegetales y cierto sabor a pollo, proveniente de una pastilla de concentrados Maggi, de las que se compran en la shopping para luego engañar al paladar y creer que se está comiendo jamón, pollo o carne, aunque en la práctica sólo sea pura ilusión.
Ese día Estela salió como de costumbre al oír mis elogios, pero apenas balbuceó palabras; intentó fingir una sonrisa, pero sólo consiguió una mueca más parecida a los últimos estertores de una enferma de enfisema, en fase terminal. La noté nerviosa y hasta medio cansada. Se colocó con cierta coquetería los pequeños lentes sobre la nariz y entonces reparé en los ángulos casi perfectos de su cara y en aquellos ojos pardos de naranjo en flor, escondidos detrás de unos espejuelos plásticos poco elegantes, de los que se venden, como única opción, en todas las ópticas habaneras. Debió ser muy linda de joven la muy condená, me dije, y hasta pensé en la cantidad de hombres que aquella negrona - tan parecida a la descripción femenina de aquella canción que hablaba de “la boca de concha nacarada, la mirada imperiosa y el andar señoril”, que hizo Corona para su inmortal Longina- debió haberse “levantado” cuando chancleteaba por los solares de su natal Jesús María.
En aquel momento, Estela sólo me confesó que estaba durmiendo mal por culpa de un sueño muy raro que se le repetía incansablemente durante todas las noches como se repiten las malas películas y los malos programas en la televisión de verano.
--¿Entre tantas penurias, me estaré volviendo loca?, inquirió.
No pudo hablar más; se produjo un acostumbrado, y casi planificado, corte de luz y alguien gritó inesperadamente, con todas las fuerzas de sus pulmones, desde el edificio vecino: ¡Cojones, es mejor estar en una cueva en el Paleolítico, que vivir ya en este país!. La frase desesperada e ingeniosa nos arrancó rápidamente a ambos sonoras carcajadas, a pesar de la oscura desgracia que se nos reservaba para toda la noche entre calor, mosquitos y penumbras. Comprobé, una vez más, ese espíritu jovial y jodedor del cubano frente a las desgracias e inmediatamente pensé en que eso era precisamente lo que nos salvaba de un suicidio colectivo frente a la falta de todo. Ahora, también de luz y aire, y entré a buscar mi penca de guano para intentar espantar la soledad, el calor y el no poder hacer nada en cuatro o cinco horas. Sólo entonces y para paliar mi depresión me consideré dichoso por tener un radiecito, de pilas, donde escuchar lo de siempre: algún programa de música campesina con notas sobre el sobrecumplimiento de las cosechas o de boleros quejosos.
Al día siguiente, cuando la volví a ver en la mañana, le dije que me contara aquel sueño que le quitaba la calma y recuerdo que puso cierta cara de recelo y murmuró: --Si uno anhela de verdad una cosa, no debe decírsela a nadie, confesó con su habitual desconfianza y misticismo de mujer sola. Contigo voy a hacer una excepción porque siempre me has dado buena energía y te quiero como al hijo que perdí en África por una guerra de locos y políticos. Sueño, hasta doce veces en la noche porque las puedo contar, que estoy parada en medio de un apacible valle, repleto de sol y árboles frutales y con un riachuelo muy cerca que no veo, pero del que puedo sentir y oler su fresca corriente de agua transparente y su tierra mojada. A mi alrededor, una bandada de codornices comen y hacen el amor, sin ningún espanto. De tanto estar entre ellas, yo también quiero volar y en el sueño empiezo a hacer los primeros intentos. Aunque todavía no he decidido qué rumbo voy a tomar; quizás a donde me lleve el viento, concluyó con cara de quien está muy segura de un cambio favorable de vida y se perdió, nuevamente dentro de la vivienda.
Recuerdo que la primera percepción de todos aquellos extrañas transformaciones y desvaríos de Estela la tuve dos días después de aquella conversación de huye que te cojo, cuando me hablaba desde su patio y de frente al sol y percibí ciertos movimientos espásmicos de su espalda. Su voz, ya apenas inaudible, era casi un susurro canoro, un cantar de ave escurridiza y distante. Estela, psíquicamente, no estaba entre nosotros. Entonces reparé con mayor detenimiento en ella y comprobé que, en la medida en que transcurría el tiempo, también su cuerpo se iba tornando más grisáceo, encorvado y débil. Me parecía que los ciento ochenta huesos de su esqueleto se estaban aligerando y quizás por ello cada vez que una pequeña corriente de viento la rozaba, la movía como si fuera a llevársela para siempre. Sus manos, cada vez más cortas y delgadas, empezaban a convertirse en un apéndice insignificante de aquel etéreo tronco y hasta observé cierta pelusilla en su cabeza que semejaba más a las plumas de un ave que al decadente pelo de una anciana. Entonces, le reproché la falta de olor de su cocina para hablar de otro tema y me confesó que hacía seis días que no prendía el fogón, pues ya sólo sentía predilección por los granos:
--Estoy gastando en el mercado negro todo el dinero de la pensión en comprar maíz tierno y molido. Esto es lo único que ya apetece y tolera mi estómago. Cuando una va para vieja hasta los intestinos se te transforman, dijo como intentando buscarle una justificación a sus nuevas inclinaciones alimenticias.
Aquel día me encontraba en el patio de casa, colindante con el de ella, y mis ojos se metieron, sin quererlo, a través de la ventana de su cuarto. Con la agudeza de mi vista, entrenada para la lectura del tiempo y la búsqueda, por satélites y pantallas de radares, de corrientes marinas y frentes fríos, pude alcanzar a ver cada rincón de la pequeña estancia, donde Estela, rezaba y prendía una vela a la Caridad del Cobre. Allí, parada frente al altar de sus santos milagrosos buscaba la paz que tanto deseaba y pedía sus deseos. Desde mi posición alcancé, también, a divisar tres gladiolos blancos y un príncipe negro que tenía en su mano derecha y que no dejaba de pasarse por todo el cuerpo desnudo. Se estaba haciendo su limpieza semanal para espantar los malos espíritus y los malos momentos, como ella gustaba decir. Fue entonces que mi vista se detuvo, con asombro, en la espalda. Yo estaba a casi ocho metros de la escena y podía describir claramente dos medianas alas que, recogidas sobre sus omóplatos casi terminaban de llenarse de plumas grises y blancas. En un momento de aquella ceremonia las pudo abrir y revoloteó como una avecilla en proceso de vuelo. Hasta pensé que iba a tropezar su cabeza contra la lámpara de cristal del techo.
Confieso que sentí una sensación de tristeza, más que de pavor, por lo que estaba mirando. Me deprimía imaginar que un día ella no estaría más con su conversación aguda y dejaría de sentir los olores que salían de su cocina. En los últimos tiempos ya casi me estaba acostumbrando a perder a mis seres más allegados. Se había hecho una rutina el partir.
En esas reflexiones andaba cuando mis ojos tropezaron con los de Estela, ahora en medio del patio, totalmente desnuda no sólo de cuerpo. Parecía también desnuda de alma. Me miró sin pronunciar palabras; ya con la nostalgia de quien, resignada pero feliz, lo abandona todo y estiró sus alas grises, ahora más grandes que nunca, y comenzó a aletear con la elegancia de una codorniz entrenada para largas rutas. En segundos, Estela no fue más que un punto en el cielo. No sé si con idea de retorno porque no me dijo nada. Me quedé por un tiempo largo mirando la inmensidad azul y vi pasar otros muchos puntos grises. Desde entonces juré no mirar nunca más hacia arriba y, hasta hoy, sigo cumpliendo mi promesa.
Sólo entonces, entré a mi casa con el pesar de quien ha perdido un familiar o con la alegría de quien le ha nacido un nuevo descendiente que puede elegir su propio camino. En la sala, mi achacoso radio ruso- marca Selena- dejaba escuchar la guitarra de un trovador de moda que repetía hasta la saciedad y con voz desesperanzada:” Si yo tuviera talento, mi vida, mi vida, me cortaría las alas”.

Quemar las naves




Obra del artista argentino, Sergio Merayo.



Autor del cuento: Obdulio Feneto Noda (narrador cubano)



Tendrè que convivir con un puerto dentro. Allì, pegadas a las màrgenes del hìgado se amontonan las naves, y alguna que otra intenta la huìda y encaja su proa en las paredes de mi estòmago. A veces sangro, pero logro impedir a tiempo la hemorragia. Las escucho danzar entre las olas, reclamar su independencia. En las noches, cuando reposan, voy hasta la orilla del rìo que atraviesa la ciudad y dejo escapar un velero del siglo XVIII o un vapor de 1907. Al amanecer, todos corren a observar las misteriosas reliquias que navegan solitarias: Ignoran que me habitan, que soy el oculto proveedor de esos fantasmas.



Ayer no pude aguantarme, y un inmenso acorazado brotò delante de los ojos de mi vecina. Temo ser descubierto.La señora no podrà soportar tanta emociòn y lo contarà a sus amigas. De inmediato llegará a oìdos de la policía y del gobierno. Querràn usarmo con fines guerreristas teniendo en cuenta el ahorro de presupuesto, o quizà decidan extirparlo por temor a una epidemia. Diràn que no es bueno llevar tanta libertad dentro, què serìa del paìs si a todo el mundo le naciera un puerto ìntimo...



Ya lo he decidido, las dejarè libres, e irè quedando fragmentado en cada una de las naves. Cuando vengan por mì, solo hallaràn estos islotes ensangrentados de mi hìgado y un tràgico naufragio.



Fuente; La Jiribilla, año IV, la habana, 2005
(Estos son de los cuentos que a cualquier narrador le hubieran gustado escribir)

sábado, 4 de abril de 2009




"Fuera",que integra el CD "Catalejo", de Buena Fe. Canción prohibida en la isla. (...)" que a los buenos sueños les da por nacer sobre los huesos (...), ya no importa si te lo dan o si fue regalía, a la larga los privilegios traerán miopia (...)".



"Catalejo", interpretado por los artistas cubanos de "Buena Fe"; la canciòn está prohibida en Cuba.... "pero mi catalejo y yo entendemos el momento, hoy vemos catarsis, mañana habrà nacimientos", que frase tan agorera de la realidad en la isla