miércoles, 27 de febrero de 2013

Montevideo: con sólo cruzar el "charco".



Texto y foto: Juan Carlos Rivera Quintana



Decía el poeta uruguayo Mario Benedetti (1920-2009), un cronista de la ciudad montevideana, al referirse a ese urbe que lo vio nacer: “Al sur, al sur, está quieta/ tranquila, calma, paciente esperando/ Montevideo…“.Y sin dudas, cuando se ha tenido la posibilidad de viajar en cuatro oportunidades a esa urbe apacible y chata, cuya rambla de arenas blancas -bañada por el Río de La Plata - observa el paso de la vida uruguaya y se ha podido confraternizar con la bonhomía de sus moradores, seres gentiles, cultos y politizados uno empezará a pensar que Montevideo, la capital de Uruguay, es uno de esos edenes – sobre todo si vienes de Argentina - donde pasarías el resto de tu existencia, pero sobre todo una sosegada vejez.


Y es que la ciudad de Montevideo – la capital más austral de América latina - está bañada por las aguas del Río de La Plata, que alcanza su mayor nivel de salinidad y oleaje, en ese punto meridional del Uruguay, producto de las mareas y se encuentra muy cerca de la desembocadura al Océano Atlántico, lo que hace que muchos le llamen mar a sus costas de agua dulce. Y si con sólo tomar un confortable buque-bus desde Buenos Aires y navegar unos 50 kilómetros puedes arribar a Colonia, otra ciudad uruguaya, de donde parten colectivos, que en dos horas, te ponen en la citada villa, parecería que todos los caminos te llevan a ella y hasta te ofrecen un agradable paseo de fin de semana, fuera del estrés de la urbe porteña.


Entonces sólo quedará recorrer sus calles, sus plazas, sus tiendas, degustar sus platos típicos y sus vinos, participar de sus fiestas carnavalescas de febrero, ver sus murgas y sus comparsas y bañarse en su hermosa playa, bordeada por un malecón, que tiene muchas semejanzas con el habanero. Porque – siempre me pasa– cuando llego a Montevideo es como si se transmutaran los tiempos… como dar un cambio a mi biorritmo y sentir que todo fluye con más tranquilidad y sanidad a mi alrededor. Y no miento, lo digo sinceramente.


Buceos y la Ciudad Vieja: sus encantos y asombros


Y está vez fue el “Hotel After”,ubicado en Buceo, un barrio elegante, muy cerca del tradicional Pocitos, donde se ubican los más modernos y lujosos edificios de la ciudad, que miran desde la rambla al Río quien me abrió sus puertas, durante tres días de paseo. Allí muy cerca brillan al sol las paredes acristaladas de sus altos edificios, que dejan ver sus esqueletos de barras de acero inoxidable con fachadas de wall de última generación, y el World Trade Center Montevideo, un complejo de oficinas que ha adquirido notoriedad por reunir las más importantes empresas financieras y tecnológicas del país y hasta una zona franca, junto a un puerto de embarcaciones deportivas y la sede del Yacht Club de Uruguay, un paraje donde se respira paz y se puede observar a los pescadores – como si detuvieran el tiempo - en sus rituales de captura.


Una vez en Montevideo sólo quedará preparar un plan de visitas, donde – por supuesto – no podrá faltar el Mercado del Puerto, con sus bodegones y parrillas, donde se mezclan el olor del pescado con el de la carne nacional, junto al ir y venir de lugareños y turistas en sus tiendas de artesanías y antigüedades; las galerías, ubicadas en la Ciudad Vieja, un centro neurálgico de cultura, donde se puede admirar cuadros de reconocidos artistas como Luís Alberto Solari (1918-1993), cuya pintura y grabado es un emblema del refranero popular, los carnavales, los temas bíblicos, las creencias y supersticiones uruguayas y el pintoresquismo agrario de los campesinos o obras de artistas como el recientemente desaparecido maestro del dibujo Nelson Romero, cuyas obras ostentan un barroquismo rico en detalles y humor y están cotizándose a precios todavía accesibles. Tampoco podrá dejar de visitar, el Museo Torres García (1874-1949), ubicado en la Peatonal Sarandí 683, a pocos metros de la Puerta de la Ciudadela, donde podrá admirar una representativa colección de obras, que le permitirá acercarse al quehacer de dicho pintor constructivista, todo un emblema nacional de colorido, creatividad y talento uruguayo. Le sugiero, además, no olvidarse – en este paseo de arte pictórica - del Museo Gurvich, alojado en el corazón de la Ciudad Vieja, en el Edificio Constitución, que está emplazado sobre la Plaza Matriz, junto a la Catedral Metropolitana, ahora en proceso de refacción en sus costados. Allí podrá adentrarse en el universo creativo, la fuerza imaginativa y la fantasía plástica del maestro, de ascendencia lituana, José Gurvich (1927-1974), uno de los grandes símbolos de la plástica uruguaya.


El carnaval y la ciudad están que arden


Pero si tiene la suerte de viajar, como yo, a finales de febrero, en plena época de carnavales y presenciar, en el Teatro de Verano, de la tradicional competencia de murgas, comparsas, humoristas y parodistas y sus presentaciones, conocidas popularmente como la liguilla, frente a un jurado que decidirá quién llegará a finales y ganará el evento nacional, que entrega un jugoso premio en metálico, otorga la posibilidad de grabación de discos y hasta de giras al exterior, puede decirse que usted es un privilegiado. Allí en la noche del sábado 23 de febrero se llevaron el favor del público y al parecer del jurado las murgas “Cayó la Cabra”,con un excelente vestuario del siglo XVIII, de la época de Salieri y Mozart y sus cantos, bailes y humoradas referidas a la despenalización de la marihuana en Uruguay, la calidad de la televisión pública, la necesidad de madurez ciudadana y el rol del Estado benefactor y “La Gran Siete”, con sus cánticos sociales, sus parodias y críticas a los medios audiovisuales, a los miembros del jurado y a algunas personalidades de la oposición política nacional. Porque es bueno aclararlo a diferencia de otros países donde los carnavales son grandes desfiles callejeros de música, danza, carrozas y deshibición de todo tipo, los de Uruguay están concebidos principalmente como un gran festival de teatro al aire libre, en el que las murgas juegan un rol central haciendo sus crónicas a mandíbula batiente de los sucesos nacionales de mayor repercusión social y tienen el beneplácito y el cariño de la ciudadanía, que asiste casi multitudinariamente a dicha competencia y aplaude como si fuera una hinchada de fútbol.


De paso por la ciudad también podrá – si usted es un interesado de la arquitectura,- recorrer algunos edificios característicos de la arquitectura Art Decó, entre los que se ubican y son accesibles el Palacio Díaz; el Rinaldi, el Tapié y los edificios Parma y Lux, algunos ubicados en la avenida 18 de julio. Es Montevideo una de las mejores ciudades, a nivel mundial, para apreciar dicho estilo. Además podrá visitar las instalaciones del majestuoso edificio que alberga a la Casa Central, del Banco República, ubicado en la esquina de Solís y Piedra, e inaugurada en 1938, doce años después del inicio de su construcción. Tan sólo poder ver in situ los artilugios creativos del arquitecto italiano Giovanni Veltroni, en su bóveda en cañón, encasetonada, cuyo punto más alto dista 35,5 metros del piso, las estriadas columnas, coronadas con capiteles de motivos corintios, de 16 metros de altura, las arcadas y los vitrales y admirar la amplia variedad de mármoles rosados y grises europeos, puertas de roble de Eslovenia, caobas y nogales de Italia, de ese Templo del Dinero -como fue bautizado en su época - vale una visita a Montevideo por la experiencia estética que aporta.


Allí, en los días de nuestro recorrido, se ubicaba la Primera Bienal de Artes Plásticas de Montevideo “El Gran Sur”, que invitó a más de 50 artistas y colectivos del patio y extranjeros a participar interviniendo y transformando los espacios del gran hall de la Casa Central del Banco República; su edificio anexo, el Atarazana y la Iglesia San Francisco de Asís. En la muestra se intentaba explorar – en algunas oportunidades fallidamente, como en los casos de las obras de los artistas de Bolivia, Sonia Falcone y el brasileño, Paulo Vivacqua – el Sur como espacio geográfico, como territorio real, como alegoría y proyección metafórica.


Y si es bueno para ajustar y organizar su tiempo, le recomendaría caminar la ciudad por la Avenida 18 de julio con su Plaza Independencia, sus monumentos, fuentes y apacibles parques. Y caminando hacia el este y antes de llegar a la Ciudad Vieja, se encontrará de improviso con el Palacio Salvo, uno de los edificios más famosos y emblemáticos de Montevideo, quizás el más retratado por los turistas. La mole de concreto – diseñada por el arquitecto Mario Palanti e inaugurada en 1925 - tiene 27 pisos y fue en su tiempo el más alto de Sudamérica. Dicho monumento arquitectónico ha sido calificado por el poeta Benedetti, en su novela: “La Tregua”, como un “monstruo folclórico (…), casi una representación del carácter nacional: guarango, soso, recargado y simpático”.


Sin dudas, Montevideo es una urbe a la que vale llegarse cada cierto tiempo. Y si siempre ha tenido fama de segura y tranquila, en los últimos años – de no tomarse medidas ciudadanas y políticas – dicho cartelito podría caérsele. Sobre todo si se conocen las cifras que manejó recientemente el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad de Uruguay, y publicó el diario nacional “El País”, que denuncian que en 2012, se consumaron 267 homicidios en la nación, un 34 por ciento más que en el año anterior y que 29 por ciento de ellos fueron ajustes de cuentas entre bandas de jóvenes violentos, vinculados a la pasta base (droga), que compiten por territorios y mercados y terminan generando una espiral de violencia e inseguridad a su alrededor.


Nada que no sé por qué extraña asociación me viene, entonces, a la cabeza una estrofa del poema “Referencias”, de Mario Benedetti que, al aludir a la ciudad, dice: Ahora por fin/están aquí a mi alcance/parque rambla idioma firmamento/recodos calle feria esquinas/ ya no preciso referencias”.