martes, 15 de marzo de 2011

Espasmódico baile, bautizado mar




Obra del artista cubano Humberto Castro.



“Pero soy esto, la mala roca que busca
erupcionar en las entrañas del poema,
parir su libertad, sin nombres,
como un islote escondido entre las olas”.

Abel González Facundo, “La isla de Virgilio”.



La masa de agua fosca y verde me devolvió su resaca
cierta rabia de naufragio justo en medio de la nada,
(recordando mi inseguridad de incauto vagabundo)
como un buque fantasma que junta cadáveres
y luego los devuelve a la orilla
para que sean enterrados en el limo tibio.
El mar se fue amontonando en mi espalda, en mi espinazo
cansado y entre las yagas del letargo, por tanta ceguera
amputada a hachazos, a punta de cuchillo/ por tanto camino salobre
y espasmódico entre tablas salvavidas que desaparecen tragadas
por esa porción de líquido al que todos vuelven en rito/
para agradecer al silencio que les da fuerzas para seguir
o perderse entre la multitud portuaria donde nadie repara en nadie.
En definitiva, ese es el sino de los que rompen sus naves,
partir para retornar a un ancladero equivocado.
Yo también heredé una gabarra, un pedazo de barcaza
para cambiar el cuadrante difuminado a fuego, pero nunca reparé
en la isla adónde nacía, ni de la inexistencia de un camino de ripio para la estampida donde esconder mis infortunios que bucean algún antídoto
justo cuando cae la tarde (y todo se inmoviliza).
Entonces salgo a la proa y siento la caricia salobre y obstinada
esa música atávica del ir y venir que todo lo disipa, engulle y corroe/
lanzo mi velamen sobre las cabezas y desato los cabos
para franquear la salida del puerto, observo las bollas y tuerzo el rumbo,
puras veleidades intelectuales de ciudadano que olvidó su lugar
y ahora intenta reconstruir dominios aunque sólo sea otra ilusión
trasnochada de alguna pesadilla no contada a su psicoanalista.
Escapo, huyo, me sumerjo, pero apenas es una alucinación
un desborde de pasados epitafios para cuando ya no quede
ni mar, ni barcaza, ni bollas y el muelle se haya esfumado
en la neblina del tiempo.

21 de octubre, sin sextantes ni brújulas.