miércoles, 26 de agosto de 2009





"Cada País", Buena Fe, Cuba

viernes, 21 de agosto de 2009

Intento a medio camino




De la serie Los ritos del silencio, de Agustín Bejarano.






“(…) voraz imagen de ir asumiendo la falta con impía libertad”

“Los símbolos que la nostalgia avizora”, de Ihosvany Hernández.


Desdibujada la mano se deja
posar sobre la ingle,
ese espacio de la rutina que
alguien deja entrever con lascivia
hurga, escarba, se adentra, remueve, excava
terminando humedecida y pestilente,
pero henchida de gozo, como la primera vez.
Quiere negociar esa leve fricción interna/casi dolorida
el goce pecaminoso, la oquedad perpetua
la intromisión vulgar hasta donde pueda llegar,
y el desolado poeta ausculta-curiosea-degusta-olfatea
para después sentarse a llenar- tantas veces lo ha hecho-
de vaguedades y caligramas
el pequeño papel-pantalla-cono de luz,
que luego permanecerá amortajado
sin ilusión en algún melancólico archivo
cripta anónima, pasadizo ignoto... el primer descenso a los infiernos
hasta llegar a la morada final: la papelera de reciclaje de la PC.
pero como los otros también tendrá su cuarto de hora.
¿Qué lo inquieta tanto y le saca los gestos más tímidos
las desazones adolescentes que sus 49 años habían olvidado?
Parodia y explora mientras busca las palabras que se travisten
en rito oscuro, en cierta mudez que aprendió a temer y
maldijo tantas veces cuando las voces quedaban atragantadas/ desnaturalizadas/ sin consuelo ni talento
en el socavón de la lengua, en la campanilla pétrea o el cielo de la boca
entre el pus de las amígdalas con deseos de exorcizar figuras
allí donde sólo asomaban la simulación, el retozo y la acechanza.
Pero, una vez más, el intento de poema avanza,
se detiene en el vértice
entre una almohadón con funda de lino blanco
y cuadros desnudos en la pared que ya nadie percibe.
Entonces la rima se quiebra, consigue acercarse a la
originalidad mundana, sin plagiar a nadie, sin lecturas clásicas
y vuelve a resucitar, calza nuevos ritmos,
se sacude, excita y aúlla como colegiala virgen antes de
desfallecer irremediablemente, convertida en parodia vernácula,
(como la vida-existencia misma),
justo en el segundo en que casi conseguía llegar a la frontera
a esa perfección lacerante que sólo alcanza una mano sin diálogo,
que se adentra furiosa más allá de donde debiera.

Buenos Aires, 21 de agosto 09, semana sin refugio alguno.

viernes, 7 de agosto de 2009

Agudos bemoles de pachanga porteña



De la serie "Los ritos del silencio", de Agustín Bejarano.







“DI LA VERDAD. / Di, al menos, tu verdad.
Y después/ deja que cualquier cosa ocurra”.

De Heberto Padilla, en Poética.


Mi hijo abre de un tirón la puerta de mi cuarto
Y se asoma al cerrado espacio,
A aquel resquicio de penumbra con vaho húmedo
Donde intento dilatar mis pupilas hastiadas
Y recuperar algunas presencias disolutas
(Entre las fotos de los fantasmas familiares de mi pared),
Y algún ramito de cedrón, que interpreta Lidia Borda,
Para ejercitar el oído entre aflicciones y añoranzas.
Dice que son reminiscencias de la vejez
Y se ríe alto, con toda la reciedumbre de sus briosos pulmones.
Mi hijo pone cara de no entender nada
Y se lanza a la calle sin temor
Feliz de la libertad que consigue día a día,
De sus rumbas nocturnas, de sus toques de santos
Entre caderas sudadas y muchachas de falda corta.
Sale con su Idde en la mano derecha
Y sus collares de Orula,
Queriendo conocer ya los destinos de todas las cosas
Preparándose para la próxima rogación de cabeza
Que le hará su Olowo,
Como si con ello fuera a recuperar el discernimiento
La calma, la concentración de la poca edad…sus intuiciones,
Y el juicio extraviado en algún libro de texto que nunca abrió
(Ni por equívoco).
Suelto, ligero de ropas en pleno invierno, con su trompeta
En agudos bemoles de pachanga
Con esa levedad perfecta de los veinte años,
Y cierta despreocupación por el azar, queriendo
Imitar a Louis Armstrong y tener fortuna rápida.
Mi hijo descree de los límites, desdibuja muros
A su alrededor todo se difumina en aventuras
Nocturnas, música en clubes porteños y escaramuzas dulces,
Con café incluido en las mañanas y camas sin hacer…
Mi hijo me dice que no ponga la alarma de movimiento
Que llegará tarde nuevamente porque grabará algún disco
De reggaeton en cierto estudio de música prestado
Y se lleva una botella de ron porque hay que contentar a los santos,
Esgrime con desvergüenza de colegial sorprendido in fraganti.
Transpiro, exudo mucho miedo y me tumbo a dormir la vejez
Con el teléfono celular cerca, sin tierra ni arena firme para asirme
Con temblores en mi pecho y el pelo más cano.
Mi hijo no pierde tiempo… desbloquea constantemente barricadas,
Los toques de queda no decretados formalmente, sortea inseguridades,
Semáforos y esquinas en guerra, como si le fuera la existencia en
Cada escapada… “porque luego, cuando sea como vos será tarde”.
Mi hijo todas las mañanas recomienza, se ducha y se mira al espejo
Para comprobar que sigue saliendo vencedor
(De su clandestina y necesaria lucha de clases).


7 agosto/09, poema de vigilia con mi hijo por llegar.

jueves, 6 de agosto de 2009

Peaje para “difuminar” isla




De la serie "Los ritos del silencio", de Agustín Bejarano.





“Más no hagas con prisas tu camino/ mejor será que
dure muchos años,/ que llegues, ya viejo, a la pequeña aldea”
“Itaca”, de Konstantínos Kavafis,


Ellos golpean la puerta, la tiran abajo inclementemente
las ráfagas huracanadas se cuelan por dentro de la casa paterna
(y lo tumban todo a su paso sin pedir permiso)
se despedazan los altares y los santos desnudos y tibios
caen sin quebrarse/ rodeados de un vaho a aguardiente/
a caña de azúcar, a hojas quemadas de tabaco, a palo de monte
observo cómo los funcionarios miran con recelo el álbum de la infancia,
los pocos juguetes que mi madre alcanzaba a comprar los días de reyes/
las pocas cartas que llegaban de mis tíos en el Norte,
los sellos de correos usados que yo coleccionaba para sentirme extranjero;
despedazan mi pasaporte (siempre lo hacen, es un método)
terminan por lanzarlo a los tiburones,
“pequeños privilegios” de vivir rodeado de mar
de acertijos que ya nadie intenta descifrar /de canciones revolucionarias
que conminan al combate, cuando la guerra siempre está anunciada
y los enemigos siempre pueden llegar, pero nunca se personan y sólo
mandan a sus emisarios.
¿Será que olvidé pagar mi cuota de peaje patrio y estoy en mora?
Mi encerrona insular siempre funciona
para aquellos casos en que la libertad se convierte
en un viaje-escapatoria/salida de emergencia,
en un permiso de salida, oración dicha de rodillas
(antes de la partida)
mirando aquellos ojos de madre desde la reja de casa, esa clarividencia
que recrimina pero termina perdonando cuando ya poco se puede hacer
....más que huir o cerrar los ojos para siempre.
Afuera alguien grita el Himno Nacional y recita poemas de José Martí
pero yo sigo sin prestar atención/ los cánticos de alabanza me hartaron/
siempre recelé de las voces altisonantes y afinadas
imprudentemente monocordes.
Entonces empiezo a enterrar lo poco que me queda, lo superfluo que me rodea
la mordacidad de los mensajes que escucho en mi contestador
los dobles discursos, que cada día se me atragantan más en el gaznate.
Adentro, rebano a cuchillo mi carne, la macero con vinagre y sal
y escucho un viejo bolero-antídoto que “me salve la vida y me cierre la herida”,
(si es que pudiera hacerlo... como si fuera tan fácil)
adónde me refugiaré esta vez si ya no tengo tiempo para otra estampida,
mis padres partieron y quedé exhausto,
(demasiada Padrenuestro-vano sin conseguir los tres deseos)/
Ante la casa sólo queda la polvareda de tierra roja
el hollín-estropicio que ciega, la muerte
y aquella foto familiar en el living que ya nadie recordará.
Efigie esperanza---tatuaje pegado a las retinas descoloridas
diferendo que no cesa---atavismos centenarios que perduran...
islote difuso que navega a la deriva con temor al naufragio
sabiendo que es el naufragio lo único que existe más allá de sus costas.
Aún mi perro ladra con ira e intenta huir como todos (todos se fueron ya)
pero no me quita los ojos de encima/
otra ausencia fingida me volverá a llevar al lugar del comienzo/
aquella casita-islote en La Lisa que yace dormida a la intemperie,
cerca de un yate remoto que mi padre agujereó
y dejó podrir en el mar para que no se lo quitaran
con un rotulo que decía en su proa Iraida, fantasma que
ahora volverá a escapar para seguir llegando al sitio equivocado
-sin que nada quede –.

20 abril, 2009; Buenos Aires-desde el ático.




Un cartel de la Feria del Libro de Cali, Colombia, que me pareciò hermoso.