viernes, 7 de agosto de 2009

Agudos bemoles de pachanga porteña



De la serie "Los ritos del silencio", de Agustín Bejarano.







“DI LA VERDAD. / Di, al menos, tu verdad.
Y después/ deja que cualquier cosa ocurra”.

De Heberto Padilla, en Poética.


Mi hijo abre de un tirón la puerta de mi cuarto
Y se asoma al cerrado espacio,
A aquel resquicio de penumbra con vaho húmedo
Donde intento dilatar mis pupilas hastiadas
Y recuperar algunas presencias disolutas
(Entre las fotos de los fantasmas familiares de mi pared),
Y algún ramito de cedrón, que interpreta Lidia Borda,
Para ejercitar el oído entre aflicciones y añoranzas.
Dice que son reminiscencias de la vejez
Y se ríe alto, con toda la reciedumbre de sus briosos pulmones.
Mi hijo pone cara de no entender nada
Y se lanza a la calle sin temor
Feliz de la libertad que consigue día a día,
De sus rumbas nocturnas, de sus toques de santos
Entre caderas sudadas y muchachas de falda corta.
Sale con su Idde en la mano derecha
Y sus collares de Orula,
Queriendo conocer ya los destinos de todas las cosas
Preparándose para la próxima rogación de cabeza
Que le hará su Olowo,
Como si con ello fuera a recuperar el discernimiento
La calma, la concentración de la poca edad…sus intuiciones,
Y el juicio extraviado en algún libro de texto que nunca abrió
(Ni por equívoco).
Suelto, ligero de ropas en pleno invierno, con su trompeta
En agudos bemoles de pachanga
Con esa levedad perfecta de los veinte años,
Y cierta despreocupación por el azar, queriendo
Imitar a Louis Armstrong y tener fortuna rápida.
Mi hijo descree de los límites, desdibuja muros
A su alrededor todo se difumina en aventuras
Nocturnas, música en clubes porteños y escaramuzas dulces,
Con café incluido en las mañanas y camas sin hacer…
Mi hijo me dice que no ponga la alarma de movimiento
Que llegará tarde nuevamente porque grabará algún disco
De reggaeton en cierto estudio de música prestado
Y se lleva una botella de ron porque hay que contentar a los santos,
Esgrime con desvergüenza de colegial sorprendido in fraganti.
Transpiro, exudo mucho miedo y me tumbo a dormir la vejez
Con el teléfono celular cerca, sin tierra ni arena firme para asirme
Con temblores en mi pecho y el pelo más cano.
Mi hijo no pierde tiempo… desbloquea constantemente barricadas,
Los toques de queda no decretados formalmente, sortea inseguridades,
Semáforos y esquinas en guerra, como si le fuera la existencia en
Cada escapada… “porque luego, cuando sea como vos será tarde”.
Mi hijo todas las mañanas recomienza, se ducha y se mira al espejo
Para comprobar que sigue saliendo vencedor
(De su clandestina y necesaria lucha de clases).


7 agosto/09, poema de vigilia con mi hijo por llegar.