miércoles, 10 de febrero de 2016

Foto de Familia


Mi hijo Carlos Daniel y su pequeño tesoro: Lolita Rivera Mingroni, febrero 2016.

Foto de Familia


                      Mi bella nieta Lolita, con casi diez meses cumplidos.

Foto de Vacaciones


                                 En el Sena, en París, febrero de 2016.

martes, 2 de febrero de 2016

Fotos de Vacaciones

                                    
                                             Street Art, en una callejuela de Lisboa, en Portugal.

Mi regalo de cumpleaños 56.


Se podrán imaginar que si hace casi 13 años que no voy a la isla y ya hasta empiezo a creer que no iré nunca más por razones del desasosiego y la tristeza que me produce su política doméstica no podía perderme el contacto con sus raíces de la única manera que me da placer: su cultura plástica.

Y la muestra del artista cubano Wifredo Lam, sus piezas estaban ahí, al cantió de un gallo, en pleno Centro Pompidou, en el barrio Le Marais, a tres cuadras de donde estaba parando en este febrero vacacional.  Sus obras estaban muy cerca, algunas de sus inicios, sus fotos familiares, las ilustraciones para libros, editados en París; sun cartas personales y hasta notas de su intimidad laboral y sus exposiciones por el mundo.

Quedé fascinado ante sus pequeños bocetos y fue como si la asomara a sus rituales creativos, a sus banco de imágenes trabajadas con paciencia casi artesanal. Y pude acercarme a sus momentos iniciáticos y sus penurias económicas, a sus etapas de más comodidad y bonanza cuando se le veía con esos trajes parisinos muy anchos, a lo Benny Moré; a los testimonios gráficos para la posteridad de sus encuentros con los marchand que publicitron sus piezas y le dieron visibilidad internacional.

Capítulo aparte merece mi asombro ante ese emblema del mestizaje y la cubaidad, que es su obra: "La Jungla", ese cañaveral sincrético y esperpéntico de negros, chinos, africanos e isleños en permanente bajeo vulgar y gozadera signica.

Ante esa pieza que me quitó el aliento quedé alucinado y robustecido de identidad. Ya nadie nunca podrá pintar como él ,supongo; nadie podrá representarnos tanto con tanto de mandinga, congo y carabali, con tanto de bohemio parisino y cubano de los interiores de Sagua La Grande, ese terruño chato y provinciano donde vino al mundo y tomó primeras lecciones.

Y ahí tuve enfrente de nuevo a ese negrazo- chino, de facciones blanconazas y porte y vestimentas de dandy europeo y hasta pude rescabucharle el torso desnudo con aires de Adonis testicular macho alfa y ese pelo enrulado de negro de solar nuestro y hasta imaginé historias de amor y corazones parisinos deshechos ante su encanto.

Y fue entonces un reencuentro con Nelson Domínguez; con la caligrafía y el trazo agudo de Roberto Fabelo; con la imaginería de Zaida del Río; con la paleta policroma de Pedro Pablo López Oliva; con la ductilidad y la astucia para amasar y sublimar el barro y plantar esmaltes y engobes de ese otro maestro nuestro: Alfredo Sosabravo.

Fue - sin dudas - mi mejor reencuentro con La Habana, después de 13 años sin verla, sin necesidad de derrumbes, procacidad y depresiones existenciales y humanas. Fue un gozo semejante al que me produjo pasear por el malecón de Cádiz, como me hubiera gustado que se viera el de mi Habana, la que no me podrán arrancar ni tiranos, ni mandamases, ni burócratas de aduanas insulares ni cuños en pasaportes desactalizados y desacralizados. Fue como pasear por Cartagena de Indias e imaginar y elucubrar cómo serían esos palacetesy callejuelas habaneras de no haber llegado tanta política deficiente y artera a mi Patria, quien es - por estos días - recibida en París y de manera oficial por las autoridades francesas olvidando las faltas de libertades, la violación de los más elementales derechos humanos y la falta de paz ante tantas escaseces que hay allí son pan nuestro.