Juan Carlos Rivera Quintana nació en una isla - en Cuba - y un buen día decidió salir de ella a mirar el mundo y buscar otros aires. Él quería alcanzar otros horizontes más personales e intelectuales y decidió construir su propia casa - su islaenpeso - y desde ahí presentar sus inquietudes periodísticas y literarias, sus crónicas de viajes, obsesiones y nostalgias. Acá, en esta geografía, sin mar cercano que lo aleje, se siente totalmente libre.
jueves, 26 de noviembre de 2015
sábado, 14 de noviembre de 2015
París era una fiesta
Por Juan Carlos Rivera
Quintana
Ilustración: Cortesía de la página Inkulte
Alguna vez escribí, en una
crónica de viaje con mi primera visita a la Ciudad Luz, en el año 2010, que si
el mundo tenía un ombligo ese, sin dudas, se ubicaba en París. Y, hoy, ya no me
cabe la menor incertidumbre, después de los acontecimientos trágicos que vivió
dicha urbe multicultural, desde las primeras horas de la tarde de ayer, viernes
13 de noviembre.
Anoche, estaba exhausto
después de una semana de corridas laborales y académicas y cuando me disponía a
descansar profundamente, mientras la ciudad de Buenos Aires, comenzaba a
ebullir de fiestas, reuniones amistosas, de partidos de fútbol, alegrías,
desesperanzas, asados y de discusiones políticas – siempre la jodida política
separando y nunca llamando a la unidad - para ver quién será el futuro
depositario de la confianza de los 40 millones de argentinos, una noticia
irrumpió sorpresivamente en mi Twitter: París estaba siendo acechada por
ataques terroristas simultáneos, al parecer muy planificados, y ya se preveían
cientos de muertos.
Quedé impactado desde el
primer momento, casi en estado de shock. Hacía pocos días habíamos alquilado,
por una semana– con mucho entusiasmo por la aventura vacacional - un
departamento en el cosmopolita barrio de Le Marais, en pleno centro parisino,
para hacer vida no de turistas, sino de observador casi sociológico en dicha capital,
durante el mes de febrero.
Mi estupor no desapareció,
desde entonces, cuando comencé a seguir, minuto a minuto por CNN y otros
canales noticiosos y empecé a hacer pequeñas notitas en Facebook sobre lo que
estaba sucediendo en París, en la misma medida en que iba adentrándome en la
nueva realidad informativa: entonces se hablaba de estado de guerra; de ataques
múltiples, de cerca de 153 muertos, de conmoción y estupor, de factor sorpresa
en la noche parisina; de varios atentados de hombres que irrumpían, vestidos de
negro, con rifles AK-47 en restaurantes y bares provocando una verdadera
carnicería humana; de varios suicidas-bombas que se hacían explotar en las
afueras del Stade de France, en medio de un partido de fútbol entre Francia y
Alemania, al que asistía el presidente Francois Hollande a medianoche y de
operativos comandos para rescatar cerca de mil rehenes que habían sido tomados
por terroristas, en el conocido centro nocturno “Bataclán”, donde se
desarrollaba un espectáculo de rock de una banda estadounidense, llamada Eagles
of Death Metal.
Todos estos incidentes
trágicos tenían como escenario los distritos l0 y 11 de París, muy cerca de
donde en enero pasado sucedieron los atentados contra la revista “Charlie
Hebdo” y un supermercado judío, que conmovieron a la opinión pública mundial y
donde murieron 20 personas; todos estos incidentes e imágenes no hacían más que
mostrar escenas de desconcierto, muerte y pánico, en una ciudad que se precia
de su fraternidad, su carácter festivo y de su respeto por las libertades
individuales.
Momentos después hablaba
casi en estado de estupor y cara de susto el presidente de Francia, Francois
Hollande, que fue sacado del partido de fútbol - casi en andas por su seguridad
personal, a los coches blindados y a una reunión de emergencia nacional.
Entonces se advertía de cierres de todas las fronteras del país, del estado de
emergencia y de operativos comandos; de 38 hospitales parisinos en alerta
blanca para recibir heridos y víctimas del atentado; se orientaba permanecer en
los domicilios; de restricciones al tráfico en la capital y de un fuerte
operativo de despliegue de las tropas de elite y de todas las fuerzas del
orden, en todo París. Ya, entonces, se podía ver y hasta palpar el impacto
psicológico producido entre los franceses y los turistas por dichos ataques. Realmente
una verdadera pesadilla y conmoción por la ola de terror.
Si como decía Ernest Hemingway,
en el título de su famoso libro de memorias: “París era una fiesta”, la yihad
islámica y los fundamentalismos religiosos y políticos (que ya se han atribuido el atentado, recientemente) nos quisieron robar la
alegría. ¡Y valga de qué manera lo consiguieron¡¡¡
martes, 3 de noviembre de 2015
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