miércoles, 2 de diciembre de 2009

Interrogantes cosidas a las puertas




Obra del artista cubano Agustín Bejarano.






“eres aquel que vuelve
a borrar de la arena la oquedad de su paso;
el miserable héroe que escapó del combate
y apoyado en su escudo mira arder la derrota”

José Emilio Pacheco, “Éxodo”


No preguntes quiénes quedan, no preguntes
las calles han resultado dilatadas/ pero vacías…barridas por
una bocanada de aire febril, casi bochornoso,
la poca gente que subsiste mira desangelada y abúlica el calendario
que se desliza como uva seca… las vidas han quedado suspendidas
en el umbral de las puertas y bajo los pocos campanarios en pie.
Cansina las abuelas cosen y descosen los mismos vestidos
que sus nietas ya no quieren llevar a las escasas fiestas
(“hay muy poco que celebrar”, dicen solemnes las viejas).
Muchas paredes de veteranos edificios yacen sostenidas
porque Dios existe y la cultura de la ruina campea ciudad abajo/
buscando alguna viga escondida donde guarecer los miedos
al derrumbe y la mirada de la policía que todo lo observa
impúdicamente, casi con interés malsano, con codicia impropia
para la decencia ciudadana.
No preguntes cuántos escaparon clandestinamente, no escudriñes por
discreción profana, te lo ruego.
se van advirtiendo descomunales vacíos en medio de la tempestad,
entre los fragmentos de reuniones políticas adonde pocos acuden
(pues ya no hay nada que discutir- se perdió el interés
al monólogo vacuo)y hasta los discursos conminando al combate
y los ejercicios militares arrancan grandes carcajadas
en medio del clima suicida que todo lo pinta sepia.
Casas destartaladas por la humedad
carcomen las estadísticas que paralizan el alma
de los organismos de vivienda; el paso de huracanes
mengua los recursos - y posibilidades de salir a flote -.
La ciudad de las carpas progresa, se asienta impiadosamente
al margen de las rutas desde donde se miran los trenes fantasmas
casi exánimes de mercaderías para llenar el tiempo de la gente que piensa en lo que pudo ser pero quedó a la vera del camino por negligencia y tozudez doctrinal.
No preguntes cuándo lloverá el buen destino, ni lo intentes
por cordura/ todos se acostumbraron a bajar sus cabezas
y ya nadie tiene tiempo para predicciones agoreras bajo el Sol…
ha sido muy dilatada la expectativa
y no hay cambios perceptibles, que limpien el ánimo de parálisis
y fobias que solo conducen al patíbulo sin bonanza, a la expiración.
La gente se remacha a las espaldas el síndrome del exegeta derrotado
y solo acierta a calcular los días en que subastará en el infierno
una pelea que ya sabe adonde conduce y lo ha dejado maltrecho
y sin “escudo donde mirar arder la derrota”.


Buenos Aires, 2 de diciembre 09, expiando mis culpas.