domingo, 7 de octubre de 2007

La azteca Tenochtitlán: “México lindo y querido” (Crónica de viaje)





Texto y foto: Juan Carlos Rivera Quintana
Para el portal Mujerurbana.com



El Distrito Federal mexicano es una suerte de olla donde se cuece una mezcla impresionante de culturas. México es eso: superposiciones coloniales españolas sobre bases prehispánicas indígenas.
El Centro Histórico de la Ciudad es, en muchos sentidos, el alma, el corazón y la vida de la Nación. Allí, en lo que fuera la capital del imperio azteca, comenzó la historia de lo que con el tiempo se transformaría en la urbe más grande del planeta y una de las más densamente pobladas.
En sus predios se conservan antiquísimas zonas arqueológicas, las riquezas arquitectónicas de 300 años de cultura colonial. Basta mencionar su Catedral Metropolitana, el máximo monumento religioso, cuya construcción se inició en l563 y finalizó recién en l813. Con sus torres neoclásicas y sus tres portadas neobarrocas y churrigurescas exhibe en su entrada principal un relieve blanco de la Asunción de la Virgen, Patrona de la Catedral. En su interior se destacan el Altar del Perdón y el Altar de los Reyes, sitios de peregrinaje, promesas y ex-votos del religioso pueblo mexicano.
Dentro del Zócalo, la enorme plazuela principal de la metropolí, se muestra el Templo Mayor. En esta zona, en otras épocas se erigía el edificio del seminario, pero trabajos de reconstrucción hicieron emerger los restos del gran Teocalli Mexica, destruido por los españoles durante la conquista y explotación indígena. Dicha zona arqueológica está conformada por una base piramidal con escalinatas rematadas en cabezas de serpientes, que conducen a la cúspide donde se alzan los templos de Huitzilopochlti (Dios guerrero que da a los nativos su identidad como pueblo del sol) y Tlalóc (Dios de la lluvia, la abundancia y la fertilidad agrícola).

De leyendas, contrastes y tequilas

Cuenta la leyenda indígena que el águila para saciar su hambre se comió a la serpiente emplumada que yacía en un islote dentro del gran lago en el valle de Anahuac. Esto desembocó en la fundación del gran México Tenochtitlán por parte de los aztecas, en el siglo XIV. Dos siglos más tarde, Hernán Cortés y sus huestes, deslumbrados ante la ciudad azteca, provocaron las luchas más sanguinarias de la historia de la mal llamada “conquista”.
La ciudad original fue destruida para construir otra, sobre los cimientos de la antigua Tenochtitlán. Las mitos populares hoy siguen hablándonos del alma en pena de la hermosa Malinche. Esta india asesinada por los españoles vaga por la ciudad maldiciéndola y condenándola a padecer el smog, la contaminación de sus aguas, los terremotos, la inseguridad y la pobreza. Quizás por ello, la capital sobrecoge tanto por sus contrastes sociales y arquitectónicos: mendigos y acaudalados tecnócratas; indígenas y descendientes de españoles; elegantes quintas coloniales y míseros barrios “llega y pon”; antiguas reliquias hispánicas y posmodernas construcciones acristaladas y sumamente vigiladas; limpieza meticulosa y basurales en pleno centro; devaluación y aumentos de peajes, parálisis universitaria y vida cultural sorprendente.
Pero hablar del Distrito Federal es mencionar también al gran palacio de
Moctezuma -hoy Palacio Nacional-, que alberga al museo en homenaje a Benito Juárez y a los famosos murales de Diego Rivera; el Portal de Mercaderes con sus joyerías de oro y plata; el Palacio de Bellas Artes con sus interiores art déco; el Ballet Folklórico de México; la Ciudad Universitaria, la Casa del Lago y los Bosques de Chapultepec con el Museo de Antropología; la Zona Rosa (la city financiera) y la Plaza Garibaldi, asiento de fondas con comidas típicas, serenatas y mariachis; el Paseo de la Reforma o Calzada del Emperador y las pinturas murales de Rufino Tamayo, Alfaro Siqueiros y Orozco, ubicadas en la Suprema Corte de Justicia y en el patio de la Casa de los Azulejos.
En tránsito hacia la zona sur de la megaciudad se encuentran los barrios de San Ángel y Coyoacán, que constituyen para el viajero un encuentro con la época colonial. En sus alrededores pueden ser admirados el Convento Dominico, la Parroquía de San Juan Bautista y el Hospicio de San Jacinto, sus tabernas y bares típicos donde se puede beber el tequila reposado con sal y limón, los mercados de flores y artesanías; la casa-estudio del pintor Diego Rivera y el Museo de Frida Kahlo, controvertida pintora internacional llamada el “pincel de la angustia”.
Pero viajar al Distrito Federal y no recorrer la magnífica “Ciudad de los Dioses” y otras zonas indígenas cercanas, constituye un verdadero sacrilegio cultural. Las ruinas de Teotihuacán, con sus impresionantes pirámides del Sol y la Luna y el Camino de los Muertos, zonas que tuvieron su auge entre el 200 a. C. y el siglo VIII d. C., son, a no dudarlo, una de las grandes atracciones arqueológicas de la Nación. Un paseo guiado por sus predios posibilita desentrañar muchos de los secretos de la organización social y cultural indígena.
En fin, México es todo eso y mucho más... tequila, huelgas, hacinamiento, chiles que te pican la boca y te roban el corazón, mariachis, gentes hospitalarias y sencillas que aman por sobre todas las cosas a su tierra. Quizás por ello aquella famosa canción, entonada por el ídolo azteca Jorge Negrete, que decía: “México lindo y querido/ si muero lejos de ti/ que digan que estoy dormido/ y que me traigan a ti”, sigue siendo interpretada hoy en las tradicionales serenatas amorosas.

Datos necesarios (Tips):

*Para viajar a México se necesita visa o tarjeta de turista

*En dicho país es preciso cambiar los dólares por los pesos mexicanos.

*Mexicana de Aviación, ubicada en Avenida Córdoba 755, primer piso, Buenos Aires, posee cinco vuelos semanales, con escala en Cancún y de allí al Distrito Federal. Estos vuelos son realizados todos los días, menos lunes y miércoles. En temporada baja (vigente hasta el l4 de julio) los precios varían de: 737, de martes a viernes; y 787 sábados y domingos.

*Entre los lugares que no pueden dejarse de visitar en el Distrito Federal se encuentra el Museo de Antropología e Historia (unos 9 pesos mexicanos la entrada), lugar para el que necesitamos destinar unas cuatro o cinco horas por lo interesante de sus muestras indígenas; la Catedral Metropolitana; la llamada Zona Rosa con sus tiendas y elegantes restaurantes con sus tradicionales mariachis; el Palacio de Bellas Artes con sus murales pictóricos tradicionales, sus tiendas de objetos artesanales y sus acabados interiores art nouveau y art decó; el Museo del Templo Mayor, ubicado en el Zócalo central de la ciudad, que posee los restos del centro ceremonial más elevado de la Gran Tenochtilán y los altares gemelos dedicados a Tláloc, el dios del agua y la lluvia.
Recomendamos, además, visitar la ciudad de Coyoacán (muy cercana a la capital), con los museos estudios de los famosos pintores Frida Kahlo y Diego Rivera y también la zona arqueológica, enclavada en las afueras de la urbe capitalina. Agencias de excursiones publicitan los viajes a la Plaza de las Tres Culturas, la Basílica de Guadalupe, el centro artesanal, las pirámides del Sol y la Luna y los Templos de Tláloc y Quetzalcoati a precios que fluctúan entre los 23 y los 30 dólares.

*La ciudad de México cuenta con numerosos servicios baratos para la transportación: taxis, trolebuses, microbuses y el metro pueden llevarlo seguro a su destino. No obstante, se sugiere, como medida de precaución y para evitar asaltos, utilizar los radiotaxis (que son conocidos también como remis): También son seguros los contratados en el aeropuerto, terminales de autobuses, hoteles y restaurantes. Aunque su tarifa es un poco más alta, son una opción más segura para el transporte.
El metro es otra posibilidad económica para viajar. Cuenta con nueve líneas y más de cien estaciones; en cualquiera de sus paradas se puede adquirir los mapas informativos que facilitan el traslado en la urbe.

Manía común (Poema)



Obra de la pintora surrealista, Remedios Varó.




"La eternidad no es más que un truco
para continuar".
Silvio Rodríguez.








Si pudiera conciliar este sueño quebradizo
que persigue al caminante, tardaría demasiado
en asomarme a ese balcón indiscreto,
donde una muchacha juega al sexo
sin gustar de compañías,
o quizás sufre de tedio por un reproche paterno,
escondido entre las gavetas de su tocador.
Ahora está de moda la torpeza
y se lleva de prendedor en las solapas,
a tugurios y palacios, sólo que visto de negro por dentro,
y los prendedores me resultan un artículo de lujo.
Siento que esta llovizna que me seca
resucita siempre el color de esas paredes,
las desnuda, extravia sus secretos.
Acabo de escribir en el envés de otro músculo cardíaco,
una canción para encantar a las serpientes,
pero esto supone una paz que aborrezco y temo
escondo y maquillo para las noches interminables.
Si al menos conociera de conteos regresivos
y psicoanalistas baratos,
podría evitar que esa desdichada me visite,
cuando se marchan los indios de mi tribú.
Infeliz de mí, me muero de sueño y sigo padeciendo
esa puta manía de eternidad.

Por: Juan Carlos Rivera Quintana.
Autorregalo de cumpleaños. 1998.

Gritos en desbandada (Poema)



Obra de Remedios Varó.
















Guarda en tu cuerpo todas las memorias
para cuando se nos escapen los ángeles
que ya no duermen
y sólo escuchemos el aullido de un perro
en celo.
Guarda todas tus canciones tristes
que se pegan como cerbatanas a mis oídos
en este concierto de madrugada
que sólo terminará cuando estemos vencidos.
Nuevamente esta asfixia de hereje sin refugio
sabiendo que ya existe lo que busco
miniatura de armario payaso de una sonrisa
horquilla barata de tiangue
muebles comprados al usurero.
Amor, los códigos son tan viejos
como viejas las piedras del camino/ como viejas
las mentiras y el terror a las heridas de antaño.
Si yo pudiera ser arena inocente,
cristal de roca estatua de sal
gritos en desbandada estocada final,
hierba silvestre
lecho temeroso de luz desnuda
pero únicamente alcanzo a ser cristal,
arena, estatua, gritos y lecho,
demasiada fragilidad para jugar a ser sobrio.
He pagado mucho precio por este silencio,
y los ángeles que ya no duermen poco dicen,
pero siguen volando con su lámpara de muerte
y el traidor intenta asesinarnos.
Amor mío, nadie esta noche es tan libre como tú,
sólo que, como dijo un demonio,
el mundo siempre finaliza en altos muros.

Viejo poema de Juan Carlos Rivera Quintana,
sacado del horcón de los cálidos recuerdos.

Complejo de culpas (Poema)






La silla, obra del pintor cubano, Wilfredo Lam.












La gente está perdiendo razones
se esconde en las almohadas y los rincones
de las maletas,
pues juega a no aparecer hasta el Día de los Fieles Difuntos.
La gente ya no canta como antes el Ave María,
ni sale a la calle a mirar el sol sin espejuelos,
la retina se ha convertido en un artículo
de primerísima necesidad,
en este planeta ya sin petróleo ni mariposas.
Desde que se inventaron los asteroides
ya no amamos las 24 horas
hasta el amor empalaga y enferma el estómago
con peligro de muerte.
Todo hace suponer que para las próximas Navidades,
dejaremos los remordimientos pegados a los almanaques;
saldremos a la calle en el segundo tren, que en esa ocasión
llegará en tiempo,
a imaginar paraísos y viejos amigos,
los mejores antídotos contra las cicatrices.
Sé que no bastan oraciones para arreglar el jardín de esta casa
la hierba y el cieno salpicaron los tejados
un buen día en que el Diablo realizaba su caridad pública
comenzaba el juego de lo imprevisible.
La gente está perdiendo razones y se inventa naufragios
y batallas,
para saberse vivos, que es una forma de estar en paz
con los suicidas,
y no caer en la trampa de quienes esconden almohadas y maletas
a riesgo de morir de una enfermedad que ahora llaman
complejo de culpas.

Juan Carlos Rivera Quintana, ya sin culpas por la salida de emergencia/ a tiempo.

Olga Orozco: El embrujo de las palabras (Crónica porteña)



Obra de la pintora surrealista española, Remedios Varó.





Desaparecida hace unos cuatro años, su poesía causó gran impacto en el mundo de las letras hispanoamericanas. Con su obra intentó: "trastornar todos los tiempos, confundirlos, barajarlos; resucitar a los muertos; vivir otras vidas".

Por: Juan Carlos Rivera Quintana.
Crónica publicada originalmente en el portal Mujerurbana.com


Siempre recordaré a la poetisa argentina Olga Orozco leyendo un poema de su libro Los muertos (1952) a un absorto grupo de escritores, en el centro cultural "Babilonia", mes y medio antes de su desaparición física. Aquella noche, su poema parecía un presagio. Le costaba trabajo respirar y se notaba muy cansada, triste y enferma. Aún así mantenía la voz grave y la dicción impecable: "Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero./ Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,/ el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas/ la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y alucinaciones,/ y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer/(...) Ellos han muerto ya./ Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno./ Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento", terminó recitando en esa ocasión y durante casi cinco minutos aplaudimos a aquella mujer, mezcla de hechicera y maestra, de avecilla rara y melancolía.
A Olga le gustaba definir a la poesía como el intento de apremiar a Dios para que hable y decía que los poetas creen en las palabras como si fueran mariposas en libertad. "En cambio, los académicos parecen entomólogos exponiéndolas incrustadas en alfileres".
Con más de quince poemarios publicados a lo largo de su carrera profesional, Olga comenzó su vida creativa en l946 cuando vio la luz su primer cuaderno poético: Desde lejos y cerró su ciclo con el libro: Relámpagos de lo invisible (1998). Sin dudas, su cuadernillo más conocido y recordado se trata de Con esta boca, en este mundo, que se editó en l994. Sobre dicha obra, ella reconoció que "estaba hecha de ausencias, agonías y pérdidas" En sus 43 años de prolífico trabajo, donde convirtió su poesía en una de las piezas capitales de la literatura latinoamericana acumuló, sin buscarlos, un sin fin de premios municipales, nacionales e internacionales. Quizás los más conocidos fueron el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes, obtenido en l980; el Primer Premio Nacional de Poesía de 1988 y el prestigioso Premio Juan Rulfo de Literatura, alcanzado en l998.
Amiga de las grandes poetisas y escritoras argentinas del siglo XX, mucho se ha hablado de sus relaciones fraternas con Victoria Ocampo y Alejandra Pizarnik. Entre ellas siempre fue acogida como una poeta mayor.

Como el mar en un cuadro
"Ella está sumergida en su ventana/ contemplando las brasas del anochecer, posible/ todavía./Todo fue consumado en su destino, definitivamente/ inalterable desde ahora/ como el mar en un cuadro,/ y sin embargo, el cielo continúa pasando con sus/ angelicales procesiones/ Ningún pato salvaje interrumpió su vuelo hacia el oeste;/allá lejos seguirán floreciendo los ciruelos, blancos, /como/ si nada,/ y alguien en cualquier parte levantará su casa/ sobre el polvo y el humo de otra casa (...)/, declaraba en su poema Mujer en la ventana y casi parecería como si hablara de su propia existencia.
Nacida en Toay, La Pampa, el l7 de marzo de 1920, tuvo una infancia feliz y alegre en una casa quinta rodeada de árboles frutales, pájaros y flores. Olguita, como le llamaban sus amigos, aprendió a construirse desde pequeña un mundo propio de magias y esoterismo. De grande ya redactaba horóscopos para varias publicaciones, tiraba las cartas del Tarot y practicaba el espiritismo para "conversar" con sus seres queridos ausentes. Quizás ello explica el gusto por las historias de fantasmas y aparecidos que le contaba su abuela María Laureana.
Su padre era un siciliano que pisó América en el 1900. Su madre, una chica preparada para el matrimonio de la sociedad de San Luis. En 1936, la familia se instala en Buenos Aires, donde Olga se graduará de maestra y continuará estudios en Filosofía y Letras. Allí conoce a los poetas Nora Lange y Oliverio Girondo, con quienes comienza a introducirse en el mundo de la intelectualidad porteña. Para entonces, también conocerá a Enrique Molina y Alberto Girri, entre otros. Con muchas de estas voces integrará la llamada "generación poética del 40" y colaborará con la revista Canto.
Sus labores literarias también las desempeño, en esta época, junto a su quehacer como actriz de radioteatros. Se cuenta que su voz profunda era la ideal para hacer papeles de madre dolida, de perversa y de bruja.
La primera ocasión que vi a Olga Orozco, durante un café literario, dirigido por la poeta Josefina Arroyo, en l998, le escuché decir que coleccionaba piedras. Escribía sus poemas rodeada de una piedra negra que le regaló su primer amor; otra de Sicilia, obsequiada por su padre, y una pequeña de San Luis, donde se crió su madre, porque la ayudaban a evocar momentos de su vida y le daban fuerzas y energías para seguir insistiendo ante la cuartilla muda. En aquella ocasión confesó que escribía para contestar sus propios interrogantes porque creía que la poesía era eso: "una permanente pregunta".
Olga no sólo coleccionó amores y lectores incondicionales, sino también amigos en toda Latinoamérica. Su desaparición física, a fines de 1999, después de un mes de agonía en coma profundo, atravesando pesadillas y vigilias sin memorias, consternó a todo el mundo intelectual. No sin razón, Juan Gelman, durante la presentación que hizo de la obra orozquiana para la entrega del Premio Juan Rulfo de Literatura, había advertido ya que: "su poesía no admite el consuelo de la razón y se convierte así en consuelo del amor. De tanto laberinto recorrido Olga ha visto que la belleza nos ciñe en su trama y nos rehace".
La labor creativa de esta poeta y el embrujo de sus palabras- por transparentes y profundas- terminan por hechizarnos y convertirnos en mejores seres humanos. Sin dudas, consiguió, como se lo propuso: "trastornar todos los tiempos, confundirlos, barajarlos; resucitar a los muertos; vivir otras vidas".

Shopping center: siempre nuevos, limpios y resplandecientes



Oleo de la pintora surrealista española, Remedios Varó.





Por: Juan Carlos Rivera Quintana.
Publicado originalmente en el portal Mujerurbana.com


En la sociedad urbana argentina actual está teniendo lugar un fenómeno comercial relativamente novedoso: la invasión de los shopping centers. Estos centros generan un nuevo tipo de espacio, un nuevo ámbito de sociabilidad. El shopping, como han expresado muchos sociólogos, busca “agenciarse y recrear explícitamente toda una vida de sociedad de los seres humanos” y operacionalizar no sólo el trasiego de objetos y personas, sino también las propias relaciones entre ellas y el lugar.
La Cámara Argentina de Comercio los ha definido como centros comerciales con “más de ciento cincuenta locales, administración centralizada, ramos diversos y reglamentos aceptados por los locatarios”. En ellos suelen brindarse todo tipo de servicios con horarios flexibles, máxima seguridad y estacionamiento.
Si muchas calles y plazas porteñas evidencian un alto grado de deterioro y suciedad, en el shopping todo luce como nuevito, limpito y resplandeciente; siempre como recién inaugurado. Hasta los finos ambientadores y equipos de aire acondicionado se encargan de hacernos olvidar los olores desagradables del subterráneo y la ciudad.

Shoppings: los no lugares

El antropólogo francés Marc Augé fue quien acuñó el término no lugares para referirse a esos espacios de anonimato ( como aeropuertos y shopping center), donde la gente circula sin conocerse, ni comunicarse y aparentemente a salvo de los peligros que acechan en un exterior cada vez más minado por la inseguridad.
En los inicios surgieron como lugares de compras y luego se convirtieron en sitios de paseo y entretenimiento, en centros de intercambio social donde se realizan fiestas, reuniones familiares, encuentros entre amigos, salidas de fin de semana y también en lugares donde la gente no se comunica, ni llega a conocerse realmente.
En sus instalaciones tienen lugar sorteos, exhibiciones cinematográficas, bailes, exposiciones itinerantes, conciertos de música, desfiles de moda, presentaciones literarias y toda una amplia gama de ofertas para atraer a todos los públicos de la familia. Por ello a nadie extraña que los de mayor éxito convoquen un millón y medio de personas por mes.
Si el primero -- el Shopping Center Sur -- fue inaugurado en diciembre de l986, ya entre 1988 y 1994 se instalaron en el país 24 y a mediados de 1994 se estaban construyendo otros 13. Indudablemente sus niveles de facturación, que rondan los 2 millones 300 mil dólares anuales, los convierten en sitios sumamente rentables y en un jugoso negocios en el que participan las grandes fortunas nacionales e internacionales.
Son precisamente los jóvenes los más asiduos visitantes de estas instalaciones. Gran mayoría de ellos permanecen muchas horas en sus predios, aunque no suelen realizar ninguna compra.
Los propósitos de estas instalaciones son recrear toda una vida social y cultural dentro de sí. De ahí que también se encarguen de cuidar imagen, publicidad, relaciones públicas y sus aspectos rituales de consumo y comercialización.
La tendencia actual de su diseño y construcción destaca el propósito del shopping cultural con más de l0 multicines que exhiban todas las películas que están en la cartelera semanal.
Como bien expresó una colega del diario Clarín: “tal vez el desafío crucial que estos complejos deban afrontar ocurrirá cuando las computadoras y la TV hagan que la gente compre sin moverse de su casa”.

Buenos Aires: mientras la ciudad duerme


Carlitos, mi hijo, durante su primer viaje a Buenos Aires.

Texto y foto: Juan Carlos Rivera Quintana
Publicado originalmente en el portal Mujerurbana.com









Suele decirse que para conocer una ciudad deben caminarse sus calles. Buenos Aires se cambia de trajes constantemente y es como un mapa abierto a las huellas humanas. En ella tienen lugar transformaciones económicas, políticas, culturales y sociales. Su arquitectura, sus ritmos y el uso y la vida de sus habitantes la convierten en una megalópolis compleja.
La intensiva noche de la ciudad y todas sus formas de diversión y consumo son muy atractivas para la juventud, a la búsqueda siempre de nuevas formas en que invertir su tiempo libre.
Bueno Aires se jacta de tener calles de vivienda, calles de paseo, de tránsito y arterias principales. En ellas discurre el ir y venir, los encuentros y desencuentros; las formas de vivir.
El crecimiento de los locales de videojuegos, shoppings center, casas discográficas, los "boliches" bailables (rockeros y bailanteros), los nuevos cafés, multicines, librerías, etc, la convierten en el sitio preferido de jóvenes y adolescentes, quienes intentan disfrutar al máximo de sus ofertas.
Como ha dicho el sociólogo Mario Margulis "la noche urbana presenta una ciudad diferente, menos iluminada, acaso ofreciendo por ello mismo mayor privacidad, espacios protegidos de las miradas".
La noche de la ciudad aparece para los jóvenes como una ilusión liberadora que empieza cada vez más tarde. Son los momentos del ocio y la diversión, donde se intentan borrar las horas del trabajo y del estudio. La ciudad nocturna tiene sus misterios y contribuye a distanciar de la rutina a los más jóvenes. Mientras los otros ciudadanos duermen, se favorece y potencia el clima para lo festivo.
"La noche constituye el territorio de los jóvenes, una isla juvenil en la ciudad dormida, un territorio que han ido ocupando y donde tienen la hegemonía generacional, favorecida por la sugestión de la ciudad nocturna, en la que están ausentes los otros, los que tienen el poder, que duermen", ha apuntado Margulis.
Entonces, el joven elige entre las alternativas o bien es elegido por una variedad de mercancías y de servicios que el mercado exhibe en sus vitrinas.
En la cultura de la noche hay muchas ofertas, pero también restricciones. Según el nivel adquisitivo y la condición social se puede acceder o no a determinados lugares. Por ello se dice que en Buenos Aires conviven: la elección y la exclusión. Los jóvenes se percatan rápidamente de los lugares que les están vedados por los hábitos de clases, por el cuerpo, la condición étnica, los modales, edad y hasta la vestimenta que usan.
La movida porteña incluye, además, exposiciones, bares, recitales de música, fiestas privadas y todo un circuito bohemio y underground para jóvenes intelectuales o con vocaciones artísticas. San Telmo, Belgrano, La Boca, Palermo Viejo, Barrio Norte, Flores, Almagro suelen ser los escenarios de estos proyectos más culturales donde se destacan salas teatrales (tipo café-concert) como La Trastienda; Babilonia, con sus encuentros de poetas y cenas afrodisíacas; Andamio 90, el Callejón de los deseos, entre otros.
Los gustos musicales también son un atributo de la identidad en estas etapas de vida y constituyen verdaderos códigos de pertenencia. Entre las principales ofertas de la noche juvenil se destacan las discotecas con su culto al rock y a la llamada música “marcha”; géneros considerados muy rebeldes y transgresivos que son del gusto de las clases media y alta.
La bailanta, la cumbia, el chamamé, son ritmos de las clases populares y de los sectores periféricos de la ciudad, que se localizan, principalmente en Once, Constitución, Pacífico.
Por su parte, el tango se ha convertido en un género for export, de lugares más vinculados con el turismo. Aunque en los últimos tiempos, los jóvenes se sienten más atraídos por aprender a bailarlo que por escuchar sus letras quejosas. Los locales amenizados con música tanguera se han transformado en verdaderas ceremonias del encuentro.
Buenos Aires, fragmentada por edades y consumos, se suma a la nueva realidad urbana y exhibe, como un escenario audiovisual, sus noches de música, ritmos, oscuridades, jolgorios y tristezas, corroborando el slogan político de que nunca duerme.

Río de Janeiro: Una ciudad con los ojos puestos sobre el mar




Texto y foto: Juan Carlos Rivera Quintana
Publicado originalmente en el Portal Mujerurbana.com

Preparada para recibir al turismo internacional durante todo el año es una de las ciudades más bellas, modernas y atractivas del planeta. Sólo hay algo que empaña su belleza: el contraste entre tanta opulencia turística y la indigencia de los habitantes de las favelas periféricas.

Tan famosa que sólo basta con llamarle Río para que todos sepan de qué urbe estamos hablando. La paradoja es que no la cruza ningún río, si no que se encuentra atravesada por la Bahía de Guanabara. Si hay una ciudad del mundo que mantiene una cita permanente con el mar, esa es sin temor al equívoco Río de Janeiro, en Brasil. Enclave turístico por excelencia, antigua capital federal del país, puerto marítimo, centro comercial e industrial, este lugar fue fundado el 1 de marzo de l565 por los antiguos colonizadores portugueses. Dicha metrópoli se encuentra distante de Brasilia, la actual capital del país, unos mil 145 kilómetros.
El mejor momento para llegar a este balneario permanente es a finales de año, fecha en que se prepara la Reveillao, la gran fiesta internacional para recibir el Año Nuevo; conmemoración dedicada por tradición a la Virgen de Iemayá.
Llegué a ese suburbio un 31 diciembre de l997. Ese día se dieron cita en los 3 kilómetros de arena de la archifamosa playa de Copacabana dos millones de personas, entre turistas y brasileños. Nunca olvidaré que la mayoría de la gente iba vestida de blanco en señal de purificación y religiosidad. Las arenas del balneario internacional estaban cubiertas de velas y pequeños altares con frutas y cosméticos femeninos en tributo a Iemayá, la adorada orisha del pueblo brasileño, de quien se cuenta fue una mujer muy sensual, coqueta y benefactora.
Esa noche, momentos antes de que empezaran a salir de los morros las cascadas de fuegos artificiales y comenzaran los brindis y la música en la playa, los pescadores lanzaban al mar sus barcazas repletas de frutas y toneles de cachaza como ofrenda y pedían a la santa patrona mejores pesquerías y regreso seguro a la tierra, luego de cada faena marítima.

Lo que hay que decir

Río tiene muchos atractivos para el turista: desde la subida en el periférico al Pan de Azúcar, casi un emblema internacional de la métropoli, hasta la escalada al Cristo del Corcovado, ubicado en el Parque Nacional de Tijuca, o las zambullidas en las cálidas aguas de Copacabana, Ipanema o Vermelha. Y ni hablar de los famosísimos Carnavales con sus desfile en el sambódromo de carrozas y escuelas de samba o de las visitas al Morro de los Dos Hermanos.
Llegar al Pan de Azúcar es una experiencia inigualable. Desde allí, puede divisarse toda la región, la bahía y la vecina ciudad de Niteroi, en dependencia del estado del tiempo, pues los días de bruma la zona se pierde entre la neblina. Por la impresionante altura sobre el nivel del mar del maciso montañoso se tiene la impresión de “entrar” al cielo.
Para llegar al Pan es preciso montarse en varios funiculares que van desde la playa Vermelha hasta el Morro de Urca y de allí a la cúspide de la montaña. Poco a poco, tendido de un cable de acero, los periféricos, con 84 pasajeros, suben lentamente y van dejando debajo la tranquilidad de la playa, Sólo entonces, la adrenalina de los riesgos y peligros de pender de un cable de acero a cientos de metros de altura, empieza a hacernos temblar las rodillas.
Semejante impresión causa la “escalada” en ferrocarril o taxi al Cristo del Corcovado, construido en 1882 por los ingenieros Pereira Passos y Texeira Soares. La famosa estatua de 38 metros de altura y 1,45 toneladas de peso, referente emblemático de la urbe, tiene los brazos abiertos en forma de cruz y está ubicada a 704 metros por encima del nivel del mar. Desde su base, convertida en un mirador de lujo, pueden observarse la mayor parte de los barrios y mansiones cariocas y como contraste el ir y venir de gran parte de las gentes en las carenciadas favelas, enclavadas en los morros circundantes.
Rodeada de hermosas mansiones y edificios, algunos de estilo art decó, la playa Copacabana - ubicada entre la Avenida Princesa Isabel y el Fuerte del mismo nombre que el balneario- es todo un regalo a la vista y los sentidos de los visitantes. Con aguas casi siempre cálidas y transparentes, un sol abrazador, hermosas “garotas” de exuberantes cuerpos y escasos trajes de baños y los innumerables bares donde se puede degustar la afamada caipirinha con limones y ron hecho de melaza de caña de azúcar. Copacabana es sinónimo de descanso, placer y diversión a toda hora.
Río, a pesar de su fama de violenta y sus injustos contrastes sociales, por su belleza natural y su infraestructura turística está tocada por la mano de Dios, como dicen los slogans publicitarios.

Datos útiles o tips:

*Río de Janeiro no es sólo paisajes naturales, playas y sol. Sus habitantes son hospitalarios y gustan de beber sus cervezas heladas y comer bocadillos, en pequeños bares instalados a la orilla de las playas de Ipanema, Copacabana y Arpoador, entre otros lugares. Los precios en esos lugares son módicos.

*Recomendamos entre los platos a degustar la famosa feijoada, frijoles negros muy condimentados; los mariscos y el galeto (pollo asado) que se ofertan, a precios asequibles, en pequeñas fondas o restaurantes modestos cercanos a la Avenida Atlántica, que bordea las principales playas.

*Para llegar a la ciudad usted puede volar por Varig Brazilians y
Vasp, las líneas aéreas de ese país que vuelan directamente o hacen sus escalas en diferentes ciudades brasileras. El teléfono para ventas de Varig Brazilians en sus oficinas de Río de Janeiro es: (21) 534-0333. Sus tarifas son módicas, en dependencia de las temporadas turísticas.

*En Río existe una sólida infraestructura hotelera. Entre los hoteles que sugerimos se ubican:

1-Mar Ipanema Hotel
Rúa Vizconde de Piraja 539. Ipanema
(21) 274-9922

2-Praia Ipanema Hotel
Avenida Vieira Souto 706. Ipanema
(21)267-0095. 105 habitaciones.

3-Caesar Park Hotel Ipanema
Avenida Vieira Souto 460. Ipanema
(21) 525-2525. 221 habitaciones.

4-Copacabana Palace Hotel
Avenida Atlántica 1702. Copacabana
(21) 548-7070. 226 habitaciones.

5- Río Copacabana Hotel
Avenida Princesa Isabel 370. Copacabana.
(21) 275-6644.

6- Premier Copacabana Hotel
Rúa Tonelero 205. Copacabana
(21) 548-8581. (Posee piscina, restaurante y cancha de tennis).

*Las tiendas de Río están diseñadas para satisfacer todos los gustos y presupuestos. Las hay en el centro de la ciudad, en la Zona Sur y en la Zona Norte. Y, si no le gusta caminar, hay muchos centros comerciales diseminados por toda la ciudad.
*Río exhibe con orgullo el Carnaval y la víspera de Año Nuevo en la playa Copacabana, en medio de la magia, la alegría y el amor. En épocas de Carnaval, los turistas se sumergen en el espíritu carioca mientras aprenden a bailar samba por las calles, vestidos con disfraces, tras las comparsas del carnaval.

*En la ciudad se pueden alquilar automóviles. Los hay con chofer políglotas (castellano, inglés, alemán y francés), a precios de 80 dólares, durante ocho horas, ya sea para la urbe o para viajes de largo alcance. La empresa posee varios modelos de autos y hasta los tiene con aire acondicionado. También si se contacta con antelación lo buscan en el aeropuerto o donde usted indique.
Para más información contactarse con el Señor M. Schwindt a: staff@urbi.com.br