lunes, 20 de abril de 2009

Peaje para “difuminar” islas




Obra del artista cubano, Agustìn Bejarano.


“Más no hagas con prisas tu camino/ mejor será que
dure muchos años,/ que llegues, ya viejo, a la pequeña aldea”
“Itaca”, de Konstantínos Kavafis,


Ellos golpean la puerta, la tiran abajo inclementemente
las ráfagas huracanadas se cuelan por dentro de la casa paterna
(y lo tumban todo a su paso sin pedir permiso)
se despedazan los altares y los santos desnudos y tibios
caen sin quebrarse/ rodeados de un vaho a aguardiente/
a caña de azùcar, a hojas quemadas de tabaco, a palo de monte
observo cómo los funcionarios miran con recelo el álbum de la infancia,
los pocos juguetes que mi madre alcanzaba a comprar los dìas de reyes/
las pocas cartas que llegaban de mis tìos en el Norte,
los sellos de correos usados que yo coleccionaba para sentirme extranjero;
despedazan mi pasaporte (siempre lo hacen, es un mètodo)
terminan por lanzarlo a los tiburones,
“pequeños privilegios” de vivir rodeado de mar
de acertijos que ya nadie intenta descifrar /de canciones revolucionarias
que conminan al combate, cuando la guerra siempre està anunciada
y los enemigos siempre pueden llegar, pero nunca se personan y sòlo
mandan a sus emisarios.
¿Será que olvidè pagar mi cuota de peaje patrio y estoy en mora?
Mi encerrona insular siempre funciona
para aquellos casos en que la libertad se convierte
en un viaje-escapatoria/estampida de emergencia,
en un permiso de salida, oración dicha de rodillas
(antes de la partida)
mirando aquellos ojos de madre desde la reja de casa, esa clarividencia
que recrimina pero termina perdonando cuando ya poco se puede hacer
....más que huir o cerrar los ojos para siempre.
Afuera alguien grita el Himno Nacional y recita poemas de José Martí
pero yo sigo sin prestar atención/ los cánticos de alabanza me hartaron/
siempre recelé de las voces altisonantes y afinadas
imprudentemente monocordes.
Entonces empiezo a enterrar lo poco que me queda, lo superfluo que me rodea
la mordacidad de los mensajes que escucho en mi contestador
los dobles discursos, que cada día se me atragantan más en el gaznate.
Adentro, rebano a cuchillo mi carne, la macero con vinagre y sal
y escucho un viejo bolero-antìdoto que “me salve la vida y me cierre la herida”,
(si es que pudiera hacerlo... como si fuera tan fàcil)
adónde me refugiaré esta vez si ya no tengo tiempo para otra escapada a tiempo,
mis padres partieron y quedé exhausto,
(demasiada Padrenuestro-vano sin conseguir los tres deseos)/
Ante la casa sólo queda la polvareda de tierra roja
el hollín-estropicio que ciega, la muerte
y aquella foto familiar en el living que ya nadie recordará.
Efigie esperanza---tatuaje pegado a las retinas decoloridas
diferendo que no cesa---atavismos centenarios que perduran...
islote difuso que navega a la deriva con temor al naufragio
sabiendo que es el naufragio lo ùnico que existe màs allà de sus costas.
Aún mi perro ladra con ira e intenta huir como todos (todos se fueron ya)
pero no me quita los ojos de encima/
otra ausencia fingida me volverá a llevar al lugar del comienzo/
aquella casita-islote en La Lisa que yace dormida a la intemperie,
cerca de un yate remoto que mi padre agujereò
y dejó podrir en el mar para que no se lo quitaran
con un rotulo en su proa, que decìa: "Iraida", fantasma que
ahora volverá a hacerse a la mar con siete meses de embarazo
para seguir llegando al sitio equivocado
-sin que nada quede –.

20 abril, 2009; Buenos Aires-desde el ático.

Ceguera apodada Patria




Obra del pintor cubano, Cundo Bermúdez



”Yo no soy yo/.Soy este (…)/el que calla sereno
cuando hablo/el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera”.

“Ese”, de Juan Ramón Jiménez


Todavía se hunden mis manos en aquel revoltijo de tierra
(con sequedad de vendavales y abanicos sieterrayos)
apodado Patria/
apenas recorren gota a gota cada frontera, allí donde el
aneurisma azul
fue degenerando hasta transmutarse en río Quibú/
rancio miasma plagado del destierro de las malaventuras/
costurerito sepia con tufo de animosidades baratas,
donde apiñar los antagonismos de este mundo
país buzón, cuna telúrica, país simulación, cuna demarcación.
Todo ha comenzado a descomponerse dentro de mí
como aquella calesita pobre de la infancia
donde los caballos habían extraviado la mirada
pues entonces ya había muerto el tiempo
de las lisonjas y las vanidades/
y un caballo de yeso era tan sólo eso, una bestia inerte
que daba vueltas cansinas sobre una plataforma sin magia.
Era tan sólo una tendencia al boicot- vocación-infantil
para el instante de las pañoletas y los juegos
y yo me sentía histerectomizado, rebanado a cuchillo
expulsado del paraíso
y sin derecho a réplica. Ese sí era yo. Pero me hicieron
creer día a día/minuto a minuto que los infieles
(deberíamos arder en la pira)
con un vago olor a apetencias chamuscadas
que el ventarrón no alcanzaba a lanzar fuera de
sus límites por temor a una estampida infinita.
Venía de robármelo todo (o mejor, de pedirlo prestado):
la hamaca del kindergarten que daba rienda suelta
a mis deseos de ser ave para no retornar nunca más
a cierto punto del horizonte que llamaron utopía
(u hombre nuevo guevarista)/
e intentaba olvidar aquella caja de cinco colores de pasta
(mi bandera nacional sòlo tenìa tres, entonces alcanzaba)
que desataba mis ínfulas de pintor de concursos,
cuando realmente lo que quería era afear la realidad
difuminarla tras una niebla color relámpago
que lo arrancara todo de raíz sin posibilidad de retoño.
Después era sólo mi ceguera en el agua de esos ojos,
que fugitivos y oscuros iban camino a ningún punto
antes que comenzara a anochecer.