Juan Carlos Rivera Quintana nació en una isla - en Cuba - y un buen día decidió salir de ella a mirar el mundo y buscar otros aires. Él quería alcanzar otros horizontes más personales e intelectuales y decidió construir su propia casa - su islaenpeso - y desde ahí presentar sus inquietudes periodísticas y literarias, sus crónicas de viajes, obsesiones y nostalgias. Acá, en esta geografía, sin mar cercano que lo aleje, se siente totalmente libre.
sábado, 26 de julio de 2008
Metáfora con esquinas ruidosas
Obra de la artista brasileña, Tarsila do Amaral.
Río de Janeiro, diciembre de l997.
"el mundo es el segundo término
de una metáfora incompleta,"
Quinta poesía vertical, de Roberto Juarroz, l974
Aquí empieza la sima, el cuesta abajo
la "metáfora incompleta" que construimos
buscando calles y sitios para recuerdos añejos
y un camino bajo el agua que nos desnude las manos.
Coleccionamos encuentros en esquinas ruidosas
con gentes desconocidas y olores dulzones a frutas prohibidas
entre los hombres.
Esta ciudad es una paradoja, un lugar para huir y perderse
por siempre entre paredones de morros somnolientos
desde donde bajan asombrados los amantes con caras
de rito trasnochado y miradas de sitios inconquistables,
diciendo palabras que curan la modorra y desenterrando lenguajes
de poemas que no escriben por temor a que se los lleve el viento.
Río, infinito fuego artificial húmedo con hierbas celestes y enredaderas
en los balcones/saoco carioca para empalagar el alma y
extraviar zapatos en la arena .
Tienes el don del embrujo, de la mirada tibia y el sexo salvaje.
Sólo que tu mar llueve como un murmullo lento del que no se vuelve
y tu angustia es sólo un ave pasajera que jamás encuentra el horizonte.
¿Anclado en la isla?
Obra de la artista cubana, Zaida del Río.
“No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas calles.
Y en los mismos barrios te harás viejo;
y entre las mismas paredes irás encaneciendo.
Siempre llegarás a esta ciudad”.
C. P. Cavafis
Siempre llegaré a esta ciudad de espalda al río
con alfileres en el corazón y navajazos en los bolsillos
escuchando canciones que me recuerdan los escasos zapatos que tuve
y aquel pantalón de colegio azul – como la isla - que mi madre
lavaba en las noches y colocaba detrás del refrigerador para planchar
a la mañana.
La vida ya no es como antes,
mi placard se ha llenado de camisas de todos los colores
las que siempre quise tener y sin embargo tienen poco uso,
decenas de pantalones se doblan indiferentes entre mis perchas de la abundancia,
pero persiste una rara incertidumbre de que mi piel ya no es mía,
me sigue confundiendo esa sobresalto de querer llenar todos los vacíos del alma,
como si la existencia estuviera ceñida a abarrotar ausencias materiales.
Me siento solo sin parque en un banco de barrio con faroles rotos
y vuelvo a montarme en el cachumbambé de tablas carcomidas y hierro oxidado,
intento atestar nuevamente esa maleta de madera verde mambí que hizo mi padre,
apodada “el botiquín” por mis compañeros de clase,
pero ya no me avergüenzan tanto los motes y las risas contagiosas.
Una extraña mezcla de sabores y olores ya no vienen de la cocina de mi madre
no tuve posibilidad de llegar a su entierro
se despidió en la reja de casa y nunca más quiso abrir sus ojos/
tampoco conozco la tumba donde sosiega su cuerpo,
y no he podido llevarle aún un ramo de flores amarillas/
sus rosas se ponen a miles de kilómetros de donde descansa
desventajas de vivir en una isla sitiada.
Mientras los vaticinios viajan entre las líneas del horizonte
mi hermana sigue poniendo sus vasos de agua con cascarilla
para ahuyentar los malos ojos y reza todas las noches pidiendo salud
y la prosperidad que no llega.
Trato de inventar palabras pero sigo anclado en esa pedazo de tierra colorada
con un extraño olor a asfalto calcinado
y me resisto culturalmente a localismos y voces que me suenan ajenas,
aunque acabo de recibir otra ciudadanía.
Mañana seré otro mapa otra calle otros rasgos vagaré por otra ciudad
cual tórrida siesta provinciana de la que no quiero despertar,
saldrá el sol tímido desde este culo del mundo y me descubriré sentado
en la otra vereda donde miraba pasar a los apátridas
para, entonces, todo me será groseramente indiferente
como las encrucijadas de los caminos que se bifurcan
y ya no conducen a tierra firme.
Juan Carlos Rivera Quintana
7 de diciembre 06.
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