sábado, 3 de octubre de 2009

Oraciones en el pabilo de la vela



Obra del artista cubano Michel Blázquez, de su muestra La Revestidura del tiempo.






“Cuántas veces has tenido que beberte las lágrimas de hiel
de no ser puro como un ángel”. (*)

*Cintio Vitier (1921-2009), en Examen del maniqueo


Lo queríamos todo… hasta la “carne de los dioses”(*)
y nos contentábamos con vivir entre relámpagos y peces
frente a aquella bahía turbia que parecía regurgitar sus tumores
y sus procacidades abruptamente, sin darnos tiempo al respiro
hondo, a la salvación redentora, a la salida a la superficie.
Jugábamos a inhalar todo el aire salino del maderamen/
mascarón de proa-isla a la deriva sin cuadrante ni destino fijo.
En constante crepúsculo intentábamos llenar las alicaídas alforjas
para la hora de la cena, sólo que la familia habitaba varios archipiélagos
y el cónclave no era permitido por razones de distancias,
de fuerza mayor, de salvoconductos que nunca aparecían
ni en las horas luctuosas.
Tampoco teníamos mucho que llevar al exánime paladar, que
extrañaba los dulces caseros y los asados de la abuela,
pero eran otros plazos y nada se podía hacer más
que engatusar la panza, tener paciencia y rezar.
En la cocina se escondían los menguados víveres
para la hora de las tempestades e ingeríamos a cuentagotas
pequeñas raciones de guerra que alcanzábamos a comprar
en el disciplinado mercado, con dinero proveniente de la vituperada
y salvadora diáspora familiar.
Las comunicaciones resultaban tan caras que apenas podíamos
con esa sensación de orfandad de la que intentábamos
sobreponernos(estérilmente),entonces éramos sacudidos
del letargo por los dioses con sus carcajadas heréticas/
sus palabras de amargo dulzor y algún que otro cadáver exquisito
(ahogado en una mazmorra de clausura).
Las letanías de palabras desde algún periódico intentaban
sentar dogmas cuando la salvación no estaba en exhibirse
por el mundo con la desvergüenza de quien tiene poder testamentario
y pondera su suerte en ese ejercicio del afuera, de simular ser Dios.
De noche las fuerzas del mal jugaban a desatar adversidades/
a alejar los números de la suerte entre alcohólicos de zaguán
y muchachas que exhibían sus labios rojos como un carnal instrumento
de fajina y ponían anuncios calientes en páginas web
con el deseo de encontrar algún aristócrata sin escudo familiar,
pero con pasaporte europeo que las rescatara del tedio y la inanición.
Un mal augurio lo histerectomizaba todo
y nuestros hijos tatuaban en sus piernas
aquella bandera de tres colores que ya enrumbaba esquiva
al fondo del mar…pero había que respirar,
aunque más no fuera un bocanada/escapar de aquella rutina-amorfa
y sólo quedaba la ficción, seguir diciendo torpemente:
“Seremos como el Che” o “Patria o Muerte”, con el desconsolado y engañoso:“Venceremos”, sabiendo que el territorio
de la luz estaba en eclipse creciente y condenado
– ya nadie lo dudaba - a la colectomía por tozudez senil.
En la noche arder como signo perpetuo de cualquier hoguera
nos llenaba de pájaros las cabeza y rescatábamos la fe en el silencio/
entonces creíamos que aún era posible la esperanza en el pabilo de la vela pero nuevamente el vendaval mudaba sus halos
batía con furia sobre la llama y la luz vaticinaba otra nueva ausencia.
En ese riada cielo abajo se nos iban los enojos, tantas treguas,
tantas oraciones, se extraviaban las respuestas y los límites buscaban
sus resguardos en otra habitación con placidez de sombras.

Buenos Aires, 3 de octubre, sin estampita alguna.