martes, 2 de octubre de 2007

Casa vacía, poema









“(...) en un lugar arcaico y sin orillas”.
De Juan José Saer, en El arte de narrar


Silencio se quiebran los horcones carcomidos por la humedad
Prolifera el musgo verdenegro de la soñolienta despedida.
Los párpados caen como el telón roto de un desaparecido
circo de barrio
donde el león fue muerto en combate y terminó en las fauces
del payaso/
allí donde la explosión hizo añicos los trapecios de la retina
y cierto olor a muerte se hospedó en el umbral de nuestra carpa.
El azar, esa desnudez de agua mansa para saciar nuestras sequedades
busca su resquicio dentro de la casa vacía./ desciende las escaleras
y se pega a la bóveda del techo/ se apaga el fuego del hogar sin leñas
de la sala.
La pereza desciende por las paredes despertando a los ruidos
que deslumbran por su decantada precisión.
Inocentemente se crucifica la tarde / deja su lugar en el zaguán, donde
el viento bate el tedio contra la aldaba sorda y herrumbrosa.
Después tan sólo el paraíso/ un estrépito de vidrios rotos/ cabezas
envejecidas en pasadas primaveras / reuniones que se
prolongan sin acuerdo alguno/ desarmaderos de autos que
ya no van a ningún sitio./ La luz atenazada por la limosna de los que
no encuentran su lugar en este mundo.

Juan Carlos Rivera Quintana
26 de mayo de 2003
Buenos Aires, sin mar.

No hay comentarios: