miércoles, 26 de noviembre de 2008

Asma: ¿Y si no llega el aire?



Obra del artista argentino, Carlos Tessarolo






En el mundo hay unos 300 millones de personas con asma y las cifras pueden llegar a 400 millones, debido a estilos de vida occidentales y a la polución urbana, afirma la OMS. Alrededor de 5 millones de argentinos lo padecen; apenas el 8% recibe un tratamiento adecuado, lo que genera mayores complicaciones y hasta la muerte.


Por: Lic. Juan Carlos Rivera Quintana
Especial para Bibliotecamédica.com.ar

Abrió las ventanas de par en par e intentó aspirar el aire puro del mar, pero todo fue en vano. La sensación de ahogo empezó a impacientarlo y sobrevino la tos continua. Un dolor en la espalda le oprimía los pulmones y la provocaba ligeras contracciones en el pecho. Los sudores fríos comenzaron a ponerlo cada vez más nervioso; abría la boca constantemente en busca del aire que no le llegaba… Buscó a tientas el inhalador que él calificaba de milagroso, mientras su semblante adquiría un color violáceo y un ligero cansancio le abrumaba los sentidos.

Al manipular el spray broncodilatador sintió cierto alivio y se dispuso, entonces, a preparar su equipo de aerosol para realizar una nebulización urgente. En ese instante pensó en su primera crisis de asma, cuando tenía cinco años, en pleno patio escolar, donde asumió que moriría de ahogos. Desde aquella época aprendió a respetar esa enfermedad, a la que le unen lazos casi familiares. Al principio sus padres albergaron la esperanza de una cura radical, pero el médico le arrostró la dura realidad de un mal crónico, de por vida y la necesidad de no abandonar nunca la medicación, aun cuando los signos se enmascararan y desaparecieran por temporadas.

Prevalencia, signos de alarma y control

El asma constituye un mito de la cultura médica. Muchos médicos de cabecera, incluso, cuando se presentan las primeras crisis de sus pacientes hablan al enfermo y sus familiares con eufemismos, tales como “bronquitis alérgica”, “broncoespasmo”, “principio de asma” o ‘bronquitis”, cuando debieran hablar claro y alertar al enfermo y su entorno para comenzar a sensibilizar con dicha patología y su gravedad.

En el mundo hay unos 300 millones de personas con asma y las cifras pueden llegar a 400 debido a estilos de vida occidentales y a la polución urbana, afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS). En nuestro país – según cifras de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC) y de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) – existen más de de 5 millones de personas que sufren de asma. Pero, en realidad, a qué nos referimos cuando hablamos de dicha patología. El asma ha sido definida como “una obstrucción crónica de las vías respiratorias, una afección pulmonar crónica, que trae serias consecuencias a la salud si no se trata. Sin embargo, muchos asmáticos ignoran su enfermedad, y apenas el 8% de los afectados recibe un tratamiento adecuado, lo que genera mayor cantidad de crisis asmáticas, internaciones e incluso mortalidad en el país (cada año le cuesta la vida a más de 800 pacientes). Las estadísticas nacionales reafirman, además, que este mal tiene menos incidencias que las enfermedades cardiovasculares, los tumores malignos y la diabetes mellitas, pero no deja de ubicarse entre las 10 primeras causas de muerte de los argentinos.

A lo largo del tiempo no pocos han sido los remedios y pócimas, transmitidos y recomendados por el acervo popular para “curar” esta enfermedad (desde cocimientos de aceite tibio con una cabeza de ajo, hasta te verdes con alguna que otra hierba infusional). Detrás de ello se esconde una cruda verdad: casi el 85-90 por ciento de los que padecen asma la contrajeron de manera hereditaria y en ningún caso es posible una cura absoluta pues se trata de una patología crónica, de por vida; sin que ello signifique que puedan evitarse las crisis siguiendo adecuadamente los consejos médicos, echando por tierra falsos conceptos y con la voluntad suficiente para enfrentar los problemas creados por la ansiedad y el estrés del paciente asmático, que siempre tiene temores de morir ahogado o con falta de aire.

El 6 de mayo de 2008, con motivo del Día Mundial del Asma, instituido por la OMS, se celebró una reunión de expertos neumonólogos, alergistas, kinesiólogos, clínicos, médicos de cabecera, etc., auspiciada por la (AAAeIC) y la (AAMR), con el fin de debatir acerca de estrategias para mejorar la situación del paciente asmático en nuestro país y los médicos aconsejaron “mayor comunicación entre médico y paciente y, sobre todo, que se deje de pensar en el asma como una enfermedad discapacitante, ya que cuando el enfermo está controlado y recibe un seguimiento especializado sistemático puede realizar todo tipo de actividades cotidianas, e incluso ser hasta un atleta olímpico. Si el paciente pasa a tomar parte activa del manejo de su enfermedad, los resultados serán mucho más positivos, dado que se reducirá el número de crisis, de hospitalizaciones y de muertes”.

Sobre el tema, el Dr. Daniel Colodenco, jefe de Alergia e Inmunología del Hospital de Rehabilitación Respiratoria “María Ferrer”, ubicado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y vicepresidente de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria, ha señalado a algunos medios nacionales, recientemente, que “en la Argentina padecen asma el 14% de los adolescentes y el 12 % de adultos. Sin embargo, según el estudio AIRLA1, sólo el 8% recibe el tratamiento correcto”.

Muchos expertos latinoamericanos coinciden en apuntar que existen dos grandes fallas en el manejo de estos pacientes: una, apunta a que el especialista no acaba de enfrentar al asmático con la realidad de que su padecimiento es crónico. El asmático asiste a la consulta buscando que el doctor lo cure como si tuviera una virosis o como si necesitara de antibióticos. Ello constituye una esperanza vana, el asma debe tratarse de forma continua y prolongada. El segundo obstáculo es que el enfermo, una vez que sale del episodio de falta de aire abandona el tratamiento. Muchos enfermos llegan a tenerle odio al padecimiento y cuando se siente bien tiene la ilusión de que nunca más le repetirá la crisis.

Existen distintos signos – ha afirmado el Dr. Juan Carlos Ivancevich, presidente de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC) y docente de la cátedra de Inmunología de la Facultad de Medicina de la Universidad del Salvador – de que el asma está presente, aún cuando no existan señales evidentes. El asmático cuando ríe en demasía es secundado por una tos continua; al hacer ejercicios violentos o subir una empinada escalera se fatiga. Ello demuestra que esta dolencia está siempre agazapada, se enmascara y se mantiene al acecho, esperando el más mínimo descuido”.

Como patología inflamatoria crónica, existen guías internacionales que apuntan el correcto manejo de la enfermedad. En su terapéutica se habla del uso de corticoides como medicación de control, más broncodilatadores ante crisis asmáticas. “A menudo se implementa un mal tratamiento, dado que se abusa de los fármacos rescatadores (broncodilatadores), que deberían emplearse solamente para el tratamiento de las crisis”, apunta el Dr. Ivancevich. “Y si bien los broncodilatadores son medicaciones muy seguras, su uso abusivo lleva a dos consecuencias negativas: por un lado, persiste la inflamación, lo que conduce a un deterioro pulmonar con lesiones permanentes, y por el otro, la acumulación de dosis de broncodilatadores puede producir temblores, taquicardia e incluso otros efectos cardiovasculares”, concluye el experto.

Lo cierto es que el tratamiento no sólo incluye medicación; también cuidados ambientales y a veces cambios en el régimen de vida, en dependencia de la intensidad de la patología. La puerta de entrada para estos pacientes asmáticos debe estar en el consultorio del médico de cabecera, en tanto es allí donde se registra la toda la información relativa al cuadro y las características del paciente y se le puede brindar un tratamiento diferenciado. Es allí donde deben comenzar las acciones preventivas y profilácticas. En los casos de adultos asmáticos se sabe que para controlar sus crisis respiratorias se precisa comenzar su tratamiento y control desde la infancia.

Es bueno que los asmáticos cuiden su propia salud. Para ello urge que se tomen cuatro medidas preventivas. Ellas son: que no se fume en su presencia, ni en el dormitorio, mantenerse alejado de la cocina; no permitirle al niño/a asmático retozar y saltar encima de las camas y los muebles tapizados y no darle leche, ni ningún otro alimento dos horas antes de dormir, pues muchas veces hay reflujos esofágicos o cambios de PH que impiden la respiración y fatigan.

Es lógico que si se unen dos pacientes alérgicos haya una mayor posibilidad de descendencia alérgica o asmática, sobre todo en medio ambientes adversos. La embarazada, entonces, debe evitar fumar, lo mismo deben hacer los familiares con pacientes asmáticos en su hogar. El tabaco juega un rol muy irritante y contribuye al aumento de la hiperreactividad bronquial, a las infecciones bronquiales de nariz, garganta y oídos.

Existen, además, toda una serie de síntomas que avisan sobre la posibilidad de una episodio asmático. Entre ellos están las crisis catarrales continuas; la falta de aire, la tos seca nocturna, la picazón ocular, la coriza, etc. en pequeños con antecedentes familiares alérgicos, estas manifestaciones son índices de posibilidades alérgicas respiratorias. Es bueno, también, que los pequeños/ñas asmáticos/ñas no dejen de incorporarse a las actividades propias de su edad, que van desde los juegos hasta la práctica de deportes escolares. Suele ocurrir que a los asmáticos se les mire con lástima, se les minusvalice y sobreproteja excesivamente, a nivel familiar y ello es muy perjudicial para el desenvolvimiento social del pequeño. Y sobre todo, pensar que cuando un paciente asmático repite una crisis es porque ha estado expuesto a los factores de riesgo, catalizadores de retorno de la afección.


Factores de Riesgo

Polvo de habitación

Hongos, moho, humedad

Pelo, caspa y proteínas de
origen animal

Olores penetrantes

Humo de cigarrillos o
tabaco

Tensiones psicológicas
laborales o escolares

Infecciones virales y
bacterianas

Cambios de tiempo

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