lunes, 8 de noviembre de 2010

Sincronía vital en cautiverio







Obra del artista cubano Manuel Mendive ("La traición")






Un pequeño pez se me escurre de la boca
Aletea casi vivo y se zafa de nuevo de mi anzuelo
Antes de caer oblicuamente al agua inerte
Que lo volverá a entrenar para que no pique con gula comida extraña,
Maldigo, intento capturar con impaciencia y bromeo con que vuelva a aparecer
Pero no sucede porque preferirá morir de hambre
Aunque – como decía mi madre – el pez por la boca muere.
¿Será que juego a la grulla con las patas mojadas
o sigo metiendo la cabeza en el agua para no ver lo que ocurre?
El paisaje se torna resbaladizo, anómalo y hasta con olor a captura barata,
Pero yo sigo pensando en mi peje que no regresa a danzar entre
El espejo de agua opalina y mis piernas que se resisten a estancarse.
Una rana salta de mi boca y se mantiene callada, muda
Gira y tuerce su camino buscando algo que no halla,
Teme ser devorada en esa ley de la selva en que se han convertido las palabras y los disimulos. Mira de lejos y advierte tarde que un pico
de pájaro la destrozara irremediablemente,
Para continuar esa cadena alimentaria, apodada sincronía vital.
Verdinegra la rana se agita agresiva pensando en su mala suerte
y muere del susto…el pájaro la desecha, pues no está acostumbrado
a comer animales indefensos e inertes. Su pasatiempo está en la lucha,
en ese cierto temblor que provoca el salir a buscar el alimento
cerca de una charca insular que se quedó paralizada en el tiempo
pero donde aún hay animales extraños que pugnan por quedarse
y su instinto de conservación es lo único que los mantiene vivos.
En mis ojos se amotinan un grupo de lagartos en cautiverio
Intentan rectificar un paisaje que se ha tornado gris en demasía
Despiden olores de reptiles en celo que buscan vírgenes árboles
Donde recostar sus largas colas y sus ingenuas cabezas.
Un silencio se apodera del espacio, petrifica los cuerpos
Y mis lagartos caen bocabajo al pretender volar para salir huyendo.
Entre mis piernas ha crecido un flamboyán de vivos colores
Se mece alegre aunque no haya rocío que lo bañe
y pide a gritos su pasaporte de vida: algún nido para sentir el gorjear de los cascarones rotos. Entonces el cielo se contrae y un tornado
lo desclava todo de cuajo. Chorrea un agua compacta con sabor a memoria
y el ciclón embiste con fuerza borrando del mapa el pequeño islote.
Sólo queda en pie una ceiba con un cartel clavado en su tronco
donde puede leerse con muchas faltas gramaticales:
“la conplicidad es una henfermedad que mata como el cilensio”.


Buenos Aires, 8 de noviembre, sin cartillas ni tornados
que depuren.

2 comentarios:

paula varela dijo...

El primer verso y él último son sencillamente brillantes. La atmósfera es única, poderosa como esas manos que la han creado.

un abrazo,
Paula

Juan Carlos Rivera Quintana dijo...

Gracias Pau, me alegro que te guste, lo acabo de escribir ayer tarde, està por pulir aùn, besos juanca