sábado, 10 de octubre de 2015

“Antigonón” o la Patria maltrecha


 
Por: Juan Carlos Rivera Quintana
Fotos: Lessy.



 

Desde arriba del escenario una pionera cubana repite cansinamente: “ (….) El amor, madre, a la Patria No es el amor ridículo a la tierra, Ni a la yerba que pisan nuestras plantas; es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca” y las frases rebotan y estallan las acechanzas y frustraciones de muchos de los espectadores, que asistimos, en la noche fría, del jueves 8 de  octubre, al teatro “El Cubo”, ubicado en el barrio de El Abasto, en pleno centro porteño, a ver la subversiva puesta en escena de: “Antigonón: un contingente épico”, del colectivo cubano “El Público”, dirigido por Carlos Díaz, que se presentó, con gran éxito, como parte del Festival de Teatro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

Y es que sólo cinco actores, completamente desnudos, la mayor parte del tiempo del espectáculo bastan cuando hay una mano directriz, como la del prestigioso dramaturgo cubano Carlos Díaz - ya casi una leyenda en el teatro cubano - para llenar y despertar todos los sentidos y las emociones de los espectadores y hacer una mirada ácida y corrosiva al biotipo del héroe insular.

 

Tampoco deberíamos obviar un texto como el del escritor isleño Rogelio Orizondo, que se vale de una acertada reelaboración, intertextualidad y actualización del clásico de la tragedia griega “Antígona” y traspolando la anécdota a la isla de Cuba mixtura todo el tiempo las historias y teje un material demoledor, casi un mazazo para las conciencias insulares, de adentro y afuera, y las voces críticas de los amigos de la isla, que cuestionan el estado actual en que ha quedado la maltrecha Cuba, luego de tantos años de desgobierno, dictadura y diáspora de sus mejores hijos.  

 

Quizás ello explique que la obra comience con imágenes de archivo y videos de la época, que recuerdan el entierro del Héroe de la Patria y Mayor General de nuestra Guerra de Independencia contra España, Antonio Maceo y su ayudante Panchito Gómez Toro, en el Cacahual y dicha efemérides nacional se mezcla con la tragedia griega, donde Antígona, la hija de Edipo y Yocasta y hermana de Eteocles y Polineces, decide desobedecer las órdenes del tirano y dar sepultura digna a uno de sus hermanos guerreros - condenado injustamente por traición a la Patria - para que no fuera devorado por los cuervos y los perros, al permanecer insepulto en las afueras de la ciudad, como ordenaba el mandamás.

 

Y por momentos, hasta parecería que seduce la persistencia del tema de Antígona, en la cultura occidental en todas las épocas y las disímiles reelaboraciones que dicho mito de resistencia y disconformidad ante las injusticias y los desmanes ha tenido en el teatro contemporáneo. Quizás la respuesta esté en que los conflictos del clásico griego atraviesan la esencia misma del ser humano de todos los tiempos: vejez vs. juventud; sociedad vs. individuo; seres humanos vs. divinidad; héroes y antihéroes; libertad vs. opresión… entre el mundo de los vivos, dispuestos a luchar, y los muertos en vida o muertos civiles, que asienten para no disgustar a los tiranos y los gobiernos autocráticos.

 

Es que la poética de este proyecto escénico de “Antigonón” viene, después de muchas puestas y discusiones, de mucho taller, a convertirse en la tesis de graduación de dos prometedoras actrices cubanas, que egresan del Instituto Superior de Arte, de La Habana: las dúctiles y convincentes Daysi Forcade y Giselda Calero, que desdoblan en escena un abanico de personajes, todos distintos, todos demoledores, todos polisemia pura. Baste tan sólo recordar las patrias prostitutas; los heroicos combatientes del tanque; los “pingueros” (término con que en la isla se denominan a los taxi boy que lucran con el turismo internacional) y los escolares sencillos que con ingenuidad demoledora dicen las grandes verdades. También precisaríamos reparar en los trabajos corporales y posturales de todos sus actores, que la mayoría del tiempo a desnudo completo trabajan con desenfado, como si fuera una coreografía de cuerpos que se retuercen y ni hablar de los cambios de voces y los desplazamientos escénicos de la puesta toda.

 

Y por la escena desfilan el carnaval isleño; las palabras del apóstol José Martí; la visión surrealista de nuestro gran dramaturgo Virgilio Piñera; las voces de la Madre de la Patria, nuestra Mariana Grajales, aquella que le dijo a su hijo menor, al recibir la noticia de la muerte de su hijo dilecto, en la batalla: “Y tú, empínate y anda”. Por el escenario transita, además, lo esperpéntico y erótico de nuestro Reinaldo Arenas, junto a la procacidad del lenguaje y las des-culturización de hoy día en la isla; el pastiche caribeño, la parodia cabaretera y la burla sórdida y todo pasa como un contingente épico, donde lo prohibido, lo escatológico, lo mordaz e insano desfila de la mano de una mente cuestionadora que pone en duda - como una tabla salvavidas - todas las “conquistas” revolucionarias y logra alcanzar los peldaños de una identidad “caótica en su ordenamiento” y triste en su estampida última, su falta de expectativas, su confusión y pobreza existencial. Y casi al borde del camino, la Patria toda… la Patria maltrecha, en su altar “patriótico” y sincrético, que no atina ya para dónde escapar y casi pide a gritos hundirse en el mar (rodeada de agua por todas partes) para volver a renacer con una carne nueva y unos huesos fundantes.  

 

 

 

 

 

 

 

1 comentario:

Juan Carlos Rivera Quintana dijo...

https://www.youtube.com/watch?v=5prwb2Lm9WU