lunes, 8 de octubre de 2007

Linfomas no Hodgkin (LNH): Una ardua batalla para dar



Oleo de la pintora española Remedios Varó.

Mientras 267 tipos de cánceres, de los 270 existentes, han bajado su incidencia en nuestro país, hay tres que la aumentaron: el de pulmón, el melanoma de piel y los Linfomas no Hodgkin. Acá hacemos un acercamiento a este último.

Por: Juan Carlos Rivera Quintana
Para la Revista Ahora, la Salud


Recientemente, notas periodísticas llamaban la atención acerca de que en Argentina, aunque no existen estadísticas oficiales, a nivel nacional, que den cuenta del problema, los médicos han advertido que cada vez atienden en sus consultorios a más personas, menores de 45 años, afectadas por alguno de los 270 tipos de cánceres que existen.

Las razones de tal situación se explican porque, en la actualidad, existe una mejor capacidad de detección, pero también habría que buscar respuestas en el aire que se respira (la polución ambiental de las grandes ciudades y el smog); los factores genéticos predisponentes; la mayor peligrosidad de las radiaciones solares; el consumo de tabaco y la inadecuada dieta alimentaria. Los oncólogos llaman la atención de que los más cánceres más frecuentes son el melanoma de piel y el cáncer de pulmón, pero otros carcinomas también están aumentando su incidencia, entre los que se puede nombrar el linfoma no Hodgkin (LNH), un tipo de cáncer linfático muy común, cuya incidencia ha elevado sus cifras de aparición, desde la década del 70’, en un 80 por ciento, siendo la edad media de los pacientes con dicho mal en torno a los 60 años.

El Dr. Adrián Huñis, del Centro Oncológico de Buenos Aires, apuntó hace pocos días a una publicación nacional, que “el cáncer está en ascenso entre los jóvenes, a una tasa de aumento del 1 por ciento anual. Y, además, se trata de la segunda causa de fallecimiento en los menores de 45, luego de las muertes violentas”.

“Mientras todos los cánceres bajaron su incidencia – recalcó el experto - hubo tres que la aumentaron: el de pulmón, el melanoma y el linfoma no Hodgkin”. Y si bien resaltó que la mejora de los tratamientos “hace que hoy la tasa de supervivencia general para cualquier cáncer sea del 60%”, reconoció que los más jóvenes suelen tener peores pronósticos.

Las voces autorizadas se quejan de la falta de datos y registro de tumores en nuestro país y esa falta de información básica imposibilita que los ministerios de Salud nacional y provinciales puedan realizar campañas de detección precoz y responder con seriedad y eficiencia al problema. Aunque como le decía a nuestra revista, recientemente, la Dra. María Guadalupe Palliotta, clínica oncóloga, Jefa de Servicios de la Sección de Oncología Clínica del Hospital Italiano y vicepresidenta de la Asociación Argentina de Oncología Clínica “la fuerza demoledora de la palabra cáncer o tumoraciones malignas y sus connotaciones semánticas de sufrimiento, dolor y muertes ha comenzado a dejarse atrás. Hoy el 70 por ciento de los cánceres pueden prevenirse y controlarse, en tanto durante los últimos años ha cambiado mucho el pronóstico de esta enfermedad, pues aunque a veces causa la muerte, con mucha frecuencia se logra el control de la dolencia. Todo depende del estadío en que sea detectada.

Aún queda mucho por descubrir sobre las causas del crecimiento fuera de control de las células, explicación por la que se originan los cánceres. Muchas investigaciones apuntan a factores cancerígenos ambientales, a factores nutricionales, marcadores genéticos, hormonoterapia en mujeres de alto riesgo, entre otras, pero lo que todos los oncólogos clínicos coinciden en apuntar es la factibilidad de la prevención secundaria, es decir: el diagnóstico precoz y el tratamiento adecuado.

De linfas y ganglios

La Dra. Palliotta, acota, además, que “el cáncer no es tan mortal como lo fue el VIH-Sida en su momento, pero está asociado al sufrimiento, a tratamientos penosos y costosos físicamente para el paciente y eso hace que tenga un entorno gris, pero a veces no es tan así, ya se han logrado buenas tasas de recuperación con bajo nivel de agresividad, con la quimioterapia y la radioterapia. Pero aún hay mucho desconocimiento, en el entorno médico sobre dicha especialidad. En Argentina, hay 120 mil médicos, de los cuales 400 son oncólogos. También muchos prefieren no dedicarse a esta especialidad, pues requiere de muchos estudios y es poco rentable económicamente. El oncólogo clínico es un orquestador de conocimientos quirúrgicos, radioterápicos, quimioteràpicos, inmunológicos; son muchas áreas en las cuales hay que manejarlo todo. Hoy día para el paciente oncológico la mejor arma sigue siendo la cirugía, lo que cura es la cirugía; hay tumores que se curan con quimioterapias, y otros con radioterapias, cada uno tiene lo suyo, y se ha aprendido mucho a trabajar en equipo”.Cuando se habla del tema de la prevención nuestra interlocutora apunta que “lo primero que uno tiene que apuntar es al diagnóstico precoz, la prevención. El captar pacientes asintomáticos es una tarea del Estado con sus políticas, en cambio el diagnóstico precoz depende del individuo y del médico que ve al paciente”, apunta.

Por su parte, los linfomas no Hodgkin (LNH) son un grupo de síndromes del sistema linfático (formado por vasos y ganglios que transportan la linfa), ese líquido incoloro que contiene los glóbulos blancos, encargados de la defensa del organismo y de destruir a los sistemas agresores. Puede decirse que es un cáncer que se produce en ese sistema. Tan sólo en Estados Unidos que el quinto tipo de cáncer más frecuente, en el 2005, cuando se diagnosticaron 55.000 casos y se produjeron 26.000 muertes por esta causa.

Los especialistas apuntan que existen dos tipos de linfocitos. los B y los T. Los linfomas de células B son más frecuentes que los linfomas de células T. Estos dos tipos son responsables del 85 y el 15 por ciento, respectivamente, de todos los casos de LNH

Los LNH son tumores potencialmente curables del sistema linfático. Como existen muchas formas, es importante identificar qué linfoma es el que presenta la persona, para clasificarlo dentro de un grupo concreto y establecer el tratamiento específico a esa enfermedad.

Los ganglios linfáticos están localizados en distintas zonas del organismo, con forma de racimo de uvas, contienen la linfa y son el punto de llegada y de salida de los vasos linfáticos que recorren todo el cuerpo. Algunos ganglios se encuentran en zonas más superficiales que otros, como son los del cuello o los de las axilas. Los más superficiales pueden palparse, incluso observarse, cuando están inflamados. Pueden inflamarse cuando se produce una infección, pero también cuando existe un linfoma.

Hay muchos tipos diferentes de linfomas, y pueden agruparse en dos categorías: la enfermedad de Hodgkin (EH) y el linfoma no Hodgkin (LNH). La mayor diferencia entre ellos es el tipo de células que afectan. El linfoma es más fácil de tratar en sus primeras etapas, cuando el cáncer aún no se ha propagado más allá del sistema linfático. El linfoma más difícil de tratar es el que se propaga a la médula ósea o el que se desarrolla en el cerebro.

Las personas VIH positivas corren un riesgo levemente mayor de desarrollar LNH que las negativas. El LNH también puede progresar (empeorar) más rápido en las personas VIH positivas y puede ser más difícil de tratar. Varios estudios recientes revelaron que en la actualidad hay menos personas VIH positivas con diagnóstico de linfoma que en años anteriores, cuando aún no se disponía de una combinación de medicamentos anti-VIH. Por ejemplo, el riesgo de desarrollar uno de los tipos más serios de linfoma, el linfoma de cerebro [linfoma primario del sistema nervioso central (SNC)], disminuyó drásticamente en los últimos años. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con otros tipos de LNH.

Si bien aún se desconoce la causa del linfoma, muchos investigadores creen que las toxinas del medio ambiente (tales como los pesticidas) pueden causar este tipo de cáncer. Se comprobó que el virus de Epstein-Barr (VEB) está vinculado al desarrollo de linfomas, particularmente en las personas VIH positivas.
Al abordar los este tema la literatura apunta que, en algunas ocasiones, estos tumores pueden sentirse o verse debajo de la piel. Los tumores también pueden aparecer más internamente dentro del cuerpo, a veces dentro de un órgano (comúnmente en el intestino, la médula ósea, el cerebro, o el hígado). Se pueden presentar muchos síntomas, tales como agrandamiento del bazo, obstrucciones en el hígado, dolor en el recto, ritmo cardíaco irregular, problemas digestivos y sangrado interno. Con mucha frecuencia, el linfoma causa fiebre, pérdida de peso inexplicable y sudores nocturnos.
El linfoma de cerebro, llamado linfoma primario del sistema nervioso central (SNC), puede causar muchos síntomas, tales como problemas de concentración, parálisis que afecta un lado del cuerpo, pérdida del habla o de la capacidad para entender el lenguaje, confusión, pérdida repentina de la memoria y manía.
Diagnóstico e investigaciones experimentales
En primer lugar, los proveedores de atención médica deben analizar el origen de cada síntoma. Los análisis de sangre pueden ser útiles (por ejemplo, para medir los niveles de ácido úrico y de LDH), tanto como una resonancia magnética, una tomografía por emisión de positrones (TEP), una tomografía computada (TC) o un estudio con galio. Si se sospecha de un tumor, se debe realizar una biopsia. En una biopsia, se extrae una muestra del tumor mediante un procedimiento quirúrgico, y se envía a un laboratorio para su análisis. También son necesarias una biopsia de la médula ósea y una punción lumbar para determinar si el cáncer se propagó más allá del tumor. El tratamiento del linfoma depende de los resultados de estos análisis. La etapa en la que esté el linfoma es muy importante y puede ayudar a determinar el pronóstico y el curso del tratamiento, que puede incluir cirugía (para extirpar el tumor), quimioterapia y radiación (para destruir las células cancerígenas).
Las investigaciones científicas han producido información importante, mucha de la cual puede usarse para diseñar y probar nuevas terapias. Es probable que en el futuro las terapias nuevas se combinen entre sí, y con la quimioterapia y/o la radiación convencional, se pueda producir una respuesta más segura y eficaz. Los tratamientos experimentales en desarrollo incluyen inmunoterapia, anticuerpos monoclonales, transplantes de células progenitoras y hasta terapia genética (que busca reemplazar a los genes defectuosos, o introducir en el cuerpo células que lleven genes específicos de ingeniería, para restaurar el ciclo normal de reproducción, crecimiento y muerte celular).

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