domingo, 7 de octubre de 2007

Buenos Aires: mientras la ciudad duerme


Carlitos, mi hijo, durante su primer viaje a Buenos Aires.

Texto y foto: Juan Carlos Rivera Quintana
Publicado originalmente en el portal Mujerurbana.com









Suele decirse que para conocer una ciudad deben caminarse sus calles. Buenos Aires se cambia de trajes constantemente y es como un mapa abierto a las huellas humanas. En ella tienen lugar transformaciones económicas, políticas, culturales y sociales. Su arquitectura, sus ritmos y el uso y la vida de sus habitantes la convierten en una megalópolis compleja.
La intensiva noche de la ciudad y todas sus formas de diversión y consumo son muy atractivas para la juventud, a la búsqueda siempre de nuevas formas en que invertir su tiempo libre.
Bueno Aires se jacta de tener calles de vivienda, calles de paseo, de tránsito y arterias principales. En ellas discurre el ir y venir, los encuentros y desencuentros; las formas de vivir.
El crecimiento de los locales de videojuegos, shoppings center, casas discográficas, los "boliches" bailables (rockeros y bailanteros), los nuevos cafés, multicines, librerías, etc, la convierten en el sitio preferido de jóvenes y adolescentes, quienes intentan disfrutar al máximo de sus ofertas.
Como ha dicho el sociólogo Mario Margulis "la noche urbana presenta una ciudad diferente, menos iluminada, acaso ofreciendo por ello mismo mayor privacidad, espacios protegidos de las miradas".
La noche de la ciudad aparece para los jóvenes como una ilusión liberadora que empieza cada vez más tarde. Son los momentos del ocio y la diversión, donde se intentan borrar las horas del trabajo y del estudio. La ciudad nocturna tiene sus misterios y contribuye a distanciar de la rutina a los más jóvenes. Mientras los otros ciudadanos duermen, se favorece y potencia el clima para lo festivo.
"La noche constituye el territorio de los jóvenes, una isla juvenil en la ciudad dormida, un territorio que han ido ocupando y donde tienen la hegemonía generacional, favorecida por la sugestión de la ciudad nocturna, en la que están ausentes los otros, los que tienen el poder, que duermen", ha apuntado Margulis.
Entonces, el joven elige entre las alternativas o bien es elegido por una variedad de mercancías y de servicios que el mercado exhibe en sus vitrinas.
En la cultura de la noche hay muchas ofertas, pero también restricciones. Según el nivel adquisitivo y la condición social se puede acceder o no a determinados lugares. Por ello se dice que en Buenos Aires conviven: la elección y la exclusión. Los jóvenes se percatan rápidamente de los lugares que les están vedados por los hábitos de clases, por el cuerpo, la condición étnica, los modales, edad y hasta la vestimenta que usan.
La movida porteña incluye, además, exposiciones, bares, recitales de música, fiestas privadas y todo un circuito bohemio y underground para jóvenes intelectuales o con vocaciones artísticas. San Telmo, Belgrano, La Boca, Palermo Viejo, Barrio Norte, Flores, Almagro suelen ser los escenarios de estos proyectos más culturales donde se destacan salas teatrales (tipo café-concert) como La Trastienda; Babilonia, con sus encuentros de poetas y cenas afrodisíacas; Andamio 90, el Callejón de los deseos, entre otros.
Los gustos musicales también son un atributo de la identidad en estas etapas de vida y constituyen verdaderos códigos de pertenencia. Entre las principales ofertas de la noche juvenil se destacan las discotecas con su culto al rock y a la llamada música “marcha”; géneros considerados muy rebeldes y transgresivos que son del gusto de las clases media y alta.
La bailanta, la cumbia, el chamamé, son ritmos de las clases populares y de los sectores periféricos de la ciudad, que se localizan, principalmente en Once, Constitución, Pacífico.
Por su parte, el tango se ha convertido en un género for export, de lugares más vinculados con el turismo. Aunque en los últimos tiempos, los jóvenes se sienten más atraídos por aprender a bailarlo que por escuchar sus letras quejosas. Los locales amenizados con música tanguera se han transformado en verdaderas ceremonias del encuentro.
Buenos Aires, fragmentada por edades y consumos, se suma a la nueva realidad urbana y exhibe, como un escenario audiovisual, sus noches de música, ritmos, oscuridades, jolgorios y tristezas, corroborando el slogan político de que nunca duerme.

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