domingo, 7 de octubre de 2007

La azteca Tenochtitlán: “México lindo y querido” (Crónica de viaje)





Texto y foto: Juan Carlos Rivera Quintana
Para el portal Mujerurbana.com



El Distrito Federal mexicano es una suerte de olla donde se cuece una mezcla impresionante de culturas. México es eso: superposiciones coloniales españolas sobre bases prehispánicas indígenas.
El Centro Histórico de la Ciudad es, en muchos sentidos, el alma, el corazón y la vida de la Nación. Allí, en lo que fuera la capital del imperio azteca, comenzó la historia de lo que con el tiempo se transformaría en la urbe más grande del planeta y una de las más densamente pobladas.
En sus predios se conservan antiquísimas zonas arqueológicas, las riquezas arquitectónicas de 300 años de cultura colonial. Basta mencionar su Catedral Metropolitana, el máximo monumento religioso, cuya construcción se inició en l563 y finalizó recién en l813. Con sus torres neoclásicas y sus tres portadas neobarrocas y churrigurescas exhibe en su entrada principal un relieve blanco de la Asunción de la Virgen, Patrona de la Catedral. En su interior se destacan el Altar del Perdón y el Altar de los Reyes, sitios de peregrinaje, promesas y ex-votos del religioso pueblo mexicano.
Dentro del Zócalo, la enorme plazuela principal de la metropolí, se muestra el Templo Mayor. En esta zona, en otras épocas se erigía el edificio del seminario, pero trabajos de reconstrucción hicieron emerger los restos del gran Teocalli Mexica, destruido por los españoles durante la conquista y explotación indígena. Dicha zona arqueológica está conformada por una base piramidal con escalinatas rematadas en cabezas de serpientes, que conducen a la cúspide donde se alzan los templos de Huitzilopochlti (Dios guerrero que da a los nativos su identidad como pueblo del sol) y Tlalóc (Dios de la lluvia, la abundancia y la fertilidad agrícola).

De leyendas, contrastes y tequilas

Cuenta la leyenda indígena que el águila para saciar su hambre se comió a la serpiente emplumada que yacía en un islote dentro del gran lago en el valle de Anahuac. Esto desembocó en la fundación del gran México Tenochtitlán por parte de los aztecas, en el siglo XIV. Dos siglos más tarde, Hernán Cortés y sus huestes, deslumbrados ante la ciudad azteca, provocaron las luchas más sanguinarias de la historia de la mal llamada “conquista”.
La ciudad original fue destruida para construir otra, sobre los cimientos de la antigua Tenochtitlán. Las mitos populares hoy siguen hablándonos del alma en pena de la hermosa Malinche. Esta india asesinada por los españoles vaga por la ciudad maldiciéndola y condenándola a padecer el smog, la contaminación de sus aguas, los terremotos, la inseguridad y la pobreza. Quizás por ello, la capital sobrecoge tanto por sus contrastes sociales y arquitectónicos: mendigos y acaudalados tecnócratas; indígenas y descendientes de españoles; elegantes quintas coloniales y míseros barrios “llega y pon”; antiguas reliquias hispánicas y posmodernas construcciones acristaladas y sumamente vigiladas; limpieza meticulosa y basurales en pleno centro; devaluación y aumentos de peajes, parálisis universitaria y vida cultural sorprendente.
Pero hablar del Distrito Federal es mencionar también al gran palacio de
Moctezuma -hoy Palacio Nacional-, que alberga al museo en homenaje a Benito Juárez y a los famosos murales de Diego Rivera; el Portal de Mercaderes con sus joyerías de oro y plata; el Palacio de Bellas Artes con sus interiores art déco; el Ballet Folklórico de México; la Ciudad Universitaria, la Casa del Lago y los Bosques de Chapultepec con el Museo de Antropología; la Zona Rosa (la city financiera) y la Plaza Garibaldi, asiento de fondas con comidas típicas, serenatas y mariachis; el Paseo de la Reforma o Calzada del Emperador y las pinturas murales de Rufino Tamayo, Alfaro Siqueiros y Orozco, ubicadas en la Suprema Corte de Justicia y en el patio de la Casa de los Azulejos.
En tránsito hacia la zona sur de la megaciudad se encuentran los barrios de San Ángel y Coyoacán, que constituyen para el viajero un encuentro con la época colonial. En sus alrededores pueden ser admirados el Convento Dominico, la Parroquía de San Juan Bautista y el Hospicio de San Jacinto, sus tabernas y bares típicos donde se puede beber el tequila reposado con sal y limón, los mercados de flores y artesanías; la casa-estudio del pintor Diego Rivera y el Museo de Frida Kahlo, controvertida pintora internacional llamada el “pincel de la angustia”.
Pero viajar al Distrito Federal y no recorrer la magnífica “Ciudad de los Dioses” y otras zonas indígenas cercanas, constituye un verdadero sacrilegio cultural. Las ruinas de Teotihuacán, con sus impresionantes pirámides del Sol y la Luna y el Camino de los Muertos, zonas que tuvieron su auge entre el 200 a. C. y el siglo VIII d. C., son, a no dudarlo, una de las grandes atracciones arqueológicas de la Nación. Un paseo guiado por sus predios posibilita desentrañar muchos de los secretos de la organización social y cultural indígena.
En fin, México es todo eso y mucho más... tequila, huelgas, hacinamiento, chiles que te pican la boca y te roban el corazón, mariachis, gentes hospitalarias y sencillas que aman por sobre todas las cosas a su tierra. Quizás por ello aquella famosa canción, entonada por el ídolo azteca Jorge Negrete, que decía: “México lindo y querido/ si muero lejos de ti/ que digan que estoy dormido/ y que me traigan a ti”, sigue siendo interpretada hoy en las tradicionales serenatas amorosas.

Datos necesarios (Tips):

*Para viajar a México se necesita visa o tarjeta de turista

*En dicho país es preciso cambiar los dólares por los pesos mexicanos.

*Mexicana de Aviación, ubicada en Avenida Córdoba 755, primer piso, Buenos Aires, posee cinco vuelos semanales, con escala en Cancún y de allí al Distrito Federal. Estos vuelos son realizados todos los días, menos lunes y miércoles. En temporada baja (vigente hasta el l4 de julio) los precios varían de: 737, de martes a viernes; y 787 sábados y domingos.

*Entre los lugares que no pueden dejarse de visitar en el Distrito Federal se encuentra el Museo de Antropología e Historia (unos 9 pesos mexicanos la entrada), lugar para el que necesitamos destinar unas cuatro o cinco horas por lo interesante de sus muestras indígenas; la Catedral Metropolitana; la llamada Zona Rosa con sus tiendas y elegantes restaurantes con sus tradicionales mariachis; el Palacio de Bellas Artes con sus murales pictóricos tradicionales, sus tiendas de objetos artesanales y sus acabados interiores art nouveau y art decó; el Museo del Templo Mayor, ubicado en el Zócalo central de la ciudad, que posee los restos del centro ceremonial más elevado de la Gran Tenochtilán y los altares gemelos dedicados a Tláloc, el dios del agua y la lluvia.
Recomendamos, además, visitar la ciudad de Coyoacán (muy cercana a la capital), con los museos estudios de los famosos pintores Frida Kahlo y Diego Rivera y también la zona arqueológica, enclavada en las afueras de la urbe capitalina. Agencias de excursiones publicitan los viajes a la Plaza de las Tres Culturas, la Basílica de Guadalupe, el centro artesanal, las pirámides del Sol y la Luna y los Templos de Tláloc y Quetzalcoati a precios que fluctúan entre los 23 y los 30 dólares.

*La ciudad de México cuenta con numerosos servicios baratos para la transportación: taxis, trolebuses, microbuses y el metro pueden llevarlo seguro a su destino. No obstante, se sugiere, como medida de precaución y para evitar asaltos, utilizar los radiotaxis (que son conocidos también como remis): También son seguros los contratados en el aeropuerto, terminales de autobuses, hoteles y restaurantes. Aunque su tarifa es un poco más alta, son una opción más segura para el transporte.
El metro es otra posibilidad económica para viajar. Cuenta con nueve líneas y más de cien estaciones; en cualquiera de sus paradas se puede adquirir los mapas informativos que facilitan el traslado en la urbe.

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