jueves, 20 de septiembre de 2007

La soledad: Salvarnos de nosotros mismos



Obra de la pintora cubana Amelia Pelàez.



Repelida y anhelada, inspiración de artistas, analizada por especialistas en conducta humana, clasifica entre los males de la postmodernidad.

Por: Juan Carlos Rivera Quintana
Colaboración para la Revista Rumbos.

Las históricas campanas de la Catedral de la Ciudad de Córdoba, repiquetean atonales y desgastadas por los siglos y la intemperie inundando con sus ronquidos metálicos la peatonal de Rivera Indarte y sus alrededores: las calles Deán Funes y San Martín.
En la “Manzana Jesuítica” la gente camina como fantasmas sin reparar en los otros transeúntes. Un enorme cartel, ubicado al costado del atrio de la iglesia de la Catedral, invita a recorrer la monumental obra arquitectónica, orgullo de todos los cordobeses.
Al cruzar el patio de las Higueras se puede divisar una inmensa pared blanca, pintada con cal viva, repleta de graffitis, de todos los tipos y colores, que buscan un resquicio, un acomodo en el impenitente muro: “No quiero cargar sólo con mi soledad”; “Hombre, te busco y no te encuentro”; “Claudia, Marcelo aún te busca”; “Te padeceré hasta el último naufragio (y un correo electrónico)”; “Te quiero, pero no me ahogues”; “Ya me las pagarás, Roberto”, junto a una decena de números telefónicos y nombres de seres humanos que buscan compañía. Sin dudas, “el muro de la soledad y los lamentos”, como han bautizado mucha gente en la ciudad, a ese pedazo de pared, cada día, se puebla más de llamadas de auxilio, de abandono. Son textos cortos, escritos con susto, con amor, con furia, con bronca, con infelicidad; destacados con fibras, con aerosoles, con tizas de colores... con desesperación.

Un tema de este planeta
Cada día son más numerosos los sociólogos y psicólogos que se dedican a estudiar lo que hasta hace muy poco fue una de las anomalías menos analizadas de nuestro siglo. Aunque para muchos constituye una soterrada epidemia, la soledad, en la actualidad, es más perceptible, rompe las barreras del anonimato y las generaciones convirtiéndose en una de las plagas de la postmodernidad.
Ancianos, viudos, divorciados, abandonados e impedidos físicos dejaron de constituir los grupos más vulnerables a este mal, al que se suman, actualmente, adolescentes, jóvenes, hombres y mujeres. Sin hablar de las personas solas que viven en pareja.
Definida por los diccionarios de Lengua Española como “la carencia de compañía, el estado del que vive lejos del mundo, el pesar, la melancolía que se siente por la pérdida de un ser querido o su ausencia y el retiro”, la soledad es en definitiva un deseo no satisfecho.

Sobre el tema, el Lic. Claudio A. Alonso Moÿ, psicólogo clínico y laboral, director de la Escuela para el Desarrollo de la Autoestima, ubicada en la Ciudad de Buenos Aires, expresa que la soledad “no es una patología, sino más bien un sentimiento que notifica una carencia de contacto afectivo o social. Este sentimiento es producto de creencias que la persona tiene y valoraciones que realiza acerca de su situación emocional y/o social; además el problema no es el sentimiento (que es una señal), sino qué se hace con ella, en tanto puede impulsar a la persona a buscar relaciones afectivas y/o sociales o bien puede retraerla y aislarla más”.
Si la autoestima individual está deteriorada y la persona se autocalifica como incapaz, inútil o ineficaz y piensa que no puede valerse constantemente por sí misma, la soledad puede durar décadas. Para el Lic. Alonso “las conductas de aislamiento y retraimiento son adaptativas pero inadecuadas e insatisfactorias para la persona y la conducen a una sensación de desasosiego o desesperación por falta de contactos afectivos, de vacíos y abandonos generalizados, que conducen a la tristeza, la depresión e indefensión”. Por ese camino si se puede llegar a una sicopatología o insanidad mental.

No sin razón, Charles Chaplin, uno de los más célebres actores británicos y hombres más acompañados de todos los tiempos, dijo: “La soledad repele, lleva consigo un sutil halo de tristeza, una barrera que aleja el interés o la atracción por los demás; se siente uno levemente avergonzado de ella. Pero, en mayor o menos grado, es un tema común a todo el mundo”.

Se sabe que el 50 por ciento de los suecos y 7 de cada 10 norteamericanos viven solos. Unos años atrás, de cada tres franceses mayores de 18 años, uno vivía solo. Actualmente, hay 18 millones de solitarios en el país galo. En tanto, en las naciones del llamado Tercer Mundo las cifras suelen ser menores, al predominar los cánones tradicionales de familia y cierta dependencia monetaria; aunque en los últimos tiempos este esquema parece quebrarse.

Los seres humanos suelen, en algunos períodos de tiempo, sentirse circunstancialmente solos. La salida a esta coyuntura está en la búsqueda de nuevas amistades que amplíen los círculos de relaciones sociales y el frecuentar grupos afines a nuestros intereses . También un paliativo es la práctica de algún deporte o hobby, que puede contribuir a vencer estas etapas. Hoy día está muy de moda el tener alguna mascota (perro, gato, algún ave) que nos acompañe y entretenga.

Existe, además, el solitario crónico que pasa sus horas frente al televisor o la pantalla de su computadora, busca salidas en la bebida de alcohol, come desesperadamente, se sume en constantes crisis de autoestima y llantos, duerme más horas de lo normal y hace compras compulsivas, porque considera que los vacíos existenciales los puede llenar con objetivos materiales. Son individuos propensos al sentimiento de culpabilidad, al desánimo y al pesimismo. Se le suma la timidez, el egocentrismo y las expectativas poco realistas que le impiden trabajar seriamente para encontrar vínculos de intimidad con otras personas. Todas estas particularidades (agravadas) los puede conducir a intentos de suicidios y desequilibrios mentales mayores.

“Existe una soledad ‘sana’ que responde esencialmente a ese diálogo íntimo que tenemos todos los seres humanos cuando hablamos con nosotros mismos”, sentencia el Dr. en Psiquiatría, Pablo Rispo, quien trabajó en el Hospital Neuropsiquiatrico “Dr. José T. Borda, fue docente de la carrera de Psicología en la UBA y actualmente es presidente de la Fundación Centro de Actividades Psicológicas Asistenciales Comunitarias (CAPAC), cuya tarea es cuidar la salud mental individual, familiar y comunitaria para lograr mejorar la calidad de vida estimulando vínculos basados en la afectividad, la libertad, la solidaridad y el respecto mutuo a la diversidad. “Es la soledad del ocio productivo, de los momentos de crear o recrear la lectura de un libro, el escuchar una música, de la misma manera que poder disfrutar de ideas, fantasías que pueden terminar siendo proyectos realizables de la propia vida; esta soledad es una necesidad de existencia para reencontrarnos con nuestra propia intimidad”, afirma el experto italiano, quien habla, además, de otra soledad medio nostalgiosa o de añoranza de tiempos pasados con otros seres, que en Brasil es denominada “saudades”,y son reconocidas en nuestro país en la letra de los tangos o en una copla salteña; también es identificada en la música del altiplano boliviano, los bailes colombianos, el quejoso bolero cubano.

Según el Dr. Rispo, “si consideramos la soledad como psicopatológica es cuando ya se manifiesta en los más variados síntomas como la angustia, los miedos o fobias, las crisis de pánico, de tristeza, la depresión, el desgano y la abulia. Todos estos síntomas y muchos más encierran siempre un sentido de aislamiento solitario, resultando ser la expresión de una verdadera incomunicación con sus allegados y con el prójimo en general. Todos los seres humanos, no importa su sexo y su edad, cuando se hallan ante la ausencia de sentido de sus vidas, cuando ya no pueden o no quieren proyectar sus existencias, cuando el futuro se desvanece o no existe ya más, tienden a caer en el aislamiento y la soledad enfermiza que puede llevar hasta la pérdida de identidad y la invalidez social”, sentencia.

Al indagar con algunos especialistas acerca de cómo combatir este mal, suelen coincidir que lo primero es saber identificar las causas que originan este sentimiento, sólo así la persona tratará de superar aquellas en las que es necesario algún tipo de iniciativa. Es preciso prestar debida atención a las técnicas comunicativas y desterrar la sensación de que vendrá alguien a rescatarnos de nuestro ensimismamiento. La búsqueda de la empatía entre quienes nos rodean y conocen, el saber escuchar y sensibilizarnos con los problemas ajenos, a menudo, nos ayuda a encontrar relaciones y amigos/as para siempre.

Azares de la vida
En un mundo donde la incomunicación parece ser uno de los males peores, la soledad también afecta al argentino común. Las causas aún sin definir enteramente tienen que ver de cierta forma con la crisis o transición que atraviesa la familia argentina en su desarrollo y los índices de desintegración de la familia. Actualmente, en todo nuestro país las cifras de separación y divorcio ascienden alarmantemente. Tan sólo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (por citar un ejemplo), según datos de su Registro Civil, de enero a junio de 2002, se concretaron 2509 divorcios, pero el número de desuniones es significativamente mayor si se tienen en cuenta las separaciones, aunque no hay cifras al respecto.

En Argentina, la mayoría de los matrimonios ocurre antes de los 30 años (aumento de la edad media de casamiento) y más del 50 por ciento de esas uniones no sobrevive los 5 años. Se considera que 53 de cada 100 matrimonios termina en divorcio y la quinta parte de los jóvenes que acuden a él lo hacen pensando, de antemano, en la separación. Asimismo la cantidad de matrimonios evidencia una tendencia negativa, en franco retroceso. Como contraparte, aumentan las uniones consensuales (parejas estables que no legalizan su matrimonio en el Registro Civil).

Los estudios psicológicos en nuestro país revelan que los sujetos divorciados o separados muestran mayor estrés, caen en sentimientos de soledad emocional por la pérdida de una figura de apego tan importante como es un cónyuge y empiezan a carecer de una relación afectiva significativa. La insatisfacción de estas necesidades de contención, de escucha y afecto también proviene de la red social. Entonces, comienzan los sentimientos de alineación, la falta de una relación íntima, de empatía y los hombres y mujeres solos se sienten rechazados, no queridos y abandonados por los otros. Todo parece indicar que de los dos tipos de soledad definidas: la social y la emocional, es la segunda la que más golpea a los argentinos que logran, poco a poco, sobreponerse a la primera.

Claudia R (no quiere ser identificada) hace una mueca de fastidio cuando le pregunto qué es para ella la soledad. Tiene 75 años y vive en un geriátrico de la Ciudad de Mendoza, sin visitas familiares ni de amigos/as. “ es más un estado de ánimo. Mi único hijo está muy ocupado trabajando y mis nietos estudian (justifica). Nunca me llevé bien con mi nuera y mis pocas amistades están tan grandes que no pueden venir a visitarme; converso alguna que otra vez por teléfono con una compañera de escuela, que tiene 73 años, y ella también se queja del abandono en que se encuentra. Los viejos somos una carga para la sociedad”, afirma, erróneamente, con resignación y tristeza.

Para Diego K, de la Ciudad de Córdoba, estudiante de fotografía y periodismo, de un terciario superior, “se puede estar acompañado y sentir cierta soledad porque se tiene una relación mediocre. A lo mejor encuentras alguien que te llena una parte de tu vida, un amigo, una amiga que te aporta más. Me he preguntado hasta dónde puede uno adaptarse a la soledad. Por ella hacemos concesiones y entablamos relaciones cobardes, pero hace tiempo que he decidido perder el miedo a enfrentar lo nuevo y sobrellevar la vida con dignidad. Ya aparecerá quien me cope física y espiritualmente. Mientras tanto, pienso que mis problemas no son los peores”, confiesa.

“¿Soledad? No me vengas con ese cuento”, aseguró un adolescente de Berisso, en el conurbano bonaerense, a la salida de una rosticería. “Eso es cosa de intelectuales, de músicos, de esos que viven del sentimiento y las penas, de los artistas, pero no de los pobres”, dijo mientras trataba de mantener en perfecto equilibrio su botella de cerveza y una bolsa con el pollo, que pronto comenzaría a devorar, con sus amigos, en un banco en la plaza del centro de la ciudad.

El Lic. Sebastián A. Vázquez, psicólogo y director de la Asociación Civil “Adolescentes por la Vida”, encargada de la investigación, desarrollo de proyectos, actividades y materiales educativos en relación directa con las problemáticas de niños, adolescentes y jóvenes argentinos, (que trabaja temas como las drogas, el VIH-Sida, la sexualidad, la violencia y los trastornos alimentarios), plantea “otra mirada” sobre ese agujero negro, que denominamos soledad. Él dice que “si bien en la actualidad podemos identificar claramente la cooperación y solidaridad social argentina frente a situaciones límites, como por ejemplo, el atentado a la AMIA, las inundaciones en Santa Fe y la tragedia de Cromañòn, son intentos que dan cuenta de una necesidad de retorno a la búsqueda de los valores ‘pendientes’ de unión y ayuda que forman parte de la naturaleza humana, pero que teníamos olvidados. La soledad no existe, sería imposible pensar objetivamente el aislamiento y la incomunicación totales. Lo que hay son momentos en la existencia en los que uno se percibe solo, donde se experimentan situaciones de incertidumbres. Hay veces el exceso de compromisos y actividades también puede llevar a sentir esa impresión de soledad, de angustia. Ese sentimiento subraya un replanteo, una necesidad de cambiar los derroteros, nuestros objetivos existenciales. También debemos considerar que muchas veces el refrán que dice: ‘mejor solo, que mal acompañado’ es absolutamente real. En muchas oportunidades en el afán por llenar nuestro vacío buscamos compañías y vínculos conflictivos, sufrientes o no gratificantes. En esa cartografía vincular, entonces, podemos pensar y replantearnos si verdaderamente la soledad es algo estrictamente negativo. Hay instancias de transformaciones y cuestionamientos personales en los que precisamos estar con nosotros mismos para meditar; ello resulta óptimo”, acota el experto.

Solos o acompañados, soledad impuesta o necesaria para el respiro. ¿mujeres u hombres a la delantera ? ¿O ambos? ¿Mal del alma o mal del siglo? Lo cierto es que el futuro de la existencia humana parece transitar por etapas alternativas de soledad o compañía que uno va acomodando a la medida de sus urgencias o su suerte.

La soledad en cifras

Según el Censo 2001 y el Encuesta Permanente de Hogares (EPH), del año 2000, en Argentina viven 1.700.000 personas solas (en su mayoría son personas de entre 20 a 40 años, que representan el 17% del total de las viviendas del país). Los hogares unipersonales están formados mayoritariamente por mujeres de edad media y avanzada. En los centros urbanos de nuestro país la tendencia de hogares unipersonales es cada vez más creciente. El fenómeno, que registra los porcentajes más altos en las grandes ciudades, se asienta en una tendencia mundial que muestra que en lugares como Manhattan el 75 por ciento de la gente vive sola; en Suecia más de la mitad de la población, en París lo hace el 50 por ciento; en Dinamarca el 40 por ciento; en Inglaterra y Alemania el 36 por ciento; en Francia el 30 por ciento y en España el 12 por ciento (fenómeno propio de los países más avanzados).
Las cifras de la EPH en relación con los aglomerados urbanos descubren que en la ciudad de Buenos Aires hay 23,9 por ciento de viviendas unipersonales, total que resulta tomando la cantidad de gente que vive sola en casas de uno, dos, tres, cuatro, cinco y más cuartos. Dentro de ese prorrateo, las viviendas de uno y dos ambientes que tienen un solo habitante alcanzan a 44 por ciento. Buenos Aires tiene la cifra más alta del país de hogares unipersonales, y le siguen ciudades como Mar del Plata, con 19,4; Bahía Blanca con 18,8; La Plata y alrededores con 17,4; Río Cuarto con 16,6; Santa Rosa con 16,3; Comodoro Rivadavia-Tilly con 16,1; Rosario y Gran Santa Fe con poco más de 15 por ciento; Posadas y Neuquén con 14,9 y Gran Córdoba con 14,8 por ciento.
A juicio de los expertos en demografía, se trata de un fenómeno que recorre distintos aspectos de la vida cotidiana y combina factores que van desde lo económico y social (crisis económicas) hasta lo cultural (inestabilidad familiar) e ideológico (ideal moderno de independencia personal e individualismo como ideología). Se enumeran como las principales causas del aumento de los hogares unipersonales la crisis del modelo familiar, asociada a los divorcios y separaciones; el retraso en la edad de los casamientos; el incremento de las expectativas de vida (la mujer argentina vive, aproximadamente, 72,7 años y el hombre 65,5), que trae consigo que muchas mujeres mayores enviuden y vivan solas y los nuevos esquemas culturales que han dejando atrás el estigma que rodeó siempre a la soledad.
En uno de sus ensayos, la filósofa y epistemóloga, Esther Díaz, ha advertido que "hay sufrimiento en la soledad que se vive en las grandes ciudades argentinas porque uno siempre necesita del reconocimiento del otro. El tema es no depender del otro pero poder contar con él y poder dar y recibir afecto. La cuestión es cómo seguir siendo independientes sin caer en la melancolía. Lo más llamativo de este proceso es que cuanto más se masifica más se individualiza; uno va a vivir a las grandes ciudades y más solo se siento frente a los otros".
Este segmento de individuos solos y solas, se han convertido en un nicho de mercado al que las empresas apuntan con sus productos y le dedican mayor interés con su publicidad. Entre sus filas reside un público con un ingreso superior al promedio, que al no tener familia a su cargo, se permite gustos más costosos; son mayoritariamente profesionales que se ubican en el 30 por ciento superior de la pirámide, generalmente con ingresos desde $1.500.
Según los pronósticos de los expertos demográficos, en Argentina habrá en el año 2010 un 22 por ciento de los hogares totales, integrado por una sola persona y ya se habla de un 26 por ciento, para el 2025.


Para más información:

claudioalonsomoy@escuelaautoestima.com.ar
ceba_rispo@fibertel.com.ar
licvazquez@adolescentesxlavida.org.ar

No hay comentarios: